Habíamos perdido la noción de tiempo; nuestro espacio era un camarote de un buque, en el que viajábamos cuatros soldados. Me encontraba dormido, cuando de pronto, se anuncio por los altavoces que en breve atracaríamos en el puerto de Madryn.
Antes nos habían comunicado que nos encontrábamos navegando por aguas territoriales de la Republica Argentina, y que éramos custodiados por buques de Armada Nacional. Fue un saltar de catreras y prepararnos. Voces en ingles se escuchaban en los pasillos; esperamos en silencio; un pucho prendido; la cabeza gacha, y muchas cosas que pasaban por nuestros pensamientos, eso era lo que pasaba.
De pronto se abrió la puerta y nos indicaron que debíamos salir. Caminamos en fila, uno tras otro y nos sumamos a las largar filas que poco a poco se iban formando en los pasillos.
Murmullos, solo murmullos, se escuchaban entre nosotros. Ordenes de “caminar”; “moverse” o “desplazarse” era lo que entendíamos nos decían. Era una mezcla de idioma, entre español e inglés, a lo que se sumaba alguna seña, así entendíamos y nos movíamos.
Subimos por una larga escalera, hasta encontrarnos con el cielo. Se veía un azul celeste, nublado pero hermoso, era nuestro cielo, el cielo de nuestra patria. En largas filas, ahora nos apilábamos sobre la cubierta del buque. Unos metros mas adelante, soldados ingleses junto a una bolsa nos aguardaban.
Curiosos mirábamos de costado, algo decían, y algo entregaban. Llego mi turno, era un paquete de cigarrillos, Parliament y una caja de fósforos… una frece que rompía el silencio… una frase dicha en castellano… “esperamos que hayan disfrutado el viaje…”. Tras recibir indicación me desplace hacia donde marchaban todos, al borde de la cubierta. De allí comencé a bajar peldaño tras peldaño una larga escalera que finalmente me condujo al muelle. Desde arriba observaba como todos bajaban y se mezclaban con quienes nos esperaban.
Solo veía uniformes verdes como los nuestros. Llegue al pie de la escalera, y allí escuche una voz conocida que me indagaba: “Los pibes de Rawson, están acá… están bien… vienen todos…” la reconocí, era el querido Carlos Lorenzo “Lamparita”, para quienes conocen Rawson, él era por ese entonces Director de Ceremonial de Gobierno, y tenia un papel en la mano donde seguramente anotaba, o marcaba algo.
Tras mi respuesta, seguir caminando, vi otro rostro conocido: Walter Rojas, un hombre alto, flaco, canoso, compañero de trabajo de mi padre. El solo me dijo: “Ahora le aviso a tu papa…” Seguí caminando, al mismo ritmo que lo hacían todos, subimos a unos colectivos que nos esperaban, y abandonamos el puerto.
Habíamos llegado de regreso de la guerra de Malvinas a Puerto Madryn. Salimos de la ciudad y nos encontramos con la ruta. Abrimos las ventanillas del colectivo, pese a la “orden” de no abrirlas. Observamos primero gente en las calles y luego a todo lo largo de la ruta. Nos aplaudían; se oían gritos; nos tiraban cosas (alimentos), y nosotros también les arrojábamos, lo poco que teníamos de nuestros pertrechos.
Minutos mas tarde ingresamos a la base Zar de Trelew. Habíamos vuelto de la guerra… Hay más, pero eso lo escribiré en otro momento, hoy quería recordar que fue en este día 21 de Junio de 1982 que regresamos de Malvinas. El buque en el que volví es el Nordland, esto me lo enteré luego de muchos años.
LA BASE ZAR DE TRELEW
Luego, del puerto de Madryn y de nuestro tránsito por la ruta nacional 3 con dirección al sur ingresamos a bese Zar de Trelew, y nos encontramos con un sinnúmero de soldados que ya se hallaban en el lugar. Siempre era un encontrarse con alguien que no se había visto, así había ocurrido en los camarotes del buque; en cubierta; en el puerto al bajar y ahora se repetía en la unidad militar; allí estábamos todos juntos, desarmados y solo con algunos pertrechos de nuestros uniforme que portábamos.
