La final de la Copa Libertadores se jugará en Lima. Así quedó establecido en la reunión que mantuvieron los presidentes de River y Flamengo, los dos finalistas, con las autoridades de la Conmebol. Se disputará el sábado 23 de noviembre, como estaba previsto, a las 17 hora local (las 19 en nuestro país). Hay dos escenarios posibles: el estadio Nacional o el Monumental. Todavía no está resuelto.
«Consenso hubo, rápido no fue. Venimos trabajando sobre una ciudad hace más de un año, tuvimos que buscar la opción más viable», dijo el presidente de la Conmebol, Alejandro Domínguez. Y añadió: «Creemos que la oferta de Lima garantiza que nosotros podamos cumplir con las personas que han comprado el ticket. El aeropuerto, además, tiene gran conectividad aérea».
«Es una pena no jugar en Santiago, es parte de la realidad. El dinero se va a devolver. Bienvenida Lima, siento orgullo por River de estar enfrentando al Flamengo. Será una gran fiesta», afirmó Rodolfo D’Onofrio, presidente de River, al lado de su tocayo Landim, mandamás de Flamengo.
Las finales de la Copa Libertadores parecen perseguidas por una maldición. Después del bochorno del año pasado, que terminó con la decisión de llevar el encuentro decisivo entre Boca y River fuera del continente americano, otra vez la sede tambaleó. Con Santiago ya descartada por el conflicto social en Chile y las amenazas de protesta para cuando eventualmente se jugara el partido, en Asunción se celebró una cumbre que fue decisiva para terminar con las incógnitas.
Desde las 14.30, en la sede de la Conmebol en Luque se llevó a cabo el cónclave previsto entre directivos de la Conmebol, River, Flamengo de Brasil y las asociaciones de Argentina, Brasil y Chile. Desde la entidad sudamericana, en medio de este escenario de dudas, asomaron certezas que fueron determinantes.
La Conmebol mantuvo el sábado 23 de noviembre como día de la final. Y también, que el encuentro no salga de Sudamérica, más allá de propuestas económicas pesadas (de Miami y Qatar) que apuntaban a eso. También en las últimas horas se mencionó la posibilidad de que la sede de la gran final sea Medellín, pero rápidamente quedó descartada.
Con el correr de las horas también se desechó Montevideo. Es que el fin de semana de la final en Uruguay hay balotaje para elegir Presidente del país. Con otro problema: si se hubiera postergado una semana el encuentro, el Centenario no podría haber sido la sede producto de sus problemas con la iluminación.
En los últimos días, al comprobar que el clima de violencia en Chile no cedía, desde la Confederación Sudamericana de Fútbol empezaron a juntar alternativas por si no se podía jugar en Santiago.
El escenario, entonces, quedó limitado a la elección entre dos ciudades: Asunción o Lima. Las capitales de Paraguay y Perú tenían una ventaja agregada: los dos equipos tendrían que recorrer distancias similares. Finalmente, después de largas negociaciones se inclinaron por la capital peruana.
En primer lugar, la opción más viable para la Conmebol era Asunción. ¿Por qué? Este sábado se disputará en la capital paraguaya la final de la Copa Sudamericana, entre Colón e Independiente del Valle. El escenario (La Nueva Olla, el estadio de Cerro Porteño) ya quedaría preparado para albergar otra final. Pero tenía una contra: como la capacidad es cercana a los 45 mil espectadores, se recortarían más de 3 mil entradas ya que el aforo del estadio Nacional de Santiago es de 48 mil personas (44 mil por disposición de la Policía local). Y ambos clubes tendrían inconvenientes con sus socios e hinchas.
Había otra complicación en Asunción: entre el 21 de noviembre y el 1° de diciembre se juega el Mundial femenino de fútbol playa, por lo que la capacidad hotelera está reducida.
Mientras tanto, con el correr de las horas, Lima tomó más fuerza. El estadio Monumental tiene capacidad para 80 mil personas, lo cual da la posibilidad de albergar más gente que en el estadio Nacional de Santiago. Allí juega Universitario, uno de los clubes más grandes de Perú. El estadio Nacional de Lima tiene un aforo para 50 mil espectadores.
Para que pudiera jugarse en Lima, primero tuvo que resolverse un conflicto político. Es que existían diferencias entre la Conmebol y la Federación Peruana de Fútbol. De hecho, la capital peruana iba a ser la sede de la final de la Copa Sudamericana y la bajaron. En las últimas horas, según pudo saber Clarín, hubo charlas para limar asperezas.
«Lamentablemente, cuando se había pensado en la final única para la Sudamérica, hubo cambio de Gobierno repentino en el país y en la FPF que nos imposibilitaba tener con quien trabajar. Esta situación se normalizó. Ahora, la propia FIFA volvió a concederle la sede del Mundial Sub 17, que tenía que ver con la falta de autoridad, pero ya está todo restablecido», explicó Domínguez.
Una de las razones por las que se había mantenido casi hasta el final la plaza de Santiago -a pesar del caos social que impera en las calles y de que el presidente del país trasandino, Sebastián Piñera, decidió suspender la realización de las cumbres internacionales de la COP25 y la APEC que iban a celebrarse en la capital chilena a fines de este mes-, era la gran cantidad de dinero que Chile invirtió para llevar a su territorio la primera final única de la Copa Libertadores. Pero la Conmebol le pidió a Chile los gastos de cancelación de la final. Y a los chilenos que compraron entradas, se les reembolsará el dinero.
Las declaraciones de la semana pasada de la ministra de Deportes de Chile, Cecilia Pérez («El gobierno nos dio el apoyo para realizar la final de la Libertadores en Santiago; el fútbol puede ser una buena oportunidad para unir», dijo), no cayeron bien en la población. Tanto es así que desde el fin de semana hubo grupos de chilenos que convocaban a través de las redes sociales a una marcha masiva para el sábado 23 con la intención de boicotear el partido y demostrar el descontento social, para que no hubiera fútbol y sí una exposición internacional del conflicto que atraviesa el país.
El sábado, tras la victoria sobre Aldosivi en Mar del Plata, el entrenador de River había manifestado su preocupación. «Me inquieta lo que pasa en Chile. Es preocupante para el pueblo chileno. Están en una situación delicada y espero que se pueda resolver por el bien de su gente. En ese contexto, nuestro partido pasa a segundo plano. Esperemos que se pueda resolver y si no, tener más precisión hacia adónde vamos a ir», expresó Marcelo Gallardo, así lo reseñó El Clarín.