¿Cuántas veces se habrán preguntado por qué comen hierba, a veces para vomitar unos minutos más tarde?
Un falso mito dice que lo hacen para purgarse, pero no es así.
¿O acaso sus mascotas siempre vomitan después de comerla? ¿Y por qué no suelen mostrar síntomas de encontrarse mal antes?
Simplemente, porque la purga no siempre es una explicación válida.
Un reportaje de la BBC explica qué se sabe realmente sobre por qué perros y gatos comen plantas y si es bueno o no permitirlo.
Empezaremos por los gatos.
Un hábito común
La mayoría de los dueños de gatos (si es que alguien es verdaderamente capaz de adueñarse de un animal tan independiente) te dirán que si Micifúz zampa un poco de hierba y luego vomita, es que está teniendo problemas estomacales y lo hace para purgarse.
Eso no es necesariamente cierto. En realidad, los gatos, esas mascotas tan sigilosas a las que nunca vemos satisfacer sus necesidades fisiológicas, comen hierba todo el tiempo.
Sus dueños solo se dan cuenta de esa práctica cuando encuentran vómitos verduzcos en el suelo.
Investigadores de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de California en Davis (EE UU) prepararon un trabajo de investigación cuyo protocolo consistía en que más de mil dueños de gatos (el único requisito era que los felinos tuvieran acceso a un jardín) pasaran al menos tres horas al día observando el comportamiento de su mascota.
Como muchos propietarios de felinos sospechaban, comer hierba es un hábito extremadamente común: el 71% de los animales lo hicieron al menos seis veces en el período de observación y el 61% más de diez veces.
Solo un 11% no mostró prácticas vegetarianas.
Mientras que el 39% de los gatos jóvenes (tres años o menos) comía plantas todos los días, solo el 27% de los mayores de cuatro lo hacía.
Comer plantas es instintivo y hacerlo supone (o al menos suponía) un beneficio evolutivo para los felinos.
Basándose en investigaciones realizadas en animales salvajes, la hipótesis de los investigadores es que la ingesta de hierba es una estrategia innata que probablemente evolucionó por primera vez en un ancestro salvaje (desde 2017, gracias a un trabajo de investigación publicado en Nature, sabemos que todos los gatos tienen un ancestro común) para aumentar la actividad muscular en el tracto digestivo y ayudarlos a expulsar los parásitos intestinales.
La investigación también respalda la hipótesis de que los animales jóvenes aprenden a comer plantas de los adultos.
¿Y los perros?
Esa conclusión refleja lo que el autor principal de la ponencia, Benjamin L. Hart, encontró en un estudio similar publicado en 2008 que analizaba la frecuencia del consumo de plantas en perros.
En esa investigación, el equipo también descubrió que los perros rara vez presentaban enfermedades antes de comer hierba y que el vómito era una consecuencia relativamente rara de comerla.
Además, la investigación también concluyó que la frecuencia de ingerirla no estaba relacionada con la dieta del perro o con la cantidad de fibra que engullía, lo que sugiere que no estaban tratando de compensar alguna deficiencia dietética.
En ambos casos, Hart y su equipo plantean la hipótesis de que los animales más jóvenes comen más hierba porque su sistema inmunológico no es tan bueno para mantener a raya a los parásitos, y porque el estrés nutricional es más perjudicial para los animales en crecimiento que para los perros y gatos adultos. Y otro problema no resuelto es la Infecciones de orejas en perros.
También señalan que los gatos parecen comer menos hierba que los perros, lo que podría deberse bien a que las infecciones parasitarias eran menos frecuentes entre las especies ancestrales felinas, bien a que el hábito gatuno de enterrar sus heces y evitar las de los demás reduce la propagación de parásitos en comparación con los perros, que son muy aficionados a meter el hocico en asuntos ajenos.
El resultado es que comer hierba no es una señal reveladora de que un animal esté enfermo y, lo que es más importante, es un comportamiento instintivo que incluso el propietario más diligente no podrá impedir.