El rodillo del caso Petrobras, que investiga la corrupción en las élites del poder brasileño, ha alcanzado a Aldemir Bendine, quien fuera presidente del Banco de Brasil y, precisamente, de Petrobras, la petrolera estatal que acogía la red de sobornos y desvío de fondos públicos.
La policía decidió intervenir este jueves, en lo que es ya la operación número 41 del caso, porque, según ellos, Bendini había comprado para el viernes un billete de avión para Portugal. Solo de ida. “Como tiene la ciudadanía italiana, entendimos que existía el riesgo de que quisiese refugiarse en el país”, ha explicado en una rueda de prensa el fiscal Athayde Ribeiro Costa.
Bendine llevaba ya un tiempo en el punto de mira de la policía. Su nombre se mencionó varias veces en las confesiones de los ejecutivos de la constructora Odebrecht, cuando, a cambio de una reducción de condena, describieron a las autoridades cómo era su impresionante red de sobornos internacional. Contaron que cuando intentaron renegociar una deuda con el Banco de Brasil que él entonces presidía, les pidió un “peaje” (sic) de 17 millones de reales (5,3 millones de dólares) para empezar a hablar. La empresa consideró que no tenía tanto poder como para exigir dinero y denegó el pedido.
Cuando, en 2015, el gobierno de Dilma Rousseff le colocó de presidente de Petrobras (un puesto con mucha más influencia), él empezó a usar el nombre de la presidenta para ganar la atención de los empresarios. No hay pruebas de que ella estuviera realmente asociada con él en sus fechorías, las cuales incluyen 3 millones de reales (casi un millón de dólares) para mantener las relaciones entre Petrobras y Odebrecht, a pagar en tres plazos. Estos solo se interrumpieron cuando la policía detuvo a Marcelo Odebrecht en junio de 2015. En mayo de 2016, Bendine dejó la presidencia de Petrobras.
Pero el empresario ya acarreaba problemas desde antes. La policía lleva ya un tiempo estudiando las irregularidades en los créditos que firmó desde el Banco de Brasil. Y en 2010 los medios comenzaron a hablar de un apartamento en el interior de São Paulo que, supuestamente, habría comprado a tocateja: costó 130.000 reales (41.000 dólares).
El País