Cientos de simpatizantes del oficialismo venezolano salieron a las calles de Caracas, Sucre y Monagas para protestar por la incautación de un petrolero con crudo venezolano. La acción de EE.UU. agrava una crisis que ya tiene al Caribe bajo un enorme despliegue militar.
Este sábado, las calles de varias ciudades venezolanas fueron escenario de una movilización masiva convocada por el chavismo. La protesta fue una respuesta directa a la confiscación, el pasado martes, del buque petrolero «Skipper» por parte de fuerzas estadounidenses en el mar Caribe. Los manifestantes rechazaron lo que califican como una «injerencia» y un «robo descarado» por parte de Estados Unidos, elevando la tensión en una crisis que ya lleva varios meses. La información sobre la marcha fue reportada en su momento por el medio internacional DW (Deutsche Welle).
La chispa de la protesta: la incautación del buque Skipper
El detonante inmediato de las marchas fue la interceptación de un buque petrolero que transportaba crudo venezolano. Según el gobierno de Nicolás Maduro, el «Skipper» llevaba 1,9 millones de barriles de petróleo de la estatal PDVSA cuando fue confiscado por una operación conjunta del Departamento de Guerra y la Guardia Costera de EE.UU..
Washington justificó la acción argumentando que el barco navegaba con falsa bandera y tenía vínculos previos con el contrabando de petróleo iraní, que se encuentra bajo sanciones estadounidenses. La Casa Blanca informó que el buque está en un proceso de decomiso y será llevado a un puerto estadounidense para la incautación de su carga. El gobierno venezolano, además de denunciar el decomiso, afirma que los tripulantes del «Skipper» están «desaparecidos».
Un telón de fondo de máxima tensión militar
Esta confrontación no es un hecho aislado, sino el último capítulo de una escalada que comenzó en agosto. Estados Unidos mantiene desde entonces un vasto despliegue aeronaval en el Caribe, el más grande desde la primera Guerra del Golfo, con el argumento declarado de combatir el narcotráfico.
Sin embargo, para el gobierno de Maduro, esta movilización es un intento encubierto de propiciar un «cambio de régimen». En respuesta, Venezuela ha declarado una «movilización permanente» de sus fuerzas, que incluye ejercicios militares constantes. El ministro de Defensa, Vladimir Padrino, afirmó recientemente que se han desplegado «casi 200.000 efectivos» en todo el territorio nacional.
Dos narrativas irreconciliables sobre una misma crisis
Dos versiones radicalmente opuestas explican la crisis. Desde Washington, la administración del presidente Donald Trump sostiene un objetivo claro: atacar a cárteles de la droga a los que designó como organizaciones terroristas. Su argumento es que estas redes son una fuente clave de narcóticos que ingresan a su país.
En la vereda de enfrente, el gobierno chavista alza la voz. Denuncia una «amenaza imperialista» y una violación flagrante de su soberanía. Estos eventos, como las protestas del sábado, le sirven para movilizar a su base. Algunos líderes regionales, como el presidente colombiano Gustavo Petro, hicieron eco de esta postura al criticar la injerencia estadounidense.
Las protestas por el «Skipper» son la prueba: un incidente puntual puede prender fuego al polvorín de una crisis mayor. El Caribe está militarizado, las narrativas chocan y la escalada no cede. La región vive una de sus tensiones más altas en décadas. Con preocupación, la comunidad internacional observa este pulso entre Washington y Caracas, cuyas consecuencias ya cruzan fronteras.




