El Papa inauguró hoy el sínodo especial de obispos para la región panamazónica con una misa solemne en la que pidió «renovar los caminos de la Iglesia en Amazonia de modo que no se apague el fuego de la misión» y advirtió sobre el peligro de la «avidez de los nuevos colonialismos», culpable de los recientes incendios en uno de los pulmones del planeta.
«Cuando los pueblos y las culturas se devoran sin amor y sin respeto, no es el fuego de Dios, sino del mundo», dijo Francisco, que con este sínodo, que durará hasta el 27 de octubre y volverá a ser terreno de batalla entre reformistas y conservadores, puso sobre el tapete una riquísima zona de 7,8 millones de kilómetros cuadrados (el tamaño de Australia) que comparten 9 países, que se encuentra bajo riesgo. Allí viven 33 millones de personas, entre ellos 3 millones de indígenas olvidados, pertenecientes a 390 grupos diversos, amenazados no solo por los devastadores efectos del cambio climático, sino también por una salvaje explotación de sus recursos natuales.
En un sermón en el que recordó justamente que allí en el pasado muchas veces «el don de Dios no ha sido ofrecido sino impuesto» y que «ha habido colonización en vez de evangelización», el Papa advirtió sobre el peligro de «la avidez de los nuevos colonialismos». «El fuego aplicado por los intereses que destruyen, como el que recientemente ha devastado la Amazonia, no es el del Evangelio. El fuego de Dios es calor que atrae y reúne en unidad», afirmó. «Se alimenta con el compartir, no con los beneficios. El fuego devorador, en cambio, se extiende cuando se quieren sacar adelante solo las propias ideas, hacer el propio grupo, quemar lo diferente para uniformar todos y todo», agregó.
Lo escuchaban en silencio los 185 padres sinodales -cardenales, obispos y religiosos de todos los continentes-, expertos, auditores e invitados especiales a esta asamblea especial sobre el tema de la Amazonia: nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral. Entre ellos también hay 35 mujeres -entre las cuales 20 monjas sin derecho a voto, algo que provocó protestas- y representantes de pueblos originarios. Fue justamente la presencia de indígenas, con sus plumas y coloridos trajes tradicionales, la que marcó la misa solemne, en la que hubo oraciones en diversos idiomas y coros de la Capilla Sixtina.
«Queridos hermanos, sintámonos convocados aquí para servir, poniendo en el centro el don de Dios», pidió el Papa en su sermón, en el que llamó a no defender el status quo, sino a una «prudencia audaz» guiada por el Espíritu Santo. «Si todo permanece como está, si nuestros días están marcados por el ‘siempre se ha hecho así’, el don desaparece, sofocado por las cenizas de los temores y por la preocupación de defender el status quo», subrayó. «La prudencia no es indecisión, no es una actitud defensiva. Es la virtud del pastor, que, para servir con sabiduría, sabe discernir, sensible a la novedad del Espíritu. Entonces, reavivar el don en el fuego del Espíritu es lo contrario a dejar que las cosas sigan su curso sin hacer nada. Y ser fieles a la novedad del Espíritu es una gracia que debemos pedir en la oración», siguió.
La batalla sobre los «viri probati»
En el sínodo la batalla se dará en torno a la propuesta de ordenar en zonas remotas a ancianos casados, de virtud probada («viri probati»), algo que es visto por los sectores conservadores como una afrenta a la ley del celibato, que de todos modos no es un dogma. «Afirmando que el celibato es un don para la Iglesia, se pide que, para las zonas más remotas de la región, se estudie la posibilidad de la ordenación sacerdotal para personas ancianas, preferentemente indígenas, respetadas y aceptadas por su comunidad, aunque tengan ya una familia constituida y estable, con la finalidad de asegurar los Sacramentos que acompañen y sostengan la vida cristiana», planteó en uno de sus puntos el «Instrumentum Laboris», el documento que servirá de base para las discusiones. Aunque no se trata de un documento pontificio, como recordó hace unos días el cardenal Lorenzo Baldisseri, secretario genral del sínodo, este fue muy criticado y hasta considerado herético por quienes atacan al Papa.
Lo cierto es que, más allá de la lucha interna por esta delicada cuestión eclesial, el sínodo también tendrá efectos geopolíticos. Ya el solo hecho de haberlo convocado fue un mensaje claro a las políticas económicas que explotan el territorio panamoazónico sin darle beneficio alguno a las poblaciones indígenas. De hecho el presidente brasileño Jair Bolsonaro -puesto en el banquillo por la comunidad internacional por los incendios en el Amazonas-, criticó al sínodo y hasta acusó a los obispos de poner en peligro la soberanía del país en esta zona. «La soberanía de Brasil en la Amazonia es intocable también para nosotros, pero esto no significa que el resto del mundo no pueda hablar sobre sus problemas», dijo el cardenal brasileño Claudio Hummes, relator general del sínodo, presidente de la Red Eclesial Panamazónica (Repam) y prelado muy cercano al Papa.
Francisco, en efecto, lo mencionó al final de su sermón cuando le pidió a los participantes a la asamblea que no se olviden de los misioneros que murieron en la Amazonia. «Merecen ser canonizados» contó Francisco que le dijo Hummes. Y concluyó: «por ellos, por los que están dando la vida, por los que dejaron la vida, caminemos juntos».
Los argentinos en la asamblea
Aunque la Argentina no forma parte de la región amazónica, que incluye a otros 9 países latinoamericanos (Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador,Colombia, Venezuela, Surinam y las dos Guyanas), participan varios argentinos en la asamblea. Nominados por el Papa, el obispo de Reconquista, Ángel José Macín; el arzobispo Marcelo Sánchez Sorondo, canciller de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales; y el padre Sebastián Robledo, párroco de la Iglesia de San Francisco Solano, en Corrientes. Como miembro del Consejo pre-sinodal, Oscar Ojea, obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina. Como colaboradores y expertos, el padre Carlos Galli, decano de la Facultad de Teología de la UCA y miembro de la Comisión Teológica Internacional; el padre jesuita Miguel Yáñez, profesor de Teología Moral de la Pontificia Universidad Gregoriana; el padre Augusto Zampini, funcionario del Dicasterio para la Promoción del desarrollo Humano Integral. Como asistente, el reverendo Carlos Marcelo Singh Mesconi. Como invitado especial, Luis Liberman, fundador de la Cátedra del Diálogo y de la Cultura del Encuentro y empresario del mundo del agua, informó La Nación.