El rol de las mujeres se modificó. Tocan el bombo, recital, dirigen. Hace unos años hay más organización entre murgueras y, con más o menos acompañamiento, la resistencia es parte de la historia ya conocida por el feminismo. ¿Cómo llevan adelante los lugares de decisión, de creación y de dirección?
“¡Son las nueve y cinco! ¡A formar!”. Rápidamente se arreglan los trajes, se colocan los bombos y preparan la escenografía de calle, llamada “fantasía” en el mundo del carnaval. El maquillaje está intacto y los guantes blancos recién lavados. El violeta y el naranja visten a Los Quitapenas, una agrupación murguera que cumple 30 años.
La avenida Scalabrini Ortiz recibe al corso de Villa Crespo, el escenario fue bautizado “Osvaldo Pugliese” y de ahí cuelga un cartel que lo atraviesa de punta a punta: “Justicia por Sandrita”, la joven atropellada por un patrullero de la policía de la ciudad en noviembre de 2019.
Mientras el presentador anuncia la llegada de Los Quitapenas, en el aire flotan los fragmentos que salen de las espumas. Cada pomo sale 100 pesos. El platillo del bombo empieza a sonar y la formación se empieza a mover. “Me gusta esta murga”, le cuenta una señora en silla de ruedas a otra que la sostiene. Hay atención, hay expectativa, hay vecinos.
En el desfile llama la atención un murguero tocando el bombo. Tiene colgado otro mucho más pequeño en la espalda y detrás de él va una murguera embarazada que le da vida al instrumento característico. En otro momento, quizás, ella no habría podido salir en la percusión. Algo está cambiando en el mundo murguero.
Luciana Vainer es fundadora de Los Quitapenas y su rol, hoy en día, está vinculado a la realización de la fantasía, el canto y la puesta en escena.
“En un principio, las mujeres no estaban en las murgas”, afirma tajante. “Se metieron con roles de acompañante o a algunas quizás las dejaban bailar”.
En el escenario hay doce personas y seis son mujeres.Tocan la guitarra y el acordeón, cantan, hablan de la “marea verde” y de héroes y “héroas”. El feminismo atravesó a Los Quitapenas: “El año pasado, en el marco del proceso feminista, un grupo de pibas propuso hacer una glosa, se charló colectivamente y se explicó por qué era necesario. Todo eso es parte del espíritu de juego permanente y de sanación que tenemos”.
En Pompeya, cerca de la medianoche, el corso viene atrasado. Los murgueros de Zarabanda Arrabalera están con tranquilidad charlando, yendo y viniendo, preparando todo de a poco para salir. Algunos recién llegan, se encuentran con amigos del barrio: “Ay, ¿todavía no empezaron? Me vine en taxi rapidísimo para llegar. ¡Menos mal”, le dice una señora a Martina Nenna.
“Titi”, como le dicen, le sonríe y le dice que todavía falta. La mujer se va apurada llevando de la mano a un niño pequeño que va flameando con cada paso.
“Las mujeres aportamos discusión para que se pueda entender el feminismo y así, todo lo que estamos viviendo. Marcamos la diferencia para adentro”, explica a Télam. Martina tiene 13 años y hace tres carnavales que baila en Zarabanda. Mira para abajo y se ríe cuando cuenta que antes “era de madera” para bailar, pero ahora se la ve confiada mientras en alguna coreografía dibuja formas con sus manos hacia arriba.
La estructura artística de una murga consta de los mismos elementos: desfiles de entrada y retirada, glosas, demostraciones de baile y percusión, canción de presentación, de retirada y en el medio, la canción de crítica.
Ese último elemento es una gran herramienta de resistencia que siempre tuvieron. Dentro de un país tan politizado como Argentina, generalmente las murgas les dedican este segmentos a funcionarios, gobernadores o presidentes.
La adolescente de Zarabanda Arrabalera cuenta que “desde el año pasado hay canciones de crítica más feministas. Hablamos del aborto legal, hicimos unas fantasías con el pañuelo verde. Eso lo impulsamos fuerte las mujeres, y los varones acompañaron pensando con nosotras cómo podíamos llevarlo adelante”.
Sin embargo reconoce que todavía falta, y mucho: “Las pibas no se animan a proponer cosas por miedo. Me gustaría que seamos más, si se supone que la murga es familiar e inclusiva, ¿por qué no hay más mujeres?”, señaló Télam.