Épico, emocionante. Un triunfo que jamás olvidará: la tenista rosarina Nadia Podoroska, de 22 años, se llevó la medalla dorada en los Juegos Panamericanos de Lima tras imponerse por 2-6, 6-3 y 7-6 (7-4) ante la norteamericana Caroline Dolehide. Y además del oro, se marchará de Perú con muy buenas sensaciones deportivas y un boleto, casi asegurado, para los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. ¿Por qué «casi»? Porque uno de los requisitos que deberá cumplir la argentina para actuar en Japón será permanecer entre las 300 mejores del ranking de la WTA el 8 de junio del año próximo, luego de Roland Garros. Actualmente es 287º y estaría cumpliendo con la exigencia.
Lo de la rubia rosarina tiene un enorme valor, sobre todo, por su capacidad de recuperación: remontó dos 0-4, el primero en el segundo set y el segundo 0-4 en el tie-break definitorio. También levantó dos match points en contra. Terminó revolcada en el polvo de ladrillo; ese inmaculado blanco de su vestimenta quedó impregnado de naranja, en medio de la emoción del cuerpo técnico y el público, que pobló las tribunas del Lawn Tennis. Seguramente, es el título más importante de una carrera que se le hizo cuesta arriba, después de aparecer como una promesa.
Ahora, para que Podoroska, pueda actuar en Tokio, la Argentina no deberá superar el cupo que le corresponde. ¿Cómo es el reglamento? En total se concederán 56 plazas por género. Cada nación puede competir en cada género con cuatro jugadores como máximo en la prueba individual y dos parejas en dobles masculinos, femeninos y mixtos, con la limitación de que el número total de jugadores en cada género no pase de seis. De todos modos, en este rubro Podoroska no tendría inconvenientes ya que difícilmente por delante de ella, en junio de 2020, haya tenistas albicelestes por encima de su ranking de la WTA. Hoy, la única jugadora que está por encima de la posición de la rosarina es la sunchalense Paula Ormaechea (158º).
Podoroska, uno de los mejores proyectos del tenis femenino de la Argentina en los últimos años, ha padecido lesiones que frustraron el desarrollo de su carrera. Pero desde hace tiempo que está compitiendo «libre», sin molestias, y pudo demostrarlo en las canchas de polvo de ladrillo del Club Lawn Tennis, escenario de la competencia de tenis en los Panamericanos. Actualmente es entrenada por Emiliano Redondi y Juampi Guzmán.
Sus orígenes europeos
Los abuelos de Nadia son ucranianos y es la primera de la familia que se dedica al tenis, pero no la única deportista; Iván, su hermano, juega al handball. Podoroska tomó la raqueta por primera vez a los cinco años, en el club Fisherton, en su Rosario natal. Con el tiempo se fijó en las hermanas Serena y Venus Williams, pero de aquellos días en los que era muy pequeña dice que seguía por la televisión a los varones de la Legión Argentina, protagonistas en cada fin de semana en el tour.
«Mi papá jugaba al paddle y al squash, también tenía una mesa de ping pong, pero nada de tenis. De chiquita yo veía jugar a Guillermo Cañas. Quizás había jugadores mejores, pero me gustaba seguirlo. Después me hablaron de Gabriela Sabatini, pero nunca tuve la oportunidad de verla jugar; cuando era chica estaban Paola Suárez y Gisela Dulko, pero casi no las pasaban por la tele. Nunca tuve un espejo en la parte femenina. Recién después aparecieron las Williams. En varones me gusta cómo juega Novak Djokovic, tiene todos los golpes y me gusta su fortaleza mental en los puntos clave», le cuenta Podoroska a LA NACION.
Con 14 años y nueve meses, se convirtió en una de las argentinas de menor edad en conseguir puntos en el WTA Tour, por detrás de Gaby Sabatini (14 años y cinco meses) y Gisela Dulko (14 años y siete meses). Y habla sobre su papel de esperanza de un tenis femenino argentino que necesita figuras: «No lo veo como una presión. Quizá cuando era chica podía sentir algo así, pero después aprendí a disfrutarlo. Es una oportunidad, y para el tenis argentino es importante tener un junior que está surgiendo, y que pueda servir también como motivación para las chicas de 12 o 13 años. Todavía no hice nada, pero creo que voy por el camino correcto. No hay que pensar en la presión o en qué pasa si en algún momento me va mal, se trata de enfocarme en mi juego y en trabajar para mejorar, y después se darán los resultados».
Cuando tenía 10 años, dejó de jugar durante varios meses a causa de un problema familiar. Retomó con Carlos Rampello como entrenador, quien le vio condiciones para dedicarse a pleno. «El tenis empecé a tomarlo en serio en 2012, cuando dejé el colegio; esa fue una decisión que me costó, pero al mismo tiempo me hizo verlo más como una profesión», explica.
¿Cómo juega? Le gusta pegar desde la base, mandar en cada punto, y por eso arriesga bastante con sus impactos; su propuesta es agresiva, acorde con lo que se ve en el tenis de estos días. Ahora, terminó su excursión panamericana con un envión anímico, dando pelea hasta el último día y mostrando un corazón de hierro.