A través de su cuenta oficial de Instagram, la joven reflexionó con un extenso escrito luego de haber permanecido más de un año en Cuba por un tratamiento médico.
Florencia Kirchner regresó a la Argentina después de haber permanecido más de un año en La Habana, siguiendo un tratamiento por un problema de salud. En un vuelo CU 360 de Cubana de Aviación que aterrizó en el Aeropuerto de Ezeiza este sábado a las 22:30 hs., pisó suelo argentino junto a su madre, la vicepresidenta Cristina Fernández, quien días atrás viajó a Cuba para acompañarla, relató el portal Infobae.
Previo a abandonar la isla, la joven escribió una carta abierta y la compartió en su cuenta de Instagram. “Última noche en La Habana. Pasaron las doce. Veinituno de marzo/2019”, dice en el encabezado, cometiendo un acto fallido con el año en curso.
Y continúa: “Camino por la habitación a la caza de imágenes fértiles en la cabeza, para que se me hagan como bebés. Camino por el teatro imaginario, mientras por el instante, se me escapan las palabras que querría decir. Se me habla la boca sola. Estoy jugando a la premonición. Pasé gran parte del día en pose fetal. Estoy dejando lo que llaman: la campana de cristal. De ahora en más si no puedo con algo, estaré entre humanos y movimiento, que me verán por no poder, y que lejos de la comprensión pondrán sus ojos putrefactos sobre mi manera deslenguada, y la manera esa otra, la laxa que me hace poder dar vuelta los brazos como un cisne fallido”.
Asimismo, Florencia sigue relatando su última noche en Cuba. “Recién -realmente recién- iba de la habitación hacia el estudio pensando en tocar algún libro para calmarme, tocarlo, no más, buscarlo, no más, porque tengo una lectura corriendo ya, una de las que no se abandonan: Witting y las guerrilleras. Y entonces, llegué yo al estudio, y estaba vacío. Recordé que ya estaba todo en las cajas, las que mañana van a volar conmigo en avión. Solo te queda una ducha y dormir. A las ocho despertar e infusión. Quizás algunos minutos para escuchar Crown of Love. No te queda más que eso en La Habana. Las cosas ya no ocupan los estantes y las perchas están vacías, colgadas solas entre ellas. El que fue mi lugar se comienza en soledad”, cuenta.
Y, enseguida, describe el sitio dónde pasó todo este tiempo: “Quedará con sus lagartijas por los techos de las habitaciones, con sus salamandras transparentes, que no sé si me será alivio o extravío no serme más entre reptiles. Esto sigue acá sin mí. No estoy escribiendo que estoy volviendo. Estoy volviendo. Fue mi amiga Agustina, a la que le mandaba mis textos y mis cuentos, la que me decía: tu escritura tiene algo dislocado. Y yo le creo, porque así también son mis huesos, se salen de lugar bajo el mando de la piel. Y cuando junto letras lo hago yo con todo el cuerpo. Con el mío, dislocado”.
Florencia termina su carta, que acompaña con una foto que ilustra su placard vacío, diciendo: “Es esto lo último que escribo desde La Habana. Y tengo lágrimas negras”.
Por último, hija de la vicepresidenta explicó que le dedicaba este mensaje a su amiga Agustina Comedi “que viajaste a verme, que estabas atenta a cada mensaje mío, a cada texto en tu correo para darme una devolución que tardaba menos de 24 horas en llegar. Perdí la cuenta de la cantidad de páginas que me leíste. Perdí la cuenta de la cantidad de mesas y noches juntas matando al ángel. Porque vamos del yo a lo colectivo, de lo colectivo al yo. Del vino a la cerveza. De Proust a Los Glass, especialmente a Franny. De Cohen, Dylan, (It’s all o ver now baby Blue) a un reggaetón. De los sonidos de la risa a la muerte de nuestros padres. Y porque siempre, siempre, me escondiste los gatos”. Y agradeció a todos “por esos mensajes”.