Si bien hoy Eva Godoy está cursando la carrera de Ingeniería en Recursos Naturales y Medioambiente, el camino que tuvo que recorrer para cumplir su sueño tuvo algunos obstáculos. «En la escuela siempre me sentí cómoda y segura, pero en la facultad me trataron diferente solo por tener un intelecto más específico y especial», cuenta la joven de 20 años con síndrome de Down.
Al terminar la secundaria, Eva, que vive en Salta con sus padres y uno de sus hermanos, ya tenía decidido que iba a estudiar una carrera universitaria: «Yo quería ser como mi mamá, la admiro mucho». Así fue que, tal como su madre, se decidió por empezar a cursar ingeniería en la Universidad Nacional de Salta.
«El ingreso de nuestra hija fue un shock para los docentes», relata su mamá, Adriana. Si bien Eva colocó en su formulario de inscripción que tenía síndrome de Down y que necesitaba una acompañante pedagógica, además de adaptaciones en las formas de enseñanza y evaluación, la mayoría de los profesores no accedieron a realizarlas y las autoridades «lo dejaban en manos de cada uno».
Que necesitaban una resolución de la facultad, que no tenían forma de asegurarse si la alumna entendía verdaderamente los contenidos, que no sabían cómo adecuar las metodologías y formas de evaluar. Estas fueron algunas de las excusas que la alumna y sus padres recibieron de diversos docentes.
Incluso, una cátedra, luego de que los padres de Eva se negaran a que ella fuera evaluada ya que la docente no quería adecuarle el examen, la desaprobó sin evaluación alguna y mandó un mail desestimando a su ayudante pedagógica. «Son las personas las que ejercen el acto discriminatorio de forma activa, porque no hacer algo por otro también es discriminación», señala Juan Godoy, padre de Eva.
Luego de casi dos años de no obtener respuestas ni soluciones, hace un mes, Adriana y Juan, decidieron recurrir al Inadi, que les propuso una mediación con la facultad y la universidad. «Creo que para los profesores puede ser difícil enfrentar una situación distinta, pero poniendo un poco de esfuerzo se puede resolver y lograr la inclusión de una persona», sostiene Álvaro Ulloa, delegado del Inadi en Salta.
Si bien la denuncia tomó por sorpresa a las autoridades de la universidad, que declararon no haber estado al tanto de ciertas situaciones discriminatorias, accedieron a realizar decisivos cambios.
«Este ha sido un hecho histórico porque nos colocó frente a la importancia de conocer en profundidad la ley y de repensar todas nuestras prácticas para brindar una educación inclusiva», expresa Rubén Correa, secretario general de la Universidad Nacional de Salta.
Este cuatrimestre, Eva está cursando una sola materia porque le falta rendir exámenes de varias correlativas. Pero dentro de los cambios que impulsó la resolución, la universidad incluyó un nuevo protocolo que adecúa los planes de estudio y programas de las materias y los métodos de enseñanza y evaluación (como dividir el examen en partes, por ejemplo), y asumió el compromiso de brindar cursos de capacitación y formación a los docentes y personal administrativo. Además, la institución accedió a hacerse cargo de la contratación de la acompañante pedagógica.
A pesar de las dificultades, sus padres creen que esto servirá para que la universidad tome consciencia de las personas con discapacidad y visibilice esta situación dentro y fuera de la institución. «Esto es un cambio de paradigma y un proceso, y por eso apelamos siempre al dialogo como la manera de abordar las dificultades», destaca Juan.
Educación e integración
Según Adriana, que también es docente, existe mucha resistencia en los profesores a esforzarse por la inclusión de las personas con discapacidad, especialmente intelectual. «Hay mucho desconocimiento, pero la inclusión es un ejercicio que debemos practicar todos», resalta la mamá de Eva.
«Si como docente notás que el alumno con discapacidad tarda más en copiar del pizarrón, podés entregarle una fotocopia con el contenido», señala Adriana, cuando piensa en las diferentes formas de adaptar los métodos de enseñanza para todos. «Una adecuación es pensar cómo facilitarle el aprendizaje al estudiante; es tan simple como eso», agrega.
De los 18.000 alumnos que ingresan a la universidad, casi el 50% abandona en el primer cuatrimestre, asegura Juan, que no solo cree que falta mucho por hacer por la inclusión, sino en el sistema educativo en general, al que ve como «expulsor». «Cuando uno ingresa a la universidad, la padece porque el estudiante no es visibilizado como tal, es tan solo un número», remarca.
Este es un punto de partida hacia el cambio: «No tiene que ser visto como un caso particular, sino como el comienzo de la inclusión de las personas con discapacidad en el sistema universitario», destaca el papá de Eva.
Hoy la joven está en su segundo año de carrera y es ayudante de cátedra de su materia preferida, Zoología. «Yo creo que apelaron a que ella no puede; a que se iba a cansar; a que iba a tener una dificultad tan grande que no iba a poder hacerlo, pero ella les demostró que se equivocaban», concluye Juan.
Dónde denunciar
Según los registros del Inadi, el principal motivo de denuncia por discriminación en los últimos cinco años fue por discapacidad. En 2018, de las 336 recibidas en el ámbito educativo, 83 fueron por la misma razón. Se puede llamar las 24 horas al 0800- 999-2345.
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