Los ánimos están caldeados en “ese nido de ratas que es el Congreso”, tomando la expresión del Presidente de la Nación. Javier Milei hablará el próximo viernes ante la Asamblea Legislativa -al menos así lo confirmó en las últimas horas- y dará inicio al periodo de sesiones ordinarias 2024. Ni en el oficialismo, ni en la oposición dura, ni en la oposición dialoguista esperan un discurso “light”, mientras crecen las dudas sobre qué relación pretende tener el Ejecutivo con el parlamento desde marzo, con el antecedente de la frustrada Ley Ómnibus y la pelea con los gobernadores.
“La sorpresa sería que dé un mensaje liviano. Va a ser fuerte, acorde a la situación en la que estamos y a lo que viene, pondrá blanco sobre negro, sin demasiadas ambigüedades”, anticipaba un funcionario libertario que reconocía, no obstante, que el detalle fino del discurso que dará Milei el próximo viernes lo cuidan con reserva el propio presidente y su asesor Santiago Caputo.
Desde el Ejecutivo adelantaban, por otra parte, que el gobierno reforzará el protocolo de seguridad y se controlará fuertemente quienes ingresan a cada sector ese día para evitar ya sea “una jugada extraña” de parte de algún espacio político que busque impacto mediático, o directamente algún evento más preocupante, como el del botellazo que estuvo cerca de recibir el mandatario el día de su asunción, cuando se trasladaba desde el Congreso -al que le dio la espalda- a la Casa Rosada.
En La Libertad Avanza esperaban que el Presidente sea claro, no solamente en su defensa del “cambio” y en diferenciar entre quienes lo acompañan y quienes no, sino además -como no habría sido, entienden, Mauricio Macri al asumir en el 2015- a la hora de relatar la herencia recibida en diciembre y en los datos que reflejarían un ordenamiento de las cuentas públicas tras dos meses y medio de gestión.
Si en Unión por la Patria descontaban -y hasta celebraban anticipadamente- que se produzca algún tipo de exabrupto de Milei contra el Congreso, en los bloques dialoguistas también esperaban dardos contra la “casta”, pero con menos entusiasmo.
“No hay forma de que sea conciliador, lo necesita para la construcción de su relato, que todavía la opinión pública avala. Ojalá venga a dar cuenta de la situación en la que encontró el gobierno, que muestre resultados y que apunte contra el kirchnerismo como el culpable de la debacle. Difícil. Es casta todo lo que no esté a favor de lo que quiera”, señalaba un referente del PRO que el viernes estará escuchando en el recinto las palabras del Presidente. O, como decía un importante diputado macrista: “Que afine un poco el concepto de casta, porque putea a los que lo queremos ayudar”.
En la UCR y en los bloques federales, que en gran medida están ligados a gobernadores provinciales, también las aguas estaban dividas por estas horas entre quienes aguardan, aunque sin mucha esperanza, algún gesto de distensión de parte del Presidente, que haga menos complicado el diálogo con el Gobierno para aprobar leyes desde el día siguiente a la apertura de sesiones, y quienes daban por hecho que Milei sostendrá el “discurso de campaña”.
“Vemos mucha antipolítica como mecanismo de acción. La antipolítica te sirve para llegar, no para construir. Esa es la incertidumbre que hay a partir del 1° de marzo. No es una cuestión de que putee o no. Si putea a los gobernadores porque le sirve el discurso, pero se sienta a hablar, los gobernadores van a dialogar, porque también lo necesitan. Pero no se sabe qué quiere el Gobierno”, resumía un senador del grupo de los bloques federales.
En los últimos días, el Ejecutivo ensayó -a través de su ministro del Interior, Guillermo Francos- un acercamiento con los mandatarios provinciales, que pretenden negociar un nuevo pacto fiscal con Nación. Algunos legisladores y jefes provinciales lo interpretaron como un intento por recomponer el diálogo de aquí en adelante.
Pero, el viernes, los gobernadores patagónicos, encabezados por el chubutense del PRO, Ignacio “Nacho” Torres, salieron con un durísimo comunicado por el recorte de fondos coparticipables, que fue respaldado también por los demás mandatarios electos bajo el paraguas de lo que fue Juntos por el Cambio.
El fracaso de la Ley Ómnibus en la Cámara Baja y la posterior reacción del Ejecutivo contra aquellos diputados opositores que decidieron no acompañar -incluida una lista de “traidores” publicitada desde la Casa Rosada-, dejó un clima tenso en el Congreso e irritación sobre todo en los bloques “dialoguistas”.