Administrar la cuarentena en la provincia de Buenos Aires implica desplegar una ingeniería administrativa sobre 135 jurisdicciones con precisión de cirujano. Casi dos semanas requirió a los funcionarios provinciales y a los intendentes diseñar el esquema de apertura de actividades comerciales que empiezan a hacer rodar las estructuras económicas, después de más de 45 días de parálisis por la pandemia del coronavirus.
Luego de evaluar 960 carpetas con propuestas para abrir el confinamiento social y productivo, la Jefatura de Gabinete completó el mapa provincial y 94 municipios quedaron en condiciones de abrir comercios con venta de delivery, atención de consultorios, locales de cobro de impuestos, laboratorios de análisis clínicos e inspectores de seguros, entre otras.
Pero además, en ese grupo que representan dos tercios de todas las intendencias de la Provincia, figuran 33 distritos que ya alcanzaron un estatus cercano al de «normalidad» en el funcionamiento de social: se permite ingreso de clientes a los comercios (con tapabocas, de a uno o dos y en franjas horarias), comenzaron a atender peluquerías, manicuras o kinesiólogos y los restaurantes permiten el retiro de las viandas en la puerta de los locales.
Así, Buenos Aires muestra en esta fase del confinamiento social, dos caras bien diferenciadas. Un conglomerado urbano, de 25 comunas a las que se suman ciudades con más de 500 mil habitantes (La Plata, Mar del Plata) donde las restricciones siguen firmes y reguladas con cadenas. En esas áreas urbanas donde vive el 78% de los bonaerenses, los DNU del Gobierno Nacional no le permiten aperturas.
En la inmensidad de la pampa alejada de las metrópolis, la acción mortífera de la peste apenas pudo asomar como una amenaza. El Ministerio de Salud de Nación, a partir de los datos reunidos por el sistema SISA (donde se carga toda la información sanitaria del país) registra 52 comunas donde hasta el momento no hubo casos de pacientes afectados con la enfermedad que inundó al mundo de muerte y desastres humanitarios.
Allí se alistan -entre otras- el distrito con menos habitantes de la Provincia, Tordillo; localidades ribereñas como Punta Indio; ciudades que limitan con otras provincias (General Villegas, Tres Lomas), australes como Coronel Suárez o Puán, marítimas como Villa Gesell o mediterráneas como Tapalqué. Es una pintura variada de la extensa Buenos Aires. Poblados esparcidos sobre planicies o serranías que pudieron eludir, hasta ahora, el temor a los contagios abrumadores.
Otras 22 poblaciones cuentan apenas un caso, un vecino que por el momento tiene el indeseado privilegio de figurar en las estadísticas locales. Nueve pueblos cuentan con dos afectados por la enfermedad y otros seis anotan tan solo tres afectados.
Para redondear: de los 135 departamentos en que se divide políticamente Buenos Aires, 87 cuentan menos de tres contagiados en sus comarcas. Pasado un mes y medio del arranque del confinamiento social, las autoridades consideran que existen argumentos para retomar el ritmo cotidiano, siempre con precaución. O con protocolos.