Por mucho que nos obcequemos en luchar contra el tiempo, envejecemos. El paso de los años nos compensa con seguridad y autoestima lo que nos roba de lozanía. Nuestro cuerpo cambia por dentro y eso, como decían en aquel anuncio, se nota por fuera. Más allá de las primeras arrugas de expresión y las canas, el primer gran cambio que experimenta nuestra anatomía es un ligero aumento de peso que no sólo se consolida si no que suele ir en incrementándose década a década de forma implacable.
«Según vamos cumpliendo años, el metabolismo se ralentiza, es decir, quema más despacio los alimentos que ingerimos. Por tanto, si mantenemos la misma cantidad de ingesta y, debido a nuestros compromisos profesionales y familiares, reducimos la actividad física, la tendencia será a ganar algo de peso», afirma Lina Robles, jefa del Servicio de Nutrición y Dietética del Hospital Universitario La Zarzuela (Madrid).
Aunque es a partir de los 40 años cuando se hace más notoria esa subida de talla, los cambios orgánicos que la provocan arrancan una década antes. «A los 30, el cuerpo empieza a producir menos hormona de crecimiento, ocasionando un descenso del tono muscular que, a su vez, conlleva una ralentización del metabolismo basal que favorece una ganancia ponderal de kilos», explica María del Carmen Vericat, doctora del Servicio Medicina Interna del Hospital CIMA (Barcelona).
FUNCIÓN ENDOCRINA DEL MÚSCULO
¿Qué tiene que ver el músculo con el aumento de peso? Fácil. En Zen no paramos de repetirlo: el músculo no sólo tiene una función estructural (es facilitador del movimiento y sostén, tanto óseo como visceral, entre otras muchas cosas) y otra estética (nos permite estar erguidos, duros y marcados), sino que desarrolla una importantísima actividad endocrina. «Es un potente horno metabólico», sentencia Iván Gonzalo, licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte y creador del sistema Elements de entrenamiento y del Indoor Triathlon.
La masa muscular participa en el lanzamiento al torrente sanguíneo de ciertas hormonas que repercuten en el gasto calórico. Es decir, cuanto más musculados estemos, más calorías consumiremos, incluso en reposo (sentados o dormidos).
A la pérdida de volumen muscular y la reducción de la actividad física hay que sumar otro factor clave que, aunque afecta más a las mujeres, también toca de lleno a los hombres: los vaivenes hormonales. «En la década de los 40, ellas experimentan cambios hormonales premenopáusicos que se dejan sentir en fenómenos como la redistribución de la grasa corporal que, durante la juventud se almacenaba en los glúteos y piernas como ‘despensa’ para una posible lactancia, y que en esa edad se concentra en el abdomen. Asimismo, disminuyen la masa muscular y aumenta la flacidez en brazos y piernas, sobre todo si no se realiza ejercicio físico», detalla Vericat.
¿Qué pasa con ellos? «Sus índices de testosterona descienden de forma paulatina, provocando una merma de la fuerza y la masa muscular con el consiguiente aumento de peso que ello conlleva».
CÓMO COMBATIRLO
¿Qué hacemos, si es que se puede hacer algo, para vencer la lucha contra la báscula? Una vez más, aplicar el sentido común. «Para mantener un peso saludable lo ideal es llevar una dieta equilibrada y realizar una actividad física moderada», apunta Lina Robles, del Hospital Universitario Sanitas La Zarzuela.
Carlos Rodríguez Jiménez, endocrino en el hospital Beata María Ana (Madrid), va un paso más allá. «Con la edad nos ralentizamos y nos hacemos más perezosos. Cada vez, nos cuesta más trabajo levantarnos del sofá». ¿Su propuesta? «Aumentar el gasto de energía corporal siendo más vitales en nuestro día a día. Es fundamental mantener la mente ágil y lógica, no quedarse pasmado y hacer deporte».
Más allá de esos 150 minutos semanales de ejercicio aeróbico moderado (caminar, montar en bici, nadar, etc) que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS) es fundamental cumplir el otro mandato de la institución que vela por nuestro bienestar: realizar rutinas de fuerza un mínimo de dos veces por semana. Sólo así conseguiremos dotar a nuestros músculos del volumen y el tono que necesitan para cumplir con su misión.
¡A por ello!