Fernando estaba al fondo del edificio esperando el regreso de los camiones recolectores cuando escuchó el pedido de auxilio que rompió la calma del domingo por la mañana, muy temprano. Él fue quien avisó a sus compañeros de trabajo, empleados de la empresa Sumar, que algo no andaba bien. Lo que vino después de ese grito fueron «quince minutos eternos», en los que los operarios advirtieron lo que pasaba: una vivienda lindera a los galpones de Virasoro al 2400 de la ciudad de Rosario se estaba incendiando.
Entonces, salieron a la calle, treparon escaleras, rompieron rejas y salvaron a una niña de cinco años que pedía auxilio desde una ventana. Los padres de la nena murieron en el fuego, que consumió todo lo que había en la casa.
«Ojalá nunca hubiéramos estado en algo así, pero lo volveríamos a hacer mil veces más», afirmaban Marcelo Mujica y Pablo Perotti todavía con el recuerdo fresco de la tragedia que, involuntariamente, los ubicó en el lugar de héroes. Fernando, Marcelo y Pablo son algunos de los choferes, mecánicos y personal de mantenimiento de la firma de recolección de residuos que, el domingo pasado, salieron al rescate de sus vecinos.
Lo hicieron sin pensarlo mucho, de puro solidarios, de corajudos. «Hicimos lo que pudimos, tenemos capacitación para desempeñarnos en cualquier siniestro que ocurra en la empresa, todos sabemos qué hacer y dónde están los matafuegos, pero lo que pasó ahí afuera fue totalmente distinto», señaló Ramiro Marella, supervisor del Sumar.
Cuando los trabajadores salieron a la vereda, notaron un espeso humo negro que emanaba por una de las ventanas de las viviendas linderas al galpón donde se guardan los camiones del servicio de higiene urbana. Algunos vecinos también habían salido a la puerta, entre ellos un médico de Ecco, la firma de emergencias.
En la ventana
Las miradas se dirigían a un primer piso, desde donde una pareja joven y una niña pedían auxilio. La ventana estaba completamente enrejada, lo que anulaba cualquier pretensión de escape. «Rompimos la puerta del departamento, desde donde salió un hombre mayor y uno joven que nos pedían que rescatáramos a su sobrina. Intentamos entrar al lugar, una planta alta, pero era imposible hacerlo por el humo», recordaron.
Entonces, sacaron una escalera y Pablo trepó hasta la ventana y con una masa comenzó a golpear la reja con intención de retirarla. Mientras empujaba con todas sus fuerzas, intentaba hablar con la familia y pedirles que se tranquilicen.
Fernando tuvo otra idea, fue a buscar uno de los camiones recolectores, el número 17, y unas cadenas pesadas. Estacionó el coche en la mitad de la calle, ató las rejas al paragolpes del vehículo y tiró hasta que el metal cedió. Minutos antes habían llegado los bomberos.
Rápidamente un oficial trepó por la escalera y alcanzó a tomar a la niña del cabello. Sus padres no tuvieron la misma suerte. Las llamas terminaron con la vida de Micaela Chávez, de 23 años, y Mauro Damián González, de la misma edad.
«Fuego por todos lados»
«Cuando logramos sacar a la nena, las llamas ya salían por dos de las ventanas. Había fuego por todos lados», se lamentó Marcelo, conmovido. Pablo recordó que después volvieron al galpón en silencio, consternados por lo que habían vivido.
«El jefe de bomberos nos reunió y nos habló a todos. Nos dijo que si no hubiéramos actuado rápidamente, si no hubiéramos puesto la escalera y retirado la reja, la nena no se salvaba. Y nos pidió que pensáramos en eso y no en lo que no pudimos hacer», contó Pablo y reconoció que el consejo les ayudó a «encontrar calma».
Para Marcelo, todo sucedió muy rápido. «Fueron quince minutos eternos que difícilmente podamos sacarnos de la cabeza, fue desesperante. Cuando sacamos a la nena estaba callada, ya no lloraba, y cuando el médico la revisó y nos dijo que estaba bien, fue como si se hubiera detenido el tiempo», admitió.
La niña permanece internada en el Hospital de Niños Víctor J. Vilela. Está alojada en la sala de cuidados críticos, con quemaduras en las manos y parte del rostro, pero ayer su evolución era favorable. (La Capital)