Anna Mae Blessing, una mujer de 92 años, fue detenida por cometer un crimen realmente increíble: matar a su hijo, pero la noticia no termina allí, sino que la razón por la que cometió el asesinato resulta más insólita aún.
La anciana fue detenida en su vivienda en Fountain Hills, cerca de Phoenix (Arizona, EE.UU) por matar con una pistola a su hijo de 72 años, presuntamente porque éste quería llevarla a una residencia de ancianos. La pareja de su hijo, de 57 años, logró quitarle las dos armas que tenía escondidas y llamó a la policía, que la encontró sentada en una mecedora en su habitación. «Me quitaste la vida, así que yo me llevo la tuya», aseguró la mujer de forma espontánea cuando los agentes la sacaban de la vivienda, según consta en el acta policial.
La arrestada explicó a los agentes que llevaba varios días pensando en las intenciones de su hijo de internarla en un centro para mayores. «Siempre es preocupante cuando los problemas domésticos derivan en violencia o tienen resultados trágicos», declaró Paul Penzone, jefe de policía en EE.UU. «A menudo, son casos aislados, no predecibles, ni prevenibles», acotó.
Según la declaración policial de Blessing, escondió dos pistolas en los bolsillos de su bata, fue al dormitorio de su hijo y comenzó una discusión que terminó de forma trágica. La novia de su hijo, cuya identidad no ha trascendido, contó a los investigadores que la mujer, que llevaba viviendo con ellos unos seis meses, recriminó a su hijo que no le gustaba la forma en que la trataba. La nuera aseguró que se apartó para no meterse en la discusión y que, después, escuchó un disparo y vio a su pareja tendida en el suelo, cerca de la entrada al baño.
La detenida está acusada de asesinato en primer grado, asalto agravado con arma mortal y secuestro. El juez le impuso una fianza de 500.000 dólares. Según su relato, después de matar a su hijo intentó quitarse la vida, pero no le quedaban armas. Tenía las pistolas desde los años setenta. Una la compró ella, y estaba registrada, y la otra se la dio su marido, y no lo había declarado. Las guardaba en el suelo de su habitación, debajo de un estante. Los agentes le preguntaron qué creía que iba a pasar ahora con ella. Blessing contestó que creía que deberían «ponerla a dormir» por sus acciones.
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