Al menos dos estudios coinciden estos días en la misma teoría: la exposición a otros coronavirus ajenos a la COVID-19, como el que produce el resfriado común, proporciona cierta inmunidad. Así lo mantiene un informe del Instituto de Inmunología de La Jolla,en California; y también otro similar del equipo del Programa de Enfermedades Infecciosas Emergentes de la Escuela de Medicina de Duke-NUS en Singapur. En este último caso, nueve de los 18 pacientes analizados mostraron una reacción inmune en sus ‘células T’ a una proteína del SARS-Cov-2, a pesar de no haber estado nunca expuestos al virus.
Esta circunstancia aporta resistencia a la población frente a contagios, por lo que puede que no se requiera que el 60 o el 70% de la población se infecte para desarrollar la denominada protección del rebaño, sino que bastaría un porcentaje mucho más bajo.
También el experimento accidental del yate ‘Diamond Princess’ así lo corrobora. Allí se permitió que la infección se propagara sin control, propagado y multiplicado por los sistemas de aire acondicionado durante dos semanas de enero, con el resultado de que apenas se infectó el 17% de los pasajeros y tripulación.
Por su parte, Sonia Zúñiga, investigadora sobre coronavirus en el Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC), puntualiza que el «punto de protección por resfriados de otros coronavirus podría tener un pequeño papel, pero que está por determinar». La experta recuerda que estos virus responsables de algunos de los resfriados más comunes son «muy prevalentes» en la población, especialmente en menores. «Los niños sufren varios de estos coronavirus durante la infancia. Entonces, si es verdad que su sistema inmune responde más rápido a este coronavirus por haber pasado otros, podría explicar por qué la enfermedad no es tan severa. Podría ser uno de los factores», sugirió la investigadora.