El Presidente se irá a La Angostura en enero y luego a España. Quiere dar un discurso de despedida y desarmó un encuentro con empresarios.
Suena “Don’t stop me now”, el clásico de Queen, cuando Mauricio Macri queda en el centro de una ronda que lo aplaude mientras él hace la mímica de un guitarrista que toca y se mueve casi en trance. Es sábado de madrugada, y faltan apenas diez días para dejar la Presidencia de la Nación tras una derrota electoral, pero Macri vuelve al baile que tanto repitió en sus campañas victoriosas. Ocurrió el 30 de noviembre en la fiesta que organizó Diego Lerner, el CEO de Disney, para celebrar el primer año de su salón de eventos El Dok. Cuando termina el estribillo y el solo de guitarra imaginaria, Macri se acerca a Juliana Awada, la abraza, le da un beso y la fiesta sigue su ritmo.
Uno de los invitados grabó el momento y lo subió a su cuenta de Instagram. Corrió la preocupación entre los más cercanos al Presidente: ¿Es conveniente que lo vean bailar y divertirse a pocos días de dejar el poder con una economía en crisis? Al Presidente no le gustan esos cuestionamientos. Todos los que lo rodean en la intimidad de estos últimos días de Gobierno comparten una visión. A pesar de que está dejando el poder con altos índices de inflación y malos resultados en pobreza, indigencia y endeudamiento, Macri atraviesa en paz la transición.
El Presidente dedicó metódica y organizadamente el mes y medio que le siguió a la derrota electoral a cerrar esta etapa de su vida en la intimidad. Su agenda incluyó muchas reuniones de cierre de gestión y reflexión con sus funcionarios más cercanos. Pero también encabezó una intensa serie de cenas con pocos invitados a la quinta de Olivos: por allí pasaron Valeria Mazza y Alejandro Gravier y también Susana Giménez. La lista de privilegiados es más larga.
A muchos de ellos les contó sus planes: después de vender -según dijo él mismo- en tres millones de dólares su departamento de Libertador y Cavia, Macri y Awada se mudarán a San Isidro. En esa misma zona Macri montará una oficina con un círculo muy chico de actuales funcionarios. Fernando De Andreis, actual secretario general de la Presidencia, está entre ellos. Guillermo Dietrich, ministro de Transporte, también. A ese lugar no lo seguiría Anita, su fiel e histórica secretaria.
La venta de su departamento de Libertador generó varias anécdotas. Allí vivía Gustavo Arribas, director de la Agencia Federal de Inteligencia y amigo cercano del Presidente, pero dejó la propiedad hace unos meses. Macri había repatriado a Arribas de Brasil y el jefe de la AFI decidió recién este año comprarse una casa en Buenos Aires pensando que la reelección de Macri estaba asegurada y que por eso él se quedaría por lo menos cuatro años más en el país. Después de las elecciones, todos sus planes cambiaron: esta semana Arribas se dio de baja fiscalmente en Argentina y ya tiene mudanza y pasaje listo para volver a Brasil en los próximos días. Es uno de los funcionarios salientes preocupados por el devenir judicial.
En el entorno de Macri, aún ahora, después de las elecciones y su resultado, se mantiene un abismo de interpretaciones políticas entre un sector que se concentra en la mirada de su jefe de Gabinete, Marcos Peña, y otro que comandan María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta.
Para este viernes, el Presidente tenía prevista una gran cena con empresarios en la quinta de Olivos que funcionaría como despedida. El plan terminó cancelándose porque el sector del Gobierno que se preocupa cuando lo ve al Presidente bailar temas de Queen apasionadamente entiende que muchos empresarios no hubieran querido verse cenando con Macri cuando Alberto Fernández y Cristina Kirchner están por volver al Gobierno.
En esa misma herida interna -que seguramente marcará la agenda que viene de Juntos por el Cambio- entró la movilización del sábado. Algunos creen que es demasiado riesgosa por la comparación con la foto de la 9 de julio en el cierre del “Sí, Se Puede”. Pero Macri suele explicar a quien le pregunte que la Plaza de Mayo se llena con una porción mínima de gente en comparación con la avenida más ancha del país. Y tan confiado está que, salvo alguna excepción no planeada, ya decidió que habrá un escenario en la Plaza y que él dará su discurso de despedida y agradecimiento a los que vayan a dar su apoyo. Está convencido de que estas movilizaciones autogestionadas son su capital central en esta etapa política.
El fin de semana, Macri terminará de irse de Olivos. El lunes ya no dormirá en la quinta que refaccionaron bajo el ojo y el gusto de Awada. En la intimidad presidencial suelen remarcar que al Gobierno entrante no le tocará lo que les pasó a ellos: futuros funcionarios de Fernández ya pudieron entrar a la residencia Presidencial, mirar su estado y organizar su mudanza.
El Presidente saliente también tiene organizado su verano. Él y su esposa aterrizarán antes de fin de año en Cumelén, el barrio paradisíaco al borde del Nahuel Huapi en Villa La Angostura que eligieron para pasar las vacaciones durante toda la Presidencia. Ahí los esperará el 28 de diciembre el empresario Eduardo Cohen, su histórico anfitrión, que celebrará ese día su cumpleaños. A ellos se les unirá un grupo de amigos para festejar también el 31 de diciembre. La familia Macri pasará enero en el sur y el matrimonio ya sacó pasajes para pasar una semana solos en España en febrero.
Otro de los planes de Macri es dar charlas por el mundo exponiendo su experiencia como Presidente. En la agenda de destinos figura un viaje sin confirmar a Australia.
Pero antes de este planificado verano está la entrega del mando. El lunes, Macri saludará uno a uno a los empleados de la Casa Rosada y dejará su despacho y su gestión. El martes, después de pasarle el bastón a Alberto Fernández por la mañana, ya tiene un plan definido: almuerzo para 30 personas en su quinta Los Abrojos. Awada ya encargó las compras: habrá lomo, matambre y chorizos, informó Clarín.