Un mes. Treinta días separan a River del principal desafío que se trazó el grupo para 2019, de un sueño que se replica en el ciclo de Marcelo Gallardo. Los trofeos internacionales se acumulan en las vitrinas del club desde que el Muñeco tomó las riendas, en junio de 2014: Copa Sudamericana, Recopa Sudamericana, Suruga Bank y la Copa Libertadores, el más preciado de todos, el que acelera el corazón de los hinchas de cualquier club del continente. Por primera vez en la historia, los millonarios jugarán dos finales consecutivas de ese certamen que resultaba esquivo en el pasado y que ahora se presenta amigable: el año pasado, después de levantar la Copa al ganar el superclásico en Madrid; ahora, con la oportunidad de repetir la experiencia en Santiago de Chile, en un desenlace a juego único en el estadio Nacional. La sede que fijó la Conmebol, sin embargo, podría ser modificada por las masivas protestas sociales que sumen al país en una grave crisis. Los desmanes y la represión militar dejaron un saldo de 15 muertos; el decreto de toque de queda por cuarto día consecutivo, por parte del ejército, señales de la compleja situación.
Más allá del 0-1, River salió airoso de la Bombonera, al igual que el año pasado, cuando con un 2-2 en el partido de ida perfiló la final para su lado; el vandalismo y el ataque al micro que transportaba al plantel xeneize al Monumental impidieron que la fiesta se desarrollara en Nuñez y se mudara al Santiago Bernabéu. También marcó el territorio en los octavos de final de 2015, cuando el encuentro se suspendió porque los futbolistas fueron agredidos con gas pimienta en la manga que conduce desde el vestuario visitante al campo de juego, cuando iba a disputarse el segundo tiempo y con el resultado 0-0. Hubo una tercera muestra de carácter: en las semifinales de la Copa Sudamericana 2014, River dejó su sello en la casa del rival de siempre: el empate sin goles significó el primer escalón de una serie que se definió con un gol de Leonardo Pisculichi, en el Monumental.
Ahora, tras eliminar el equipo que dirige Gustavo Alfaro, River esperará a Flamengo o a Gremio, que igualaron 1-1 en el juego de ida y esta noche disputarán la revancha en el mítico estadio Maracaná. Dos rivales con los que escribió capítulos, ante los que celebró y lloró. En 1982, los cariocas, que eran campeones defensores del título, se cruzaron en el camino de los millonarios en las semifinales. En aquel tiempo, para llegar a la instancia decisiva había que ganar una zona, compuesta de tres equipos: River compartió el Grupo A con los brasileros y Peñarol, que se clasificó primero y se impuso en la final ante Cobreloa. Las estadísticas fueron devastadoras para aquel plantel millonario, que perdió los cuatro partidos. Flamengo lo vapuleó 3-0 en el Monumental y 4-2 en el Maracaná; Zico, Junior y Tita, algunas de las estrellas del club con más torcedores de Brasil.
Pasaron 36 años para que River y Flamengo volvieran a cruzarse por la Copa Libertadores -los hubo por Supercopa y Copa Mercosur- y los cariocas sostuvieron el invicto, con dos empates: 2-2, en el estreno del Grupo D, en Brasil, y 0-0, en el juego que definió la zona, en el Monumental. La igualdad le posibilitó a River terminar en lo más alto de la tabla de posiciones, escoltado por Fla, que en los octavos de final fue eliminado por Cruzeiro.
Frente a Gremio, River también disputó cuatro encuentros por la Copa Libertadores. Nunca compartieron grupos. En 2002, la llave de octavos de final los descubrió en un mano a mano que no tuvo equivalencias: con pie cambiado desde el juego de ida, donde los tricolores festejaron el éxito 2-1, con tantos de Tinga y Gilberto, después que Coudet abriera el resultado en el Monumental; en el desquite, Gremio fue impiadoso con un 4-0 sobre la formación que dirigía Ramón Díaz y que contaba con futbolistas de la talla de Comizzo, Demichelis, Celso Ayala, Ledesma, Ortega, Cambiasso o D’Alessandro.
Dieciséis años más tarde, las semifinales le dieron desquite a River frente al conjunto de Porto Alegre, que deseaba revalidar el título que celebró ante Lanús en 2017. Michel enmudeció el Monumental y los gaúchos tomaron una ventaja que provocó una revancha de tensión, discusiones, acusaciones. El estadio Arena do Gremio fue el escenario de un juego que enseñó el carácter y el temple que le imprime Gallardo a sus equipos. Léo Gomes marcó en el primer tiempo para Gremio y el Muñeco, que cumplía una suspensión de cuatro partidos, bajó al vestuario para darle instrucciones a sus jugadores, infligiendo la sanción. Un gol del colombiano Borré y otro de Pity Martínez, de penal, después de que el árbitro uruguayo Andrés Cunha recurriera al VAR para observar una mano del zaguero Bressan, en el último minuto de partido.
Con Flamengo o Gremio, River podría saldar un nuevo pagaré bajo la conducción de Gallardo. En 1966 y en 1976, el estadio Nacional de Santiago, fue escenario de derrotas, de las dos únicas finales que perdieron los millonarios, que allí jugaron partidos desempates. En 1966 fue Peñarol, de Urugua, quien lo doblegó; en Montevideo, los uruguayos se habían impuesto 2-0 y River ganó 3-2 en Buenos Aires. Con goles de Daniel Onega y Jorge Solari, el equipo que dirigía Renato Cesarini se marchó al entretiempo con un alentador 2-0; de regreso, Alberto Spencer y Julio Abadie lograron la igualdad y en el tiempo suplementario, otra vez el ecuatoriano Spencer y Pedro Rocha desataron el festejo charrúa y sumieron en la desazón a los millonarios. Diez años después, River cayó con Cruzeiro, que lo goleó 4-1 en Belo Horizonte; en el Monumental, River se recuperó y celebró un 2-1. Otra vez el viaje al estadio Nacional, de Santiago, y el golpe: a dos minutos del final, Cruzeiro ganó 3-2.