Un nuevo femicidio enlutó a La Rioja. Deolinda del Valle Torres, de 31 años, fue asesinada presuntamente por su ex pareja y padre de sus cuatro hijos, Santiago Condorí, quien también hirió de gravedad a un joven que estaba con ella. La víctima había ido a la Fiscalía de Violencia de Género a pedir ayuda, pero le dijeron que vuelva después de la feria judicial.
En la denuncia, Deolinda cuenta que la primera vez que Conodorí le pegó fue un año después de conocerlo, a los 14 años. Él era cuatro años mayor. Aquel primer episodio de violencia fue contundente: le dio una trompada en la boca. Lo que siguió fue una pesadilla que la psicóloga que la vio consideró que fue real. «Se observaron indicadores homologados de violencia psicológica y física», advirtió en el informe que presentó. Y recalcó en letras mayúsculas que «se puede inferir que su riesgo de vida es muy alto».
Deolinda contó en la Fiscalía de Violencia de Género que aquel 25 de noviembre Condorí la quiso matar. La ahorcó hasta desmayarla. Luego la despertó a cachetazos y la siguió asfixiando con sus manos. Todo había empezado porque él no encontraba una cuchilla para cortar carne que había afilado. Luego le dijo «fea» y «negra». Y la atacó delante de uno de sus hijos, de 4 años. «Papá, no la mates, por favor no le pegues más», alcanzó a decirle. Más tarde ese día él le pediría disculpas y le prometería el cielo en la tierra.
No era la primera vez que llevaba la violencia al extremo. En alguna ocasión le dio dos puntazos. Los episodios de agresiones eran incontables y se multiplicaban cuando él se emborrachaba.
«Él era posesivo, actuaba como su dueño. Por ejemplo, no dejaba que fume», contó su amiga Verónica.
La pareja se había separado luego del nacimiento de su segundo hijo, pero volvieron a estar juntos y tuvieron otros dos niños. «Vos nunca me tenés que dejar a mí», le advirtió Condorí ese 25 de noviembre después de que despertara , según el testimonio de la víctima. «Le dije a mi mamá que venga a buscar a los chicos, mirá si te mato delante de ellos», planteó con naturalidad.
Deolinda trabajaba sirviendo la copa de leche en el comedor de su barrio. El gobierno provincial le retribuía con el pago del plan «Ellas hacen». Vivía en un contexto de pobreza. Él era albañil. Hace unos meses se habían separado.
A partir de la denuncia de Deolinda y por recomendación del fiscal Marcial Cerezo, el juez Gustavo Farías, el mismo que ahora tiene la causa por el femicidio, había dictado una orden de restricción, que no bastó para protegerla. En algún momento que sus familiares y amigos no recuerdan con exactitud, la joven madre volvió a la fiscalía para denunciar que Condorí la seguía amenazando. Dijo que tenía pruebas y mostró el celular. «Escuchen los audios», rogó. «Estamos de feria, volvé en febrero», le contestaron.
«No la escucharon», lamentó hoy su hermano Daniel Torres en una conferencia de prensa en la que convocó a una movilización de protesta para mañana en la Plaza 25 de Mayo. «Seguro que en la marcha vamos a tener las imágenes de cientos de policías custodiando y cuando hemos pedido socorro no nos han escuchado. Es una vergüenza que ayer había 40 patrulleros afuera de la casa de Deolinda, pero cuando ella pidió ayuda no hubo ninguno», sentenció.
El juez Farías recordó a los medios que Condorí se presentó ante la policía en diciembre, luego de ser notificado de la orden de restricción. Tenía una queja contra Iván Herrera, el joven de 25 años que estaba con Deolinda el día que la mataron. Al parecer, habían empezado una relación sentimental. Condorí se oponía. «Les puede hacer algo a mis hijos», alegó en la comisaría.
Cuando Condorí llegó el lunes a la casa que había compartido con Deolinda en el barrio Onetto, Herrera estaba dentro de la vivienda. De acuerdo a la principal hipótesis que manejan los investigadores, tenía en sus manos una barreta, que la madrugada siguiente sería hallada por la policía junto a unos guantes ensangrentados. Deolinda intentó defenderse de su agresor, pero recibió varios golpes en el cráneo. Falleció camino al hospital.
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