El decreto firmado por el Presidente se dio a conocer en una fecha trascendente: el 3 de marzo, la Armada Argentina homenajea al almirante Guillermo Brown, considerado el Padre de la Marina.
El presidente Alberto Fernández dispuso el ascenso “post mortem” de los 44 tripulantes que murieron en el naufragio del submarino ARA San Juan. El decreto N°212, que lleva la firma del mandatario; del jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y del ministro de Defensa, Agustín Rossi, fue publicado ayer en el Boletín Oficial. “Vamos a honrar y mantener viva la memoria de los submarinistas ordenando el ascenso post mortem de cada uno de ellos”, había dicho Fernández el domingo, al hablar ante la Asamblea Legislativa en la apertura del 138 período de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación.
La iniciativa en sus considerandos refleja con claridad que el navío estaba en una misión operativa: “El hundimiento del submarino ARA San Juan en ocasión del desarrollo de tareas de patrullaje y control del mar en la Zona Económica Exclusiva de la Argentina el día 15 de noviembre de 2017 resultó en la pérdida de la totalidad de la tripulación, formada por 44 oficiales y suboficiales de la Armada”, a párrafo siguiente exalta la labor y comportamiento de la tripulación; “la información disponible permite concluir que el personal militar que integraba su tripulación se comportó con elevada vocación de servicio y disposición para afrontar los rigores a los que se vieron sometidos, cumpliendo cabalmente los deberes del servicio en pos de la protección de la integridad territorial, la soberanía nacional y el bienestar de los habitantes de la República Argentina”.
El texto remarca que “se considera necesario contribuir a las acciones vinculadas al reconocimiento que el Personal Militar ha recibido por parte de los Poderes del Estado y de la opinión pública nacional e internacional y concluye que por ello, “se adopta la presente iniciativa con el propósito de reparar el valor profesional del desempeño del citado personal militar, otorgándoles el ascenso al grado inmediato superior”.
El naufragio ocurrió el 15 de noviembre de 2017, de los 44 tripulantes fallecidos, 33 serán promovidos al grado inmediato superior desde esa fecha, los once restantes lo serán al 2 de enero de 2018. El ascenso del comandante del submarino, Pedro Fernández, es un caso particular.
Era capitán de fragata y, para ser promovido a capitán de navío la ley establece que el Congreso (Comisión de Acuerdos del Senado) debería aprobar su pliego de ascenso al grado inmediato superior. Un trámite formal que las circunstancias especiales del caso indican será de rápida ejecución.
El decreto impulsado por Fernández; comandante en jefe de las Fuerzas Armadas; se dio a conocer en una fecha trascendente para los marinos: el 3 de marzo es la efeméride en que la Armada Argentina homenajea al almirante Guillermo Brown, considerado el Padre de la Marina. El 3 de marzo de 1857, Brown irlandés de nacimiento y patriota argentino por adopción, falleció en su casa (una quinta) de Barracas. Coincidencias que parecen orientadas, así se leyó hacia adentro del sentir marinero.
Otro eslabón armonizó esa percepción; ayer fue el debut del flamante jefe de Estado Mayor General de la Armada, contralmirante Julio Guardia en la primera ceremonia oficial de la fuerza, justamente la conmemoración del fallecimiento de Brown.
El acto tuvo lugar en la Casa Amarilla (barrio de la Boca), sede del Departamento de Estudios Históricos Navales de la Armada y del Instituto Browniano, que no es una réplica de la vivienda, sino un monumento en homenaje al almirante que se erigió con fachada similar en terrenos que formaran parte del lote de su propiedad.
El titular de la Armada dijo: “es mi primera ceremonia como jefe de Estado Mayor de la Armada y es oportuno abrevar en la memoria del gran almirante para afrontar los desafíos venideros y deseo resaltar para los más jóvenes tres aspectos que son facetas esenciales de la vida del almirante: como marino al frente de su Escuadra, la determinación y compromiso, ni aun herido abandonó su puesto de mando; ya en la vida pública hizo oídos sordos a tentaciones para participar en rencillas internas pensando a la patria como una sola de todos y para todos y, finalmente como hombre, como ciudadano ya retirado en su quinta de Barracas, la sencillez y la modestia que acompañaron todos sus actos hasta el último día”.