«Traduciendo el insomnio» reúne 31 versiones en castellano del poema «The congress of the insomniacs», del serbio-estadounidense, hechas en forma poco canónica, hasta sin saber inglés, por 31 asistentes a un taller literario de Fabián Casas.
Entre las cosas rarísimas de la literatura está este libro: la lengua que atesora la memoria, Google traslator, sobrinos, el Oxford Dictionary, parejas y visitantes sirvieron para generar estas versiones y ensayos, traducciones del poema «The congress of the insomniacs» -algo así como ‘El congreso de los insomnes’-, del serbio-estadounidense Charles Simic, que dan cuenta «del proceso personal de traslación de una lengua a otra».
Dice Casas que los talleres de escritura son un género literario y algo de eso toma forma en la publicación con que inaugura el sello Enjambre: hecha a mano, sobre capellada rústica en tela azul se lee «Taller nómade/Fabián Casas, 31 versiones de un poema de Simic».
El libro «tiene reflexiones sobre la gente que tradujo y también es un objeto de arte conceptual, como le gusta a César Aira, que nunca te va a decir que le gusta un libro que empieza y termina. Te va a decir que le gusta ‘El Aleph engordado’, el Martín Fierro al revés, cosas gestuales, y este libro tiene eso», dice a Télam Casas.
Esta edición fue una de las consecuencias del trabajo nómade en los talleres de escritura. «Tengo el honor y la bendición de que un grupo de gente decida juntarse conmigo dos horas para trabajar», cuenta en el prologo el escritor.
Los talleres son como una rueda, postula, «leemos textos propios y ajenos y analizamos cualquier cosa que nos interese. A diferencia de Zama, ahí se aprende a esperar, a despegarse del texto y de la obsesión por mostrar. Cuando uno se olvida a qué vino a un taller, es cuando está funcionando a todo lo que da».
Estoy muy contento con este libro, porque una de las cosas de las que estoy convencido es que la literatura es un arte colectivo y no individual”
¿Por qué Simic (Belgrano, 1938)? La deriva empieza en 1998 en Iowa City, cuando Casas asiste a una beca de escritura que exige dar clases en inglés, pero sin saber inglés.
En realidad empieza 60 años antes, y sigue los siguientes 16 con un derrotero de postguerra en plena infancia y adolescencia del yugoslavo, y se extiende al Pullitzer que recibió por poeta, pero también por sufrir insomnio y por creer que podía «convertir dolor en aventura».
La deriva de Simic fue así: terminada la Segunda Guerra, su madre deja Yugoslavia y él y su hermano viajan primero a Francia y después a Estados Unidos. «Fue como Jonas Mekas, un desplazamiento con la potencia de convertir la desgracia en grandes poemas», indica Casas.
Simic «tenía insomnio y el convencimiento de que esas desgracias lo hacían más humilde», explica el escritor, que seis décadas hacia adelante, en 1998, no tenía idea de cómo hablar inglés, pero viajó a Iowa porque sí tenía una estrategia: escribía las clases en español, las pasaba al inglés y las memorizaba de esa manera para dárselas a los alumnos.
Los alumnos «lloraban de risa», cuenta él. En parte, esa traslación de una lengua a a otra es la que configuran los ensayos de este primer libro publicado por Enjambre. Pero un día, mirando la tele, Casas notó que su cabeza ya no estaba traduciendo, entendía directamente. Y eso también pasa en estas versiones insomnes.
Lo siguiente fue así: Entró a una librería de viejos de Iowa, compró la obra completa de Simic y la empezó a traducir para aprender a hablar inglés. «Ahí encontré ‘El congreso de los insomnes’ -dice- un poema que me impactó por cómo empieza, casi como una invocación religiosa».
«Mother of God, everyone is invited/ Starzing Peruvian sheperds, Old men on sidewalks of New York'». Algo que podría entenderse así: ‘Madre de dios, todos están invitados/ chiribayas soñadoras, viejos de las veredas de N.Y’.
Es el final lo que produjo significativas variaciones en las versiones del libro de Enjambre: «Sleeplessness is like methaphysics./Be there». El insomnio es como la metafísica, está ahí, o ‘hay que estar’ o ‘te espera’.
Hay en este trabajo colectivo, también, una confirmación: «Estoy muy contento con este libro, porque una de las cosas de las que estoy convencido es que la literatura es un arte colectivo y no individual», reitera, como tantas veces.
El proyecto editorial al que dio vida Simic en Argentina «surgió también de la desesperación que deja el vacío de cerrar un espacio como lo fue el Pequeño Centro Enjambre, abierto entre 2012 y 2018, dedicado a la experimentación con la escritura», cuenta su director, Marcelo Carnero.
«Tuvimos que cerrar sin saber muy bien que íbamos a hacer: si podríamos sostener el proyecto, si podríamos llevar lo que habíamos hecho en esos seis años a otros espacios o si nos desintegraríamos en el camino», recapitula Carnero.
En medio de eso surgió la idea de este sello. Para el editor, «un proyecto que pensamos de a poquito, porque queremos sacar libros que nos gusten hacer, no solamente en su contenido sino como artefacto extraño».
La idea es armar colecciones que reflejen el trabajo emprendido por Enjambre. Poesía, narrativa, ensayo y producciones que surjan de los talleres que siguen dando, desde que se disolvió como centro físico, desperdigados e interconectados en librerías, casas editoriales y otros puntos de la ciudad de Buenos Aires.
Las ediciones previstas para 2020 son ensayos sobre procesos de escritura a cargo de talleristas como Esther Cros, Betina González, Juan Mattio o Leila Sucari.
«También vamos a publicar ‘Dos inviernos’, primera novela de Luciano Fornasero», dice el corresponsable, junto a Victoria Schcolnik, de todo lo referido a Enjambre. Así como un libro de poesía del cordobés Marcelo Daniel Díaz, informó Télam