Javier Pérez, un argentino de 44 años que cumplió dos meses de estricta cuarententa en Wuhan, donde vive con su familia, contó hoy que en la ciudad china donde comenzó el coronavirus, «por el momento solo podemos circular los que trabajamos en relación de dependencia en industrias», que los comercios no esenciales continúan cerrados y evocó que los primeros 15 días de aislamiento «fueron muy duros porque no sabíamos si teníamos la enfermedad».
“Vuelvo de sacar a la perra y hablamos”, respondió a Télam Javier, que reside en Wuhan hace tres años y en China desde 2006, sobre una acción que en cualquier otra época sería intrascendente pero hoy es un indicador de que en la ciudad de a poco se va volviendo a la vida como era antes del inicio de la pandemia.
Javier, que vive junto a su esposa Joy Chen, su hija de 4 años y su hijo de 10 meses, en diálogo con Télam aconsejó a los argentinos cumplir el aislamiento.
“Esto no es joda, hay un momento en el que el sistema de salud colapsa y uno no puede enfermarse ni de coronavirus ni de nada, la sensación es muy fea, por eso hay que ser responsables”, sentenció.
Es el octavo día que sale de su casa después de dos meses de estricto aislamiento: “Por el momento sólo podemos circular los que trabajamos en relación de dependencia en industrias. Mi esposa, por ejemplo, todavía no puede», dijo Javier, que es gerente de planta en una fábrica automotriz.
Con 11 millones de habitantes, Wuhan es la extensa capital de la provincia de Hubei, en China central, donde comenzó el brote del SARS-COV-2 hacia fines de diciembre del año pasado.
“Al día de hoy los restaurantes y comercios que no son esenciales permanecen cerrados. Habilitaron el funcionamiento de las industrias y continúan abiertos los mercados, estaciones de servicio y farmacias que nunca cerraron”, explicó.
“Los accesos siguen cortados a excepción de la estación de tren que se habilitó sólo para los que habían quedado varados afuera y quieren volver, siempre y cuando tengan forma de demostrar que son residentes de Wuhan y que los están esperando para trabajar”, detalló sobre el ritmo de la metrópoli china.
Las personas que circulan por la calle tienen que usar barbijo porque si bien la OMS confirmó hace unos días que el virus no se transmite en el aire, cualquier persona de esta ciudad tuvo un nivel de exposición altísima al SARS-COV-2, por lo que podría estar infectada.
Los habitantes de Wuhan tiene la obligación de bajar una aplicación en su celular que les asigna un código QR personal e intransferible. La aplicación tiene tres colores: rojo para el que no se puede mover de su casa, amarillo para los que tienen restricciones y verde para los que pueden circular.
“A cada lugar que vas tenés que pasar tu código QR, esto no sólo te habilita a ingresar, sino que además permite hacer un seguimiento de la circulación para detectar si pasaste por algún lugar donde se haya enfermado una persona”, contó Javier.
Como ejemplo, señaló que «hoy llamó un empleado diciendo que la aplicación lo había puesto en rojo porque ayer fue a comprar a un supermercado donde otra persona que había estado allí tenía en su casa a alguien con fiebre».
“Hasta el momento vamos un 70% del personal, y se estima que para el 8 de abril ya iremos todos. Cada uno trabaja en su box con estrictas medidas de higiene. Si tenemos que hacer una reunión la hacemos a través de alguna aplicación por el celular, aunque estemos todos en el mismo lugar físico”, afirmó sobre su rutina laboral.
El 31 de diciembre, China reportó ante la OMS que 27 personas tenían un tipo de neumonía de origen desconocido, en su mayoría trabajadores del mercado de mariscos de Wuhan; diez días después se informó que se trataba de un nuevo coronavirus, y el 11 de enero se divulgó que había un primer muerto por esta causa que según cifras oficiales provocó 2.535 fallecimientos en esa localidad,
“Las restricciones fueron paulatinas: el 23 de enero se cortaron los accesos a la ciudad, lo cual fue todo un tema porque muchas personas se habían movilizado por el Año Nuevo Chino.. Luego se determinó que se podía salir solo a comprar artículos esenciales (comida, farmacia), después que no se podía usar el auto y finalmente no se podía salir de la casa por ningún motivo”, agregó.
Durante ese período las compras debían hacerse por delivery, lo que obligó a implementar compras comunitarias y contratar más trabajadores para facilitar los repartos.
De estos meses de aislamiento, Pérez identificó algunos momentos difíciles en su historia familiar: “Los primeros 15 días fueron muy duros; no sabíamos si teníamos la enfermedad porque la medida se puso cuando ya había un porcentaje altísimo de la población infectada”, relató.
«El temor que sentís no es sólo por coronavirus, sino que tenés miedo a sentirte mal por cualquier cosa, sobre todo cuando tenés chicos, porque día a día vas viendo que los hospitales están colapsados, y cada día peor”, señaló.
Otro etapa difícil fue cuando evaluaron la posibilidad de irse de Wuhan. «Esa etapa fue terrible porque era todos los días la esperanza puesta en eso. Casi todos los argentinos que estaban aquí lograron irse. La última opción fue el vuelo a Ucrania, pero no pudimos irnos porque mi esposa era china”.
“Ahí comenzó la etapa de aceptar que no íbamos a podernos ir y teníamos que tratar de pasarla lo mejor posible y nuestro ánimo mejoró”, evocó, y aunque aún no sabe que cosas van a cambiar a partir del coronavirus, dijo que «me incomoda mucho que una persona me hable cerca sin barbijo, quizás esto pase con el tiempo”.