Esto solo duro un par de segundos ya que de pronto se escuchó la voz de “Formar”, con la aclaración por regimiento, por compañía y por grupos. Encolumnados, en orden y en silencio de uno en fondo – algo así como una larga fila – para ingresar a los comedores. Allí primero nos daban una bandeja de acero inoxidable, los cubiertos y un jarro. Pacientes formamos frente a unas mesas que estaban improvisadas, para repartirnos “algo de comida”. De un lado, los marinos, de otro todos los que habíamos regresado.
Turno, por turno, nos fueron sirviendo. Creo que fue chocolate con leche… luego nos ofrecían facturas y pan. Ante la pregunta, mi respuesta no se hiso esperar “dame pan… quiero pan… “, y salí de esa formación con dos felipes bajo del brazo. Esto seguramente tenía que ver con la falta de pan sufrida en Malvinas, y que ahora tenía la posibilidad de saborear eso que tanto deseaba, lo llevaba celosamente vigilado y seguro debajo de mis brazos.
Nuestra estadía en la base fue corta y al cabo de poco tiempo ya nos subimos a los colectivos. Ahora estábamos mejor organizados. Algún oficial y suboficiales se sentaban en los primeros lugares y resto de allí hacia atrás. El colectivo inicio su marcha. El rumbo, presumíamos era Comodoro Rivadavia, el lugar donde tenía su base nuestro Regimiento. La travesía desde la base, hasta la estación de servicios fue rápida, y la verdad no recuerdo mucho de ese trecho.
De pronto los colectivos se detuvieron en una estación de servicio. Nada se nos dijo, solo que no podíamos bajar. De pronto escuché mi apellido, me llamaban: “Soldado Rocha…” y fui hasta la parte delantera del colectivo, y me informaron que me buscaban. Gire la vista y al pie de las escaleras del colectivo, se encontraba mi madre… “hijo querido… volviste…” baje del colectivo y la abrace con todas mis fuerzas.
Llanto, gritos, alegría y una mezcla rara de muchos sentimientos se dieron allí. Estaba al pie de la escalera, abrazaba a mi madre, me temblaban las piernas, lloraba… mi vieja, me toco por todos lados, seguramente tratando de saber, por medio de tacto que estuviera entero… fue breve el encuentro; abrace también a mi padre y vi a algunos de mis hermanos un poco más lejos esperando su turno. No sé qué otras cosas pasaban a mi alrededor, solo, que mi familia ese día y a las pocas horas de haber desembarcado en Madryn a mi regreso de Malvinas, me había podido ver.
COMODORO RIVADAVIA – LLEGADA AL REGIMIENTO 8
Del tránsito por la ruta nada recuerdo, no se si el sueño nos venció y eso impidió que recordara algo. No obstante, sé que el viaje fue durante la tarde noche de aquel día y que muy entrada la noche ingresamos al Regimiento. Sonaba la banda de música; no recuerdo que marcha militar tocaban, pero sonaba muy fuerte.
Nos despertamos y de pronto estábamos frente al lugar de ingreso – puesto 1 Plana Mayor – allí tocaba la banda, una pequeña formación de uniformados también era parte de ese paisaje, entre los que se mesclaban gente con ropa de civil; de pronto todos rompieron las formas y comenzaron a abrazarse con quienes bajábamos; muchos de los que allí estaban eran familiares de los oficiales y suboficiales y unos pocas familias de los soldados; los llantos, gritos y la alegría, era lo que se percibía; quienes no teníamos familiares allí buscamos entre los presentes algún rostro conocido, con quien compartir nuestro regreso; allí estaban nuestros compañeros soldados, los que se habían quedado en el continente; entre ellos Depiante y Castro; de este ultimo Hugo Castro nada sabíamos hasta el momento, allí nos enteramos que formó parte de otra compañía que había combatido días atrás en San Carlos y que regresó luego de caer prisionero al continente vía Montevideo, Uruguay.
