El excapitán del ejército Jair Bolsonaro, que en su día fue considerado como ajeno a la política y de quien sus compañeros legisladores se burlaban por sus posiciones de extrema derecha, por el uso constante de improperios e incluso por su vestimenta casual, asumirá como presidente de Brasil el martes.
Partidario del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, este veterano congresista de 63 años llegó al poder con una agenda contra la corrupción y a favor de las armas que ha impulsado a los conservadores y a los partidarios de la ultraderecha tras cuatro elecciones presidenciales consecutivas en las que salió victorioso el izquierdista Partido de los Trabajadores.
Bolsonaro es el último de varios líderes de ultraderecha que llegaron al poder en el mundo aprovechando una oleada de resentimiento hacia el poder establecido y con la promesa de quebrar el statu quo.
«Lloraré» al ver a Bolsonaro tomar posesión del cargo, dijo Paulo de Sousa, un profesor de Río de Janeiro que viajó a la capital, Brasilia, para la ceremonia. «Será un año maravilloso. Tenemos que ayudar a nuestro presidente a lograrlo. Habrá trabajos, salud y paz».
Brasilia se blindará para el acto con 3.000 agentes de policía. Además se desplegarán tanques, aviones de combate e incluso misiles antiaéreos.
El incremento de la seguridad responde a un pedido de Bolsonaro. En septiembre, un hombre armado con un cuchillo lo apuñaló perforándole el intestino en un acto de campaña y desde entonces tiene que usar una bolsa de colostomía. Sus hijos, que también son políticos, insisten en que su padre podría ser el objetivo de radicales, pero funcionarios de seguridad no han hablado de amenazas.
Bolsonaro no se ha moderado desde su elección en octubre, y progresistas y liberales critican posiciones que consideran antihomosexuales, sexistas y racistas.
El nuevo presidente, que pasó casi tres décadas en el Congreso, también recibió críticas desde el extranjero por sus planes para revocar legislación sobre el Amazonas y por su desinterés en los programas sociales en uno de los países más desiguales del mundo en cuanto a ingresos.
En el frente económico, se desconoce hacia dónde guiará Bolsonaro a la mayor economía de Latinoamérica ya que durante la campaña cambió el rumbo de las posturas de estadistas anteriores con promesas para emprender reformas favorables a los mercados.
También se comprometió a revisar el sistema nacional de pensiones y a privatizar varias empresas estatales, lo que le valió un amplio respaldo entre los actores financieros.
Bolsonaro señaló que priorizará la lucha contra la delincuencia en una nación que lleva años registrando la mayor tasa anual de homicidios del mundo. Más de 63.000 personas fueron asesinadas el año pasado. Los grupos de defensa de los derechos humanos temen que su defensa de la violencia policía pueda proteger a los agentes de investigaciones por mala conducta y provocar más muertes extrajudiciales.
Los líderes extranjeros de más renombre que tienen previsto asistir a su toma de posesión están asociados también con movimientos de ultraderecha: el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, y el de Hungría, Viktor Orban.
Los presidentes izquierdistas Nicolás Maduro y Daniel Ortega, de Venezuela y Nicaragua, respectivamente, y a quien Bolsonaro considera dictadores, fueron desinvitados por el equipo de Bolsonaro luego de que el Ministerio de Exteriores les envió invitaciones. Estados Unidos estará representado por su secretario de Estado, Mike Pompeo.
Siete de los 22 ministros del gobierno de Bolsonaro formaron parte del ejército en el pasado, más que en cualquier otro gobierno de la dictadura brasileña (1964-1985). Esto elevó el temor entre sus opositores a una vuelta a un gobierno autocrático, pero Bolsonaro insistió en que respetará la Constitución. El vicepresidente del país será el general retirado Hamilton Mourao.
El Partido Liberal y Social de Bolsonaro controlará 52 escaños de los 513 que conforman la cámara, el segundo mayor grupo tras el Partido de los Trabajadores.
Michael Shifter, presidente del centro de estudios Dialogo Interamericano, cree que el presidente tendrá problemas para conseguir cambios importantes.
«Los obstáculos son enormes, incluso en la comunidad empresarial. En algunos casos, las reformas necesarias chocarán con los intereses empresariales y los ingresos de un gran número de legisladores», dijo Shifter.