Un libro de fotografías de Jo Wood recuerda con imágenes los tiempos más convulsos, aquellos en los que todo estaba permitido porque eran jóvenes estrellas.
es la primera vez que se habla de los excesos de los integrantes de los Rolling Stones. Algunos de ellos lo han hecho para declarar después que esos pecados son cosas del pasado y que actualmente viven una vida más sana y ordenada. Pero ahora un nuevo libro de fotografías, realizadas por Jo Wood, que fue esposa de Ronnie Wood, guitarrista del grupo, recuerda con imágenes sus tiempos más convulsos, aquellos en los que todo estaba permitido porque eran jóvenes, tenían éxito y eran estrellas del rock and roll.
La misma Jo Wood ha contado en el diario británico Daily Mail cómo conoció al que terminó siendo su marido y cómo su relación le permitió viajar junto al resto del grupo y participar en su estilo de vida acompañada de una cámara con la que inmortalizó momentos a los que muy pocos han tenido acceso.
Jo conoció a Ronnie Wood en 1977 en una fiesta en Kensington. Él le enseñó una portada de un disco del grupo para que supiera con quién estaba tratando y ella le mintió diciendo que trabajaba en unos grandes almacenes vendiendo galletas mientras pensaba que era un pretencioso.
Se vieron durante dos semanas y después Wood la invitó a volver a encontrarse en París. Cuando Jo llegó a la capital francesa sin dinero y se presentó en el hotel, el guitarrista no estaba allí y terminó durmiendo en una de las habitaciones sin saber cómo lograría marcharse al día siguiente sin pagar.
Por suerte el miembro de los Rolling apareció a las seis de la mañana y cuando entró en la habitación lo seguía otro hombre que tenía prisa por entrar. «Ni siquiera me miró», relata Jo Wood y agrega: «Simplemente se sentó en el suelo, comenzó a hurgar en una bolsa, sacó una cuchara de plata, un bote con pastillas y un encendedor.
En unos segundos se estaba drogando con una jeringa a través de la campera que llevaba puesta. Esperó un poco mientras las drogas hacían efecto y después me miró y dijo: ‘Un placer conocerte, querida. He oído hablar mucho de ti».
Era Keith Richards. Los tres pasaron el día hablando y bebiendo hasta que cayeron exhaustos con Keith dormido a los pies de la cama. Todavía le esperaba una sorpresa a la novia novata: «Cuando Keith se despertó propuso: ‘Vamos a mi departamento’. Yo no podía creer que tuviera casa en París y hubiéramos estado todos durmiendo en esa minúscula habitación», cuenta Jo Wood.
Según ella, Keith se comportaba como un niño travieso y le pareció un personaje brillante y fascinante. Pasaba las noches junto al grupo en la sala de grabación y después conducían el Bentley de Richards por las calles de París sin preocuparse de la cantidad de alcohol que habían consumido.
Jo se quedó embarazada solo seis semanas después de conocer a Ronnie y decidieron intentar formar una pareja. Vivieron en Hollywood Hills y meses después en una casa que compraron en Mandeville Canyon, en Los Ángeles, donde Richards se instaló en la casa de invitados.
El día que nació su hija Leah, ambos la acompañaron al hospital y cuando una enfermera preguntó a Wood y a Richards quién era el padre ambos contestaron: «Yo soy el padre».
Jo Wood cuenta que Keith abandonó la heroína por aquella época y emergió «más divertido, genial y feliz que nunca». «Lo primero que quiso hacer después de estar limpio fue conocer a una chica. Le hablé de una amiga mía que estaba trabajando como modelo en Nueva York y le faltó tiempo para contratar un helicóptero y llevarme con él hasta la ciudad para que los presentara. Salieron juntos durante un par de años».
En 1980 los Wood, junto a su hija Leah y Jamie, el hijo que Jo había tenido de una relación anterior, se fueron a la isla de San Martín en el Caribe con la idea de pasar unas vacaciones tranquilas y saludables, pero las buenas intenciones duraron poco: terminaron detenidos y pasaron seis días en la cárcel.
«Una noche conocimos a dos tipos en un casino, hablamos con ellos y dos días después aparecieron en la casa en la que estábamos alojados», recuerda Jo Wood. «Traían cocaína particularmente buena y las vacaciones saludables saltaron por los aires. Pasamos toda la noche despiertos hasta que a las seis de la mañana nos pidieron prestado el coche alquilado que usábamos en la isla. Nos devolvieron el coche más tarde y se fueron. Poco después el jardín estaba lleno de policías y nosotros acabamos en una celda. Los tipos eran grandes traficantes y habían utilizado nuestro auto para trasladar una enorme bolsa con cocaína. No sé ni cómo nos libramos de cargos, ni cómo la historia no acabó en los periódicos. Solo sé que me hizo pensar y que durante al menos unos días me repetí que nunca volvería a hacer algo así».
Jo Wood recuerda cómo los Rolling Stones eran por aquella época una gran maquinaria como organización y una familia bien llevada que pasaba grandes momentos juntos cuando no estaban actuando.
Al grupo se unió Jerry Hall, pareja de Mick Jagger y a principios de los años ochenta Patti Hansen, quien se casó con Richards en 1983.
«Ir de gira era divertido. Todo parecía ser una gran fiesta, una aventura», relata Jo Wood en el Daily Mail. «Cuando viajábamos por las rutas íbamos en limusina y nos asegurábamos de que estuviera llena de alcohol. En el avión privado que siempre usábamos había una habitación en la parte de atrás donde todos acabábamos en la cama, bebiendo y fumando mientras volábamos. Pero no todo era entretenimiento salvaje. Mick [Jagger] y Bill [Wyman] también jugaban al backgammon», relata.
Después de la gira de 1982, y siempre según la versión de Jo Wood, existieron fricciones entre Mick Jagger y Keith Richards, pero cuando limaron asperezas y volvieron a ensayar para la gira que realizaron en 1989 todo era muy diferente, así lo indicó IProfesional.
«Había vestuarios, salas de maquillaje y todo tenía que funcionar según lo programado», cuenta Wood. «Cada uno tenía su propio vehículo para ir y venir de los conciertos cuando antes todos nos metíamos en el coche de Keith. Con el paso del tiempo y mirando las fotografías de aquella época pienso que formé parte de un mundo increíble. No siento nostalgia, pero era una vida muy diferente. Incluso cuando veo a algunos amigos de entonces que ya no están con nosotros, aunque me siento triste de que se hayan ido, solo pienso en lo mucho que nos divertimos».