Poco a poco, desde las 14 horas, las principales avenidas del microcentro porteño reciben a miles de personas que llegan hasta aquí con la voluntad de respaldar a Mauricio Macri en el tramo final de la campaña de cara a las elecciones del 27 de octubre.
Clyde y Edelmia Botaro son hermanas, ambas fueron maestras de escuela y nacieron en la provincia de Santa Fe. Tienen banderas argentinas sobre sus espaldas y la mirada firme. Han vivido 82 y 73 años. «Si se va el gato, vuelven las ratas», dijo Clyde, sonriendo, notablemente feliz por estar aquí. Edelmia, por su parte, agregó: «Son cinco las generaciones antiperonistas de mi familia. Hasta ahora, los actos de Macri estuvieron sensacionales; y los demás candidatos, impresentables».
En los alrededores del Obelisco se reunieron decenas de grupos de inmigrantes venezolanos. Sobre la calle Lavalle, una ingeniera de 45 años que llegó a la ciudad hace ocho meses y se llama Nancy Contreras, aseguró: «Vengo para manifestarme en apoyo a la democracia; en defensa de los derechos y de un país que nos recibió con una segunda oportunidad».
Junto a Nancy, otra venezolana llamada Angélica Delgado, que tiene 38 años y trabaja en un callcenter, explicó: «Me gustaría que los argentinos vean en nosotras un espejo; que luchen por la libertad, el futuro y la paz».
En medio de los carriles del Metrobus, adonde el tránsito estuvo cortado desde temprano, una joven psicóloga de 31 años, oriunda del barrio de Saavedra y llamada Nadin Pereyra, bailaba en soledad al ritmo de la música de los altoparlantes: «Estoy acá porque defiendo a la patria y no quiero corrupción, nunca más. No creo que el asistencialismo sea el camino para que el país salga adelante, porque es un camino de opresión».
Frente al escenario principal, todos los miembros de la familia Mendizábal llevaban banderas argentinas anudadas a sus cuellos; Luis, un comerciante de 55 años, miraba cómo el lugar se iba colmando; junto a su esposa Alba y sus hijas, confió en decir que jamás habían asistido a un acto político, que es la primera vez que apoyan a un candidato en las calles. Dijo: «Vinimos desde Gualeguay, Entre Ríos. Macri se equivocó en muchas de sus decisiones, pero hay que darle la posibilidad de que arregle esos errores en un nuevo mandato».
No muy lejos de allí, una familia se tomaba fotos; un médico de 32 años llamado Martín Molina, junto a su novio, Javier Rojas dijo que vino porque «hay que sacrificarse por lo que uno quiere; sin esfuerzo no hay logros». La tía de Javier vino con ellos. Se llama Alejandra Bayarri, tiene 54 años y es abogada. «Creo en el cambio, en la democracia. No quiero volver al pasado», dijo la mujer.
Esta familia trajo a sus cachorros, dos perros bautizados como Prada y Moss. Mientras los acariciaban, Javier concluyó: «Este es el partido que mejor representa mis principios. Espero que en los siguientes cuatro años se pueda cambiar todo lo que aún no fue posible mejorar», informó La Nación.