Por poco más de US$6, te podías comprar el lunes un barril de petróleo del tipo Western Canadian Select. Y si quisieras comprarte un barril de crudo de referencia, el Brent del mar del Norte, por ejemplo, solo necesitarías unos US$22.
Si pensamos que hasta enero el precio del Brent rondaba los US$70 y US$36 el Western Canadian, la inversión podría salir a cuenta
Y es que la crisis por el coronavirus -y la guerra de precios que generó entre dos pesos pesados de la producción internacional, Arabia Saudita y Rusia- han puesto en caída el valor del petróleo.
De hecho, esta semana empezó con el crudo sucumbiendo a su nivel más bajo en los últimos 18 años: el Brent alcanzó los US$22,58 y el West Texas Intermediate cayó por debajo de los US$20.
Riad, sin embargo, reiteró que a partir del miércoles aumentará su producción a un nivel sin precedentes (12,3 millones de barriles por día), en una situación de emergencia global donde consultoras y analistas prevén una caída abrupta en el consumo.
Pero en un escenario donde Arabia Saudita abre a tope las llaves de sus pozos mientras cae la compra de hidrocarburos como consecuencia de la pandemia, una cuestión logística ha comenzado a volverse un dolor de cabeza: ¿dónde meter todo el petróleo?
Y es que si históricamente la disyuntiva para muchos países ha sido cómo lograr tener suficiente combustible almacenado para responder ante un potencial fallo en el suministro, ahora el problema resulta que es tanta la oferta que no se sabe qué hacer con ella.
«En algún momento, muy pronto, es posible que la capacidad de almacenamiento de petróleo a nivel global alcance su límite», alertó la pasada semana Fatih Birol, director ejecutivo de la Agencia Internacional de Energía.
Mientras Rystad Energy, una consultora petrolera con sede en Oslo, estimó que el 76% del almacenamiento mundial ya estaba lleno y que era probable que, de continuar las tasas de producción actuales, el mundo se quedaría sin lugares donde guardar su crudo este abril.
Pero ¿cómo se llegó aquí?
Oferta vs. demanda
Jorge Piñón, experto en temas energéticos de la Universidad de Texas (EE.UU.), le explica a BBC Mundo que la crisis generada por la expansión del coronavirus solo hizo agravar la brecha entre la producción y el consumo de petróleo a nivel global.
«El problema que tenemos hoy en día -y el talón de Aquiles que tiene la industria de hidrocarburos- no es la oferta. Todos sabemos que hay suficiente petróleo en el mundo, el problema está en la demanda y cómo se va a recuperar después de esta crisis», considera.
De acuerdo con el experto, los desajustes caóticos entre la oferta y la demanda de petróleo habían comenzado a notarse incluso antes de la llegada del virus, producto de la propia desaceleración que habían reportado las economías de China e India, dos de los motores de la compra internacional de hidrocarburos.
Luego, la crisis global que generó el coronavirus, que llevó a detener prácticamente la economía, la situación fue a peor.
«Ahora con las aerolíneas y las industrias sin funcionar por esta crisis, las ciudades en cuarentena sin que la gente use mucho sus carros, es previsible que la demanda de petróleo en el mercado internacional se reduzca más», afirma Ernie Barsamian, director de Tank Tiger, una compañía que busca lugares dónde almacenar el petróleo.
Cálculos de IHS Markit, una firma de investigación, estimó que la demanda a nivel global durante el primer trimestre del año cayó en 3,8 millones de barriles por día (alrededor de 4% de los suministros mundiales) la peor desde la crisis financiera de 2008.
De ahí que la consultora Vital Group estimó que los productores debían reducir el suministro en aproximadamente un 10% para evitar alcanzar la capacidad de almacenamiento global para el crudo en los próximos meses.
Sin embargo, tras una diferencia de criterios sobre cómo afrontar la crisis entre Moscú y Riad en una reunión de la OPEP, el reino saudita anunció que respondería a la crisis con un aumento récord de su producción.
«No importa si Arabia Saudita produce más, el problema es que ahora no tiene clientes para comprarle el petróleo», explica Piñón.
«Entonces la pregunta es qué puede hacer con todo ese petróleo que va a sacar», agrega.
Varias compañías refinadoras anunciaron desde la semana pasada que reducirán también sus niveles de procesamiento, lo que puede afectar la salida del crudo que se extrae.
«Y el crudo por sí solo no tiene valor si no puede refinarse. Entonces habrá que buscar dónde almacenarlo hasta que pueda ser procesado», considera Barsamian.
¿Por qué es complicado recortar la producción?
De acuerdo con proyecciones del Banco Standard Chartered para el segundo trimestre de este año se espera un «superávit global extremo» de 12,9 millones de barriles de petróleo por día, una cifra que superaría los 2.100 millones para fin de año.
Aunque no se tiene idea a ciencia cierta de la capacidad de almacenamiento global de crudo, la consultora BofA Global Research estima que alcanza los 900 millones de barriles, una cifra muy por debajo del monto previsto Standard Chartered.
