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26 días de travesía en un narcosubmarino

Agustín Álvarez tomó un avión en Madrid con destino a Brasil el pasado 25 de octubre. A sus 29 años, los distintos títulos de navegación que se había sacado —el último, de patrón de yate— en su ciudad natal, Vigo (Pontevedra), le iban a servir para acometer la misión más arriesgada de su vidacruzar de América a Europa en un semisumergible de 20 metros de eslora con 3.000 kilos de cocaína a bordo. Un cursillo acelerado de navegación en un río, dos ciudadanos ecuatorianos con experiencia marinera como compañeros de travesía, 20.000 litros de combustible, un pago de 100.000 dólares (unos 89.700 euros) por adelantado y un destino a 9.000 kilómetros: 3.000 kilómetros de recorrido fluvial más 6.000 por el Atlántico hasta Galicia.

Policía y Guardia Civil reflotaron la embarcación el pasado 24 de noviembre y detuvieron a sus tripulantes (al gallego Agustín Álvarez cuatro días después en un monte cercano).

Tras sacar el artefacto del mar, descubrieron una embarcación de fibra de carbono de fabricación casera con cinco compartimentos y 3.000 kilos de cocaína.

Casi la mitad del semisumergible lo ocupaban los depósitos de combustible necesarios para la travesía por el Atlántico: unos 20.000 litros.

En el habitáculo se almacenaba la droga, se pilotaba la embarcación y dormían los tres tripulantes en dos literas dispuestas sobre los fardos.

Los narcotraficantes pasaron 26 días apretujados en este habitáculo sumergido hasta a dos metros de profundidad y durmiendo en catres sobre  152 fardos de droga.

Antes de ser detenidos, y al no poder hacer la descarga de la droga, los narcotraficantes hundieron el submarino con la intención de volver más adelante a por la carga.

“Zarparon por el río desde algún recóndito lugar de la zona de Leticia”, capital del departamento del Amazonas y extremo sur de Colombia, señalan fuentes de la Policía Nacional, que continúa con la investigación más allá de las fronteras gallegas: “Se ha ampliado a Madrid y Colombia”. “La mala mar al llegar a la costa española y los fallos del motor, además del hecho de que nadie saliese a recoger la mercancía, les llevaron a hundir la nave en la playa de Hío (Pontevedra) y a tratar de escapar, pero su idea era regresar a recuperar la droga después”, relatan fuentes de la investigación de la llamada Operación Baluma, que dirige la titular del Juzgado de Instrucción 1 de Cangas de Morrazo, Sonia Platas.

Estas mismas fuentes apuntan a los actuales grandes clanes del narco gallego, “el de El Burro o el de El Pastelero” como principales sospechosos. Álvarez era una pieza clave en esta misión casi suicida, según se deduce de los testimonios que los tripulantes han ido relatando a compañeros de celda y a funcionarios de la prisión, ya que se negaron a declarar ante la policía. Hubo fallos del motor (“nuevo y de 2.000 caballos de potencia”, según fuentes de la investigación), problemas de ventilación en el navío y hasta pérdida de los víveres y el agua que llevaban. “Tan solo les quedaban unas cuantas chocolatinas con etiqueta brasileña cuando llegaron”, señalan fuentes de la investigación. “Antes de intentar huir, se deshicieron del teléfono satélite y de los equipos electrónicos que llevaban, que no han sido encontrados”, añaden.

Fueron 26 días en un pequeño habitáculo que podía sumergirse hasta dos metros de profundidad para eludir los radares de los buques de la Armada y durmiendo en catres sobre 152 fardos de droga. Tuvieron buen tiempo casi hasta llegar a España, según narraron, pero al décimo día surgió el primer problema mecánico. Los dos tubos que salen de popa, que sirven para inyectar aire en el motor, se estropearon. Según sus relatos, el aire del submarino se hizo irrespirable. Incapaces de arreglarlo, pese a que uno de los ecuatorianos era mecánico, se vieron obligados a ir abriendo la escotilla unas horas cada día para ventilar la nave hasta llegar a tierra. Antes —y siempre según lo relatado en prisión por los tripulantes—, en un golpe de mar, perdieron también la bolsa con víveres y agua que la embarcación llevaba precintada y adosada al casco. Y, por último, se rompió el depósito de aceite, que impregnó toda la nave, incluidos los fardos de cocaína.

Al final, a la desesperada, tras un primer intento fallido de acercarse a la costa en Oporto (Portugal), y tras varios días recibiendo coordenadas distintas de la organización para entregar la mercancía sin que nadie apareciese, vino el intento de huida a nado con trajes de neopreno en la playa de Hío, perteneciente a Aldán (Cangas de Morrazo). El amplio dispositivo policial desplegado en la zona, tras una alerta de la DEA (Drug Enforcement Administration, la Administración para el Control de Drogas, una agencia dependiente del Departamento de Justicia de               ( EE UU), dio al traste con las aspiraciones de los tripulantes. Reseñó el diario El País.

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