A los pocos minutos de nuestra llegada fuimos conducidos a nuestra compañía.
Allí nos formaron en la “cuadra” “al pie de la cama”. Debo aclarar que es una “cuadra”. Se trata del lugar donde generalmente viven los soldados, un gran salón con camas tipo cuchetas a sus lados. La cabecera da generalmente a las ventanas y los pie apuntan hacia el medio del salón, de allí el termino “al pie de la cama”, paraditos, mirando de frente al gran pasillo, desde donde el suboficial de semana nos hablaba y expresaba claramente las ordenes: «Sobre las camas van a encontrar ropa limpia; tollas, jabón, cepillos y pasta de dientes y elementos para afeitarse; se sacan toda la ropa que traen y la depositan (señalo el centro de la cuadra), acá; van a ingresar a las duchas; cuando salgan se van a cambiar y luego iremos al comedor de tropa; allí van a recibir una ración de comida; les aconsejo no comer mucho ya que sus organismos no están acostumbrados a recibir tanto alimento y se pueden descomponer». Cumplimos la orden como siempre lo hacen los soldados.
Al salir de los baños recuerdo que recibí con un golpe en cara, no era una trompada, era el olor que provenía de nuestras ropas, eso habíamos sido por largos días en Malvinas. Ropa y cuerpo sucios, producto de los combates y los días pasados en el un pozo de zorro, donde como es lógico recordar nunca habíamos abandonado. Nos cambiamos y nos fuimos al comedor. Comimos: pollo con fideos.
Algunos, comimos un poco, mientras que otros comieron mucho. Esa noche fue un gran desfile al baño, muchos se habían descompuesto. Paso la noche y llego la mañana, desayunar, hacer fila para ir a la enfermería y volver a reconocernos, pues ahora estábamos limpios. Mas tarde y por grupos nos sacaríamos algunas fotos. Guardo una donde estoy con mis compañeros soldados.
LA BAJA COMO SOLDADO INSTRUIDO Y EL PASO A LA RESERVA
Me había incorporado como soldado el 01 de febrero de 1982 – Fuerza Ejercito – RI 8 Gral. O’Higgins de Comodoro Rivadavia y salí de baja en la Primer Licencia Parcial el 18 de agosto de 1982, pasando a la reserva como soldado. Es lo que fui y es lo que soy “Soldado”. No recuerdo bien, pero se que la gran mayoría de mis compañeros se fueron mucho antes de baja, yo debía quedarme, pues posiblemente se me sometiera a un “Consejo de Guerra”, el delito era por el robo de comida en Malvinas.
El hecho ocurrió en los días en que descubrimos que el deposito de intendencia estaba lleno de comida y a nosotros no se nos daba nada. En ese momento y estando de guardia junto con otro compañero rompimos el candado de la puerta, entramos y nos aprovisionamos de todo cuanto pudimos llevarnos; esa noche entregamos nuestra guardia a otros y fue “sin novedad”; pero estos descubrieron el candado roto y también entraron y sacaron alimentos, y así se repitió durante toda la noche y primeras horas de la madrugada.
La situación recién fue descubierta la mañana siguiente. Inmediatamente nos fueron ubicando a todos los que estuvimos de guardia; allí estábamos con mi compañero de apellido Brito y otros soldados de varias compañías; fuimos golpeados tratados como “ladrones” y traidores.
