Estamos en presencia no de un nuevo gobierno sino de algo más amplio: un nuevo oficialismo. La novedad está en eso. Porque el gabinete que presentó Alberto Fernández revela, de manera incompleta, cómo será la nueva estructura general del poder.
Para entender esta estructura hay que mirar sobre todo al Congreso. Esta es la peculiaridad de lo que viene y empieza con la asunción de Fernández. Es un gobierno con un centro de gravedad muy novedoso e inédito en el Parlamento, porque allí estará la jefa del peronismo, Cristina Kirchner.
Cristina tuvo una evolución biográfica curiosa e inesperada, probablemente también para ella. Pasó de ser una líder conceptual que le aportaba capital simbólico a una estructura generada por su esposo Néstor Kirchner y se convirtió en una jefa territorial. Se ha vuelto inevitable para la historia presente del peronismo porque tiene la llave del Conurbano y de todo lo que se le parece al Conurbano en el resto del país.
En los últimos 6 años hubo distintos experimentos, como el de Sergio Massa, para reemplazarla de ese liderazgo, pero resultaron infructuosos.
Como jefa del peronismo, Cristina designó a Fernández a través un tuit, y armó una estructura de poder que es una especie de eje de gran palanca del nuevo oficialismo en el Congreso. De esta manera, maneja el Senado e hizo una importante alianza con Gildo Insfrán y Gerardo Zamora, dos gobernadores que no están en la liga de los que quieren desplazarla.
Sumado a esto, en Diputados se unificaron los bloques y quedó al frente su hijo Máximo, que tendrá desde ahora un rol más visible en la política. Además, Rodrigo Rodríguez -del corazón de La Cámpora- será el secretario administrativo de la Cámara. Por eso, Massa, como presidente de la Cámara de Diputados, podrá tomar muy pocas decisiones si no pasan por este representante de Máximo.
Algunos piensan que La Cámpora y Máximo (en el fondo, Cristina) le tomaron la administración de la Cámara de Diputados a Massa. Otros sostienen que Massa y Máximo tienen un pacto previo y no del todo visible porque no figura en la cartografía de la política nacional, sino en La Plata. Conviven desde hace tiempo en una distribución de poder que se produce en la Legislatura bonaerense. Ahí conviven La Cámpora con el massismo y se reparten recursos de poder y económicos.
Cristina va a tener una influencia enorme en tres comisiones estratégicas: las de Presupuesto y Hacienda, tanto en el Senado como en Diputados; y la Comisión de Acuerdos, en el Senado. Entre otras cuestiones, las dos primeras comisiones deciden cuántos recursos van a las distintas áreas del Estado, principalmente a las provincias y las universidades, y cuántos irán para su niño mimado Axel Kicillof, a cuya asunción irá al igual que irá a la de Mayra Mendoza, como intendenta de Quilmes. En la Comisión de Acuerdos se deciden el ascenso de militares y de diplomáticos, pero sobre todo la designación de jueces: una llave importante para alguien que tiene un gran conflicto con el Poder Judicial.
Algunos dicen que el país está entrando en un régimen vicepresidencialista porque si el presidente no controla el Congreso se vuelve menos presidencialista.
Fernández armó un mapa de poder en el Gabinete, que permite conjeturar cómo serán las relaciones del gobierno con diversos sectores de la vida pública. El presidente electo dividió al ministerio de Economía. En esta área estarán: Martín Guzmán, quien renegociará la deuda; Matías Kulfas, que será un megaministro de Producción; y Miguel Pesce, que estará al frente del Banco Central.
Fernández había dicho que el Fondo Monetario Internacional (FMI) no financiaba a la Argentina, sino a la reelección de Mauricio Macri y decía que los desembolsos disimulaban que el país ya estaba en default. Ayer señaló que hay un enorme riesgo de default. Por eso, a juzgar por sus dichos, hay que estar atentos a si el gobierno declara el default de la deuda privada.