La celebración del Día Nacional del Boludo busca revalorizar un término cargado de connotaciones, destacando las virtudes de la integridad y el altruismo en un contexto que a menudo prioriza la astucia y la manipulación.
En Argentina, la palabra «boludo» posee múltiples significados, desde amistosos hasta peyorativos, dependiendo de la entonación y el contexto. Sin embargo, este término también revela aspectos profundos de la identidad y los valores de la sociedad argentina. El Día Nacional del Boludo, celebrado por primera vez el 27 de junio de 2009, intentó revalorizar este término, destacando las virtudes de las personas que actúan con buenas intenciones y sin esperar nada a cambio.
A pesar de este intento de revalorización, en la sociedad argentina persiste la tendencia a preferir ser visto como corrupto o malvado antes que como un «boludo». En este contexto, ser considerado corrupto o delincuente puede implicar astucia y habilidad para manipular el sistema en beneficio propio, lo cual, aunque negativo, puede ser visto con cierta admiración. En contraste, el «boludo» es percibido como alguien débil y sin poder, relegado a una posición de desventaja.
La celebración del Día Nacional del Boludo se inspiró en historias de personas que devolvieron grandes sumas de dinero encontradas, actos inicialmente considerados «boludos» por no aprovechar la oportunidad de quedarse con el dinero. Sin embargo, la agencia publicitaria detrás de esta campaña argumentó que estas personas eran ejemplos de integridad y nobleza. A pesar de este esfuerzo, el estigma asociado a ser un «boludo» persiste, en una sociedad marcada por la desconfianza y la admiración hacia la «viveza criolla».
La paradoja se profundiza cuando se observa que muchos argentinos prefieren ser vistos como malvados o psicópatas antes que como boludos. Ser malvado o psicópata implica una cierta fuerza y dominio sobre otros, cualidades que, aunque moralmente cuestionables, son admiradas en ciertos contextos por su eficacia y poder. El «boludo», en cambio, es visto como alguien sin la capacidad de imponerse o influir en su entorno.
El Día Nacional del Boludo es una oportunidad para reflexionar sobre los valores y prioridades de la sociedad argentina. Aunque ha habido esfuerzos esporádicos por revalorizar la figura del «boludo», la cultura predominante sigue valorando más la astucia y la capacidad de manipulación que la integridad y el altruismo.
Esta disonancia entre la celebración de valores nobles y la realidad de las percepciones sociales subraya gran parte de la identidad argentina. Ser visto como un «boludo» sigue siendo peor que ser un corrupto, un malvado o incluso un delincuente. Los funcionarios, y especialmente los presidentes argentinos, pierden instantáneamente el respeto social si son clasificados como «boludos», pero no si son vistos como dementes, malversadores o inescrupulosos ventajeros.
El caso de la crisis bancaria de 2001/2002 ilustra esta percepción. Muchos ahorristas no solo estaban enojados por perder sus ahorros, sino que se sentían «boludos» por haber confiado en las promesas de los bancos. Este sentimiento de haber sido ingenuos y confiados alimenta una desconfianza generalizada y una preferencia por la astucia sobre la integridad.
Fuente: Infocielo