Es una joven de 25 años que no era su pareja. Los investigadores también siguen la pista del celular de Martín Licata.
Sólo hay incógnitas en la investigación por la muerte del periodista de 27 años Martín Licata, que estuvo desaparecido desde el sábado al mediodía. Lo único que se sabe es que ese día no entró sólo al albergue transitorio de Flores donde finalmente se encontró su cuerpo. Las pesquisas, ahora, se concentran en la mujer que lo acompañaba y en el celular de Licata.
Estaba maniatado y en su cuello tenía una trenza de goma, sujeta a un trozo de madera. Según los datos preliminares de la investigación, el mecanismo se accionaba como un torniquete, para cortar su respiración en una táctica que en el mundo sado se conoce como choker (ahorcamiento), antes del orgasmo.
Según pudo saber Clarín de fuentes de la Policía de la Ciudad, el conserje del hotel, ubicado en Ramón Falcón al 3000, entre José Martí y Quirno, declaró que Martín entró a las 11.08 con una chica de 25 años, delgada. Sin levantar sospecha, la mujer se fue sola, a las 13.30. Media hora después, llegaron los policías tras una llamada del 911.
Al ingresar a la habitación, el personal de limpieza encontró el cadáver del periodista.
Según fuentes de la investigación, la chica no era su pareja. La están buscando en la zona sur del Conurbano y, aseguran, se habría robado el celular de Martín. El hombre no llevaba encima su DNI, porque habría dejado una mochila con toda su documentación en la casa de un amigo. Pero lo extraño es que tampoco tenía su teléfono.
Cuando se retiró del albergue, la chica le comentó a la empleada de la conserjería que su pareja se había quedado en la habitación duchándose. Según el conserje, quisieron retenerla porque no se permite que una persona entre acompañada y se vaya sola, pero ella se escapó.
La causa está caratulada como «homicidio» y resta determinar si hubo dolo o la muerte se produjo en medio de un «juego sexual».
La identidad de Martín, que firmaba sus notas con el seudónimo de Martín D’Amico, fue confirmada por su madre, Mónica, la noche del miércoles en la morgue judicial gracias a la cicatriz que tenía en su abdomen. Los peritos, por su parte, lo confirmaron a partir de las huellas dactilares guardadas en el Registro Nacional de las Personas (Renaper).
La última vez que se lo vio fue el sábado, cuando salió de su casa en el barrio porteño de Floresta, rumbo a la Facultad de Filosofía y Letras, donde cursaba. Después no se supo más de él. y desde entonces su familia y sus amigos lo buscaban intensamente.
Fuente: Clarín