El papa León XIV presidió este domingo en la Plaza de San Pedro la Misa de canonización de Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis, un acto central para la Iglesia católica que convocó a miles de fieles y delegaciones oficiales.
Al finalizar la ceremonia, el Pontífice rezó el Ángelus y pronunció un mensaje de fuerte contenido político y espiritual.
El papa León XIV pidió el fin de las guerras
De acuerdo con LU17. En sus palabras, pidió a los presentes y a los gobernantes escuchar la voz de la conciencia y detener el derramamiento de sangre en distintas regiones del mundo.
“Las aparentes victorias logradas por las armas, sembrando muerte y destrucción, son en realidad derrotas y nunca traen paz ni seguridad”, expresó con énfasis.
El mensaje, aunque dirigido al conflicto en Ucrania, se amplió a otros escenarios atravesados por la violencia.
El Papa reiteró que “Dios no quiere la guerra. ¡Dios quiere la paz! Y Dios sostiene a quienes se comprometen a romper la espiral del odio y a recorrer el camino del diálogo”.
HOMILIA
La homilía también incluyó una invocación a la Virgen María y a los dos nuevos santos, Frassati y Acutis, como intercesores para alcanzar la paz mundial.
El Pontífice insistió en que la fe debe traducirse en acciones concretas que promuevan la reconciliación y la justicia en cada comunidad.
En paralelo, el Santo Padre recordó la beatificación de dos mártires en Europa. “En Tallin, capital de Estonia, fue beatificado el arzobispo jesuita Eduard Profittlich, asesinado en 1942 durante la persecución de la Iglesia por parte del régimen soviético.
Y en Veszprém, Hungría, fue beatificada María Magdolna Bódi, una joven laica asesinada en 1945 por resistirse a los soldados que querían violarla”, relató, destacando su testimonio de fe.
El Papa definió a ambos mártires como “valientes testigos de la belleza del Evangelio”, subrayando que sus historias deben inspirar a las nuevas generaciones a mantener la esperanza aun en contextos de violencia.
La canonización de Carlo Acutis y Pier Giorgio Frassati, dos figuras de gran cercanía con la juventud católica, se convirtió en un momento histórico para la Iglesia contemporánea.
El Papa buscó vincular ese acontecimiento con el mensaje de paz, colocando el ejemplo de vida de ambos como referencia moral frente al clima de guerra que atraviesa el mundo.