Los líderes del ALBA aprobaron crear una misión energética especial para ayudar a Cuba, que sufre apagones de más de 20 horas debido a la escasez de combustible.
La crisis energética que paraliza a Cuba desde mediados de 2024 ha encontrado una respuesta regional. En una cumbre virtual este domingo 14 de diciembre, los jefes de Estado de la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América (ALBA) aprobaron por unanimidad la creación de una Misión Internacional de Energía y Electricidad destinada a apoyar a la isla. La propuesta, impulsada por el presidente venezolano Nicolás Maduro, busca brindar un apoyo «extraordinario y especial» para enfrentar lo que los gobiernos del bloque califican como los efectos del embargo estadounidense.
La decisión llega en un momento crítico. Ese mismo domingo, la empresa estatal Unión Eléctrica (UNE) pronosticó apagones que afectarían simultáneamente a cerca del 55% del territorio nacional, con un déficit de generación que superaba los 1,800 megavatios durante las horas de mayor consumo. La información sobre la cumbre y la grave situación interna fue reportada originalmente por la agencia internacional Deutsche Welle (DW).
Una crisis profunda con apagones de 20 horas
La situación en Cuba es desesperante. El país atraviesa su peor crisis eléctrica en décadas, con apagones que se extienden regularmente por más de 20 horas en diversas provincias. Esta paralización de la vida diaria y económica es el resultado de un colapso multifactorial: las centrales termoeléctricas, con décadas de antigüedad y mantenimiento deficiente, sufren constantes averías. Al mismo tiempo, la severa escasez de divisas impide importar el combustible necesario para operar las plantas y los motores de generación distribuida, más de un centenar de los cuales están inoperativos.
Mientras el gobierno cubano atribuye la crisis principalmente al «bloqueo financiero» de Estados Unidos, expertos independientes señalan que el problema es estructural, resultado de décadas de infrainversión y mala gestión estatal en un sector completamente controlado por el Estado desde 1959. El malestar ciudadano crece a la par de los apagones, con protestas y un profundo escepticismo hacia las explicaciones oficiales.
El detonante: la incautación estadounidense de un petrolero
El anuncio del ALBA adquiere mayor urgencia tras un reciente hecho que agravó la crisis. El 10 de diciembre, fuerzas militares de Estados Unidos incautaron en aguas internacionales del Caribe al buque petrolero Skipper, que transportaba casi dos millones de barriles de crudo venezolano con destino a Cuba. Las autoridades estadounidenses justificaron la acción como parte del cumplimiento de sanciones, alegando que el barco apoyaba una red ilícita.
Para Cuba y Venezuela, este acto fue calificado como «piratería y terrorismo marítimo», una escalada dirigida a estrangular económicamente a ambos países. El gobierno cubano denunció que la incautación tendría un «impacto directo» en su ya debilitada red eléctrica, que depende en un 75% de los combustibles fósiles. Actualmente, Venezuela suministra aproximadamente el 5% de su producción petrolera a la isla, un intercambio vital que Cuba paga con servicios y en especie.
Solidaridad regional frente a la «amenaza imperial»
La cumbre del ALBA, celebrada en su 21º aniversario, sirvió de plataforma para una demostración de unidad política. Nicolás Maduro, anfitrión del encuentro, presentó la misión energética inspirada en programas de cooperación previos del bloque, como la «Misión Milagro». El canciller cubano, Bruno Rodríguez, apoyó inmediatamente la iniciativa, describiéndola como una muestra de la «solidaridad y cooperación entre pueblos hermanos» que define al ALBA.
Más allá de la retórica, el plan busca consolidar una alianza económica y política clave. Venezuela es el principal sostén energético de Cuba, y esta, a cambio, ha proporcionado servicios de seguridad e inteligencia al gobierno de Maduro. La misión propuesta representa un intento de los gobiernos del bloque de mostrar cohesión y resistencia frente a la presión de Estados Unidos, en un momento en que ambos regímenes enfrentan desafíos internos por la crisis económica y el descontento social.
Un futuro eléctrico incierto para la isla
Aunque el anuncio del ALBA ofrece un marco de cooperación, los detalles concretos de la misión—los recursos, el cronograma y el mecanismo de ayuda—aún no se han hecho públicos. La efectividad de este plan regional se verá fuertemente limitada por la capacidad misma de Venezuela, cuya industria petrolera está bajo asedio por las sanciones y cuya economía depende en un 87% de las exportaciones de crudo.
Con un sistema eléctrico al borde del colapso, una población exhausta y una red de suministro de combustible bajo amenaza constante, Cuba se enfrenta a una encrucijada. La «Misión Internacional de Energía» del ALBA llega como un gesto político vital para el gobierno de La Habana, pero la solución duradera a los apagones que sumen en la oscuridad a millones de cubanos parece depender de cambios mucho más profundos, tanto internos como en el escenario geopolítico que la rodea.




