El alto comisionado de la ONU para los derechos humanos, Zeid Ra’ad Al Hussein, instó hoy a Israel a que ponga fin a la ocupación de los territorios palestinos, donde la gente está «enjaulada en tugurios desde que nacen hasta que mueren».
«La ocupación debe terminar, de modo que el pueblo de Palestina pueda ser liberado», sostuvo el alto comisionado al inaugurar una sesión urgente del Consejo de Derechos Humanos, convocada para debatir la represión contra los palestinos en Gaza.
Zeid afirmó que desde el pasado 30 de marzo, cuando manifestantes palestinos iniciaron protestas pacíficas para reclamar su derecho al retorno a las tierras ocupadas por Israel, 87 civiles han muerto por disparos de las fuerzas de seguridad israelíes.
Mas duro aún fue el relator especial de la ONU sobre los derechos humanos de los palestinos, Michael Lynk, quien sostuvo que el «asesinato deliberado» perpetrado por el Ejército israelí contra los palestinos «es un crimen de guerra».
Link denunció que ese tipo de acciones también violan gravemente las Convenciones de Ginebra, que rigen el Derecho Internacional Humanitario.
Agregó que cualquier condena de lo que ha ocurrido en Gaza «es vacía si no está acompañada de una persecución ante la Justicia y de una rendición de cuentas».
El relator cifró en «más de un centenar» el número de manifestantes muertos «a manos de las fuerzas israelíes» y en más de 12.000 los heridos, muchos de ellos con lesiones «devastadoras», citó la agencia de noticias EFE.
«Las protestas en Gaza han sido casi totalmente pacíficas y sin armas. Miles y miles han marchado, cantado, protestado contra sus condiciones de vida y reclamado el derecho a un futuro mejor», dijo el relator, quien hace el seguimiento de la situación de los derechos de los palestinos en los territorios ocupados por Israel.
Frente al discurso del gobierno israelí de que ha actuado en defensa propia, Link explicó que «algunos han arrojado cocteles molotov o arremetido contra la valla de alambres en la frontera de Gaza, pero la gran mayoría ha actuado de forma no violenta en las últimas siete semanas».
«Su única arma ha sido la mayor y más antigua aspiración del ser humano: vivir en libertad en su propia tierra», concluyó.