Y si bien a primera vista la solución parecería seguir el consejo de Rusia y recortar la producción, Piñón aclara que, más allá de las posibles motivaciones políticas y económicas detrás de esta decisión, el tema es más complicado de lo que parece a nivel estructural.
«Una lección que siempre se da cuando se comienza a trabajar en temas de petróleo es que nunca se cierra un pozo. Haz lo que tengas que hacer, no importa el costo, no importa a cuándo lo tengas que vender, pero nunca cierres un yacimiento de petróleo», explica.
De acuerdo con el experto, cerrar un pozo para recortar la producción implica desafíos técnicos que pueden comprometer el propio yacimiento.
«Una vez que pierdes la presión original del reservorio que te da esa formación geológica, es extremadamente difícil recuperarla», señala.
«Cerrar una refinería es más fácil. Pero si cierras yacimientos maduros como los Venezuela, Irán, Irak o Arabia Saudita, que ya tienen años de explotación, es muy difícil volver a los niveles iniciales de producción», señala.
El otro elemento, según Barsamian, no solo está en que una vez que ya está abierto el pozo, el coste de producción suele ser reducido.
También está -señala- que los países productores son dependientes de los ingresos de la venta, por lo que deben de seguir vendiendo incluso aunque el precio sea varias veces menor.
«No puede cerrar la producción, tienen que venderlo a cualquier precio», considera.
¿Qué pasa con ese crudo que nadie quiere?
Según explica Piñón, en circunstancias normales, el almacenamiento principal del crudo que se produce tiene lugar en los tanques que están en las refinerías o en los campos de producción.
Luego, como «almacenamientos secundarios» están las grandes terminales que se encuentran generalmente cerca del mar, donde se guardan los hidrocarburos que ya están listo para exportar.
«Esto generalmente está pensando en un mecanismo en el que habrá una demanda que permitirá sean transportados a su destino», señala.
Pero cuando el espacio en estos escasea -o cuando los precios caen y la producción como ahora- los grandes buques tanqueros se vuelven una especie de almacenamiento flotante.
Algunas empresas reúnen sus barcos a esperar en un mismo sitio, lo que se denomina «granja de tanqueros».
«Muchas compañías o países optan por rentar estos tanqueros por un tiempo, los llenan de petróleo, lo lanzan a alta mar y lo estacionan hasta que encuentran un cliente», cuenta Barsamian, que se encarga precisamente de buscar un destino para este petróleo.
Sin embargo, afirma, el costo de mantenerlo en el mar puede ser hasta tres veces mayor que en tierra.
«Aunque el precio es mucho mayor hemos notado que ha vuelto a convertirse en una modalidad en las últimas semanas», señala.
Esto, de acuerdo con el experto, puede sugerir la escasez de lugares de almacenamiento en tierra.
«Si antes recibíamos dos llamadas de cliente por día, en las últimas semanas hemos recibido hasta 12 por día», afirma.
Según datos de la firma Kpler, que monitorea buques petroleros en el mar a través de imágenes de satélite, el volumen de petróleo colocado en barcos para esperar mejores tiempos aumento un 25% en marzo.
En total, hasta finales de este mes, circulaban cerca de 10 millones de barriles de petróleo por las aguas del mundo, cerca del 10% del consumo diario mundial en tiempos normales.
¿Qué provecho puede tener esta circunstancia?
Según Barsamian en circunstancias de este tipo, muchas agencias o comerciantes compran petróleo a bajo precio para esperar a que suban y luego venderlo, en una operación que es conocida como contango.
Sin embargo, señala que esa jugada es incierta en estos tiempos, dado que no se sabe cuál -o cuándo- puede ser la salida para la actual crisis.
«Si quieres alquilar un buque grande para hacer contango, cuesta US$50.000 por día. Depende en general del tamaño y el tiempo que esté en alta mar, pero puede costarte hasta US$1,50 por barril. Es un precio muy elevado», señala.
Piñón, por su parte, considera que uno de los lados positivos es que el precio de la gasolina baja a nivel global.
«Eso beneficia a muchas personas y también a muchos países. Naciones de Centro y Sudamérica, incluso México podrían acceder a los hidrocarburos a precios bajos, lo que podría beneficiar no solo sus economías, sino a la gente común.», señala.
Sin embargo, de acuerdo con el analista, la forma en que el coronavirus ha paralizado el mundo hace que no se pueda sacar mucho provecho de esta circunstancia.
«El problema muchos países están lidiando con esta crisis y están usando sus reservas para hacerle frente, no para comprar petróleo. Pasa igual con las personas, que si bien pueden comprar gasolina más barata, no pueden usarla porque no pueden salir en sus carros», señala.
«Y si no se compra, pues entonces hay que buscar donde almacenarlo. Hay que estar atento a ver las soluciones que se propone para esta situación en las semanas próximas porque nunca habíamos visto una situación así.