El sueño de Del Potro chocó contra una pared. Lo destrozó una máquina, un jugador al que no hay que dejarle un mínimo resquicio porque una vez que toma las riendas no las suelta más. El número uno del mundo, Rafael Nadal, en su superficie favorita, el polvo de ladrillo, y en su torneo fetiche, Roland Garros, fue una vara demasiado alta para el argentino.
Más allá de la derrota contundente 4-6, 1-6, 2-6 (en 2h14min de juego) Delpo se va de París con la cabeza en alto y el premio de volver al puesto número cuatro del ranking.
Hace diez días cuando París se vestía de gala para recibir a los mejores tenistas del mundo ni el argentino más optimista hubiera imaginado que Juan Martín Del Potro iba a estar jugando por un pasaje a la final de Roland Garros.
Es más, el propio tandilense especuló hasta el último instante para definir si jugaba el certamen o prefería no arriesgar tras su lesión en Roma y ponerse a punto para la temporada en superficies duras, sus favoritas. Pero Delpo lo logró y dijo presente en una nueva gran cita.
Como suele ocurrir cuando Nadal está en frente, no hay margen para dejar pasar las oportunidades.
Le quedó claro al Peque Diego Schwartzman en los cuartos de final y también a Delpo, que fue de mayor a menor en la semifinal. Arrancó muy activo y con varias chances de ganar la pulseada del primer set, pero terminó desinflado y arrasado por el español.
El ritmo del inicio fue vertiginoso. Nadal intentaba mover por toda la cancha al tandilense, que respondía bien plantado desde la base con sus habituales martillazos de derecha.
En ese escenario, fue Del Potro quien más chances tuvo de desnivelar. Contó con seis posibilidades de quebrar el saque del español -en dos juegos estuvo 0-40-, pero no logró dar el toque final.
Esos detalles agrandaron a Nadal, que no estaba en su día más lúcido. Es más, en el noveno juego, el mejor punto de la primera manga se lo llevó Delpo con un toque sutil de revés tras un peloteo corto en la red.
Así y todo Rafa supo golpear cuando el partido lo pedía y en su segundo punto de break se llevó el set 6-4.
La bisagra fue el primer set; ahí Rafael Nadal empezó a inclinar la balanza. EFE
El escenario se mantuvo en el segundo set. Otra vez Nadal pudo y Delpo se quedó en la orilla. Con el saque de Nadal, Delpo jugó corto y el número uno del mundo levantó el break point con un drive esquinado por la paralela. Y en cambio cuando sacó el tandilense dejó dos derechas en la red y perdió su servicio.
Ese arranque fue un bache en el buen rendimiento del argentino. Y nunca más pudo salir. Cometió siete errores no forzados en los primeros tres games. Del otro lado, irrumpió el gigante. Sin necesitar de su primer saque (apenas superaba el 50% de efectividad) Rafa dominó desde la base. Ya no sólo con su tenis sino con su cabeza.
Tantas chances desperdiciadas jugaban en contra en la cabeza del tandilense y potenciaban al mallorquín, que hilvanó siete games consecutivos y se llevó el segundo set 6-1.
Lo trituró mentalmente. Lo convirtió en un rival más. El Del Potro del tercer set deshilachado en lo físico y sin punch con sus golpes, no se parecía en nada al que había arrancado el partido de igual a igual.
El cierre (6-2 en el tercero) fue a pura soberbia para Rafa, que llega a la final del domingo frente a Dominic Thiem con el animo en alza y nuevamente como el gran favorito en Grand Slam francés.
Fue la undécima semifinal de Roland Garros para Nadal. Fue la undécima victoria. Una vara demasiado alta para el sueño de Delpo, quien ahora buscará hacer su camino en superficies duras con la mira en Wimbledon.
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