Durante un discurso pronunciado el año pasado el presidente Donald Trump dijo que el ejército revolucionario de Estados Unidos «le había arrebatado los aeropuertos» a los británicos durante la guerra de independencia (1775-1783).
En comparación, su tuit del miércoles llamando a los comandantes de la Marina de EE.UU. a «derribar» a los botes iraníes que hostigan a los buques de guerra estadounidenses fue un lapsus mucho más pequeño.
Pero sin duda también fue la mayor amenaza de acción militar directa por parte de EE.UU. desde el asesinato en Irak del general Qasem Soleimani, uno de los principales comandantes de la Guardia Revolucionaria iraní, a inicios de este año
Esa acción llevó a Estados Unidos e Irán al borde del conflicto armado, pero ¿qué provocó la nueva advertencia de Trump?
¿Y por qué con Irán y Estados Unidos ocupados en hacer frente a la pandemia de covid-19 se han vuelto a intensificar las tensiones?
La razón inmediata para el breve mensaje de Trump fueron incidentes registrados la semana pasada, cuando según EE.UU., varias lanchas rápidas armadas operadas por Guardia Revolucionaria hostigaron a una flotilla de buques de guerra estadounidenses en el Golfo Pérsico.
Estos buques incluían al USS Lewis B. Puller, un navío que sirve de base flotante expedicionaria, y el destructor USS Paul Hamilton.
Según la Marina de EE.UU., en uno de esos incidentes una lancha cañonera iraní cruzó a unos 10 metros de un navío estadounidense a muy alta velocidad.
La Guardia Revolucionaria admitió que hubo un encuentro, pero culpó a los estadounidenses.
Y el jueves su comandante en jefe, general Hossein Salami, dijo haber ordenado a sus fuerzas navales «destruir cualquier fuerza terrorista estadounidense en el Golfo Pérsico… que amenace la seguridad de embarcaciones iraníes militares o civiles».
Tensiones permanentes
El temor ahora es que las maniobras hostiles y la guerra de palabras den paso a otras acciones. Aunque la «orden» deada por Trump vía Twitter en realidad cambia poco.
Los comandantes de los buques de guerra estadounidenses en el Golfo ya están autorizados a tomar las medidas que consideren necesarias para proteger la vida de sus tripulaciones y la seguridad de sus embarcaciones.
También están bien acostumbrados a las tácticas de enjambres de los pequeños barcos iraníes.
El episodio, sin embargo, muestra que a pesar de la pandemia las tensiones internacionales preexistentes no han desaparecido.
Antes bien, incluso pueden haber sido exacerbadas, ya que tanto Estados Unidos como Irán tienen objetivos estratégicos que no han cambiado. Irán quiere reducir la influencia de Estados Unidos en la región y expandir la suya propia.
Y algunos de los líderes iraníes -y existe el peligro de que el caos y la incertidumbre provocados por la crisis de Covid-19 terminen fortaleciendo a los intransigentes- pueden creer que el entusiasmo de EE.UU. por establecerse el Golfo disminuirá por causa de sus problemas internos.
De la misma manera, la administración Trump está reforzando su política de «máxima presión» sobre Irán, aparentemente en la creencia -no compartida por la gran mayoría de los expertos regionales que he escuchado- de que la pandemia podría en última instancia provocar el colapso del gobierno islámico en Teherán. Mientras tanto, Irán continúa avanzando en otros frentes.
Su lanzamiento el miércoles de lo que la Guardia Revolucionaria dijo era un satélite militar, utilizando un cohete que parece depender de tecnología norcoreana, indica que su programa de misiles continúa mejorando.
Y aunque Irán nominalmente se mantiene dentro del acuerdo de 2015 con las potencias mundiales que limita sus actividades nucleares, está incumpliendo muchos de sus términos.
De hecho, a los expertos les preocupa que, si bien muchos de los pasos tomados por Teherán son reversibles, el país puede estar avanzando de forma clandestina hacia la fabricación de centrífugadoras de fibra de carbono, la maquinaria esencial para el enriquecimiento de uranio.
Las tensiones entre Estados Unidos e Irán podrían merecer menos atención si se las hubiera puesto temporalmente en un segundo plano. Pero claramente no ha pasado.
Y el riesgo de que surja un conflicto accidental sigue siendo tan grande como siempre; quizás más dado que cada uno puede estar malinterpretando el impacto de la pandemia de coronavirus en la capacidad de acción del otro.