Argentina y el mundo de la cultura despiden hoy a uno de sus más grandes referentes. Héctor Alterio, el actor que marcó a varias generaciones y cuya trayectoria trascendió fronteras, falleció a la distancia, dejando un vacío inmenso.
Exiliado en España desde 1975, su compromiso artístico y social nunca cesó, consagrándolo como una figura clave en la memoria sentimental del país. Su nombre permanecerá asociado para siempre al primer Oscar que Argentina obtuvo, un hito del cual fue protagonista fundamental.
Un legado trascendente y el primer oscar para argentina
La noticia de su deceso ha resonado profundamente en el ámbito cultural. La Asociación Argentina de Actores lo despidió destacando que “su legado en el teatro, el cine y la televisión deja una huella de compromiso y excelencia artística”.
El periodista Marcelo Stiletano, por su parte, lo recordó como “uno de los grandes protagonistas argentinos de todas las escenas en el último siglo”. Héctor Alterio vivió las últimas cinco décadas de su vida en España, pero, según informó El País, nunca renunció a los constantes regresos al Atlántico que enriquecieron una carrera cinematográfica y teatral inmensa.
Su rol protagónico en «La historia oficial», dirigida por Luis Puenzo, fue clave para que Argentina consiguiera en 1986 su primer Oscar a la mejor película extranjera. Además, su talento lo llevó a participar en otras tres películas argentinas que también fueron finalistas al prestigioso galardón: «La tregua» (1974), «Camila» (1984) y «El hijo de la novia» (2001), consolidando así una conexión única con la estatuilla de Hollywood.
Los inicios y el compromiso político que marcó un exilio
Héctor Alterio Benjamín Onorato nació en 1929 en Buenos Aires, en el seno de una familia de inmigrantes italianos. Su vocación artística se manifestó desde la escuela primaria. Aunque en su juventud combinó varios trabajos con la pasión por el teatro, fue en los efervescentes años sesenta cuando decidió dedicarse de lleno a la actuación.
En esa década, formó parte de la compañía Nuevo Teatro, un movimiento que revolucionó la escena argentina y que también cimentó el fuerte compromiso social y político que lo definiría hasta el final de sus días. Antes de «La tregua», ya había brillado en la gran pantalla con interpretaciones en «La piel del amor», «Quebracho» y, notablemente, en «La Patagonia Rebelde».
Este largometraje de Héctor Olivera, que retrató la huelga de obreros de 1920-1921 y los fusilamientos posteriores, lo puso en la mira del grupo paramilitar de extrema derecha Triple A. Sin embargo, fue «La tregua», la primera cinta argentina en aspirar a un Oscar, la que partió su vida en dos. Mientras presentaba la película en el Festival de Cine de San Sebastián, supo de las amenazas que lo forzaron a quedarse en España y trasladar allí a su familia, un exilio que duró décadas.
El regreso a casa: películas y frases icónicas
A pesar de vivir en España, Alterio regresó una y otra vez a trabajar con algunos de los directores argentinos más destacados. Marcelo Piñeyro lo dirigió en películas como «Cenizas del paraíso», «Caballos salvajes» y «Plata Quemada».
Su inolvidable grito frente al mar en «Caballos salvajes» — “¡La puta que vale la pena estar vivo!”— se convirtió en una frase emblemática que quedó grabada en el imaginario colectivo argentino. También son muy recordadas sus colaboraciones con Juan José Campanella, con quien filmó «El hijo de la novia» y la aclamada serie «Vientos de agua», explorando temas de identidad y exilio que resonaban con su propia experiencia.
La nostalgia en escena: «mi buenos aires» como testamento
Alterio supo transformar el desgarro de su exilio forzado y la nostalgia subsiguiente en materia artística. Ya con 90 años, regresó a los escenarios porteños con «Mi Buenos Aires», una obra íntima en la que, a través de textos de Homero Manzi, Enrique Cadícamo, Eladia Blázquez, Cátulo Castillo, Horacio Ferrer y León Felipe, navegaba por recuerdos personales y colectivos.
En este espectáculo tan personal, el Buenos Aires de su infancia y juventud se presentaba como un paraíso perdido, evocado con una mezcla de melancolía y humor que solo él podía lograr. Su forma única de habitar los escenarios le valió entonces numerosos aplausos y hoy, en su partida, sentidas despedidas que honran una vida dedicada al arte.
La partida de Héctor Alterio deja un legado inmenso, no solo por su incomparable talento actoral, sino también por su inquebrantable compromiso con su país y su cultura, incluso desde la distancia. Su vida fue un testimonio de resiliencia y pasión, un espejo de la historia argentina del último siglo que, a través de su obra, continuará viva en la memoria de todos.