Baile de por medio recibí muchos golpes de mis superiores, algunos de puño y hasta patadas. Luego me sacaron junto con unos pocos y mediante el “baile”, que significa; correr, arrastrarse, ejecutar salto de rana, y todo cuanto se le pueda ocurrir a quien manda (generalmente un suboficial), me hicieron recorrer cuanto pozo de zorro se les ocurrió. La finalidad era recuperar todos los alimentos “robados”. Entraba en esos pozos que eran nuestra posiciones y tenía que buscar los alimentos y sacarlos. Recuerdo que entré en muchos lugares, mis compañeros me miraban y en sus rostros adivinaba que me decían “no, nos mandes al frente… no saques lo que “robamos” … Allí quedaron las cosas, no saque nada.
El resultado fue el gran castigo físico y psíquico recibido. Esto fue durante todo el día. Nos pararon frente al mástil de bandera en posición de firmes; allí estábamos un rato parados, y cuando el suboficial a cargo veía que nos movíamos, comenzaba de nuevo el baile. Durante la noche, fuimos llevados a una pequeña oficina que estaba junto al puerto.
Allí nos tenían de pie, mientras que el suboficial, sentado descansaba un poco y cuando advertía que nos dormíamos parados, llegaba la orden “afuera carrera mar…” En medio de la oscura y fría noche y mediante movimiento vivos, hacia que se nos fuera el sueño y luego volvíamos a la pequeña oficina. Fue así durante toda la noche. Varios días estuvimos en esta situación de presión física y psicológica hasta que finalmente se decidió que hacer con nosotros, pasamos a integrar la Policía Militar.
Nuestra función ahora era la seguridad del caserío de Bahía Zorro. En los días previos a que esto pasara, recuerdo que siempre trate de aprovisionarme de algo para comer: recolecte mariscos en la costa y hasta saque verduras de algún invernadero de los “Kepler” a quienes también y mediante el arreo les saque alguna gallina para comer.
Cocinaba y me arreglaba como lo hacíamos todos. Finalmente, mi baja fue autorizada por el Jefe de Regimiento quien dio la orden: “Acá no hay Consejo de Guerra para ningún soldado…” expresó con firmeza. “Me trae el documento del soldado Rocha le paga los sueldos de soldados y que se vaya”. Fue durante la tarde noche de ese día que salí corriendo del regimiento, avance todo cuanto mas pude, y sin mirar para atrás llegue a la zona de Astra, donde hice dedo y un camionero me levantó para dejarme en Trelew. A la casa de mis viejos, llegué de madrugada.
DESPUÉS DE MALVINAS
Los días de la guerra de Malvinas quedaban atrás, aunque serían olvidados; quedaba si en un algo de olvido, de dolor, de frio, hambre y hasta de las miserias humanas conocidas y vividas por nosotros; y en ese dolor quedaban nuestros compañeros muertos a quienes nunca olvidaríamos. Como muy pocos a los días de regresar de la Guerra y del Servicio Militar Obligatorio, regresé a mi trabajo. Había ingresado en agosto de 1978 a la Policía de la Provincia, allí se me reservaba mi lugar de trabajo. Queda claro de igual forma que ya no seria el mismo. Hasta antes de la colimba trabajaba como cadete, repartía correspondencia entre la Jefatura y los diversos organismos de gobierno en Rawson, ahora era agente de policía y como premio a mis servicios era ascendido a Cabo y trasladado a otro destino.
Pronto comencé a ver a mis compañeros exsoldados a charlar con ellos e interiorizarme de los problemas que todos tenían y que eran comunes: falta de trabajo; falta de atención a la salud; problemas para seguir estudiando; viviendas (muchos tenían parejas y hasta hijos); me enteré de una reunión que hacían en Trelew y allí fui. Era en la Parroquia María Auxiliadora, el padre Lucio Sabatti, nos facilitaba un aula para reunirnos. Fundamos el primer Centro de exsoldados para atender los problemas de nuestros compañeros y nos enterábamos de que en otros lugares los exsoldados también hacían lo mismo. Por esos días en el país aún había gobierno Militar, pero nada nos impidió comenzar a organizarnos.
Al poco tiempo llegaba la DEMOCRACIA. El tema era que nos había dejado la Guerra de Malvinas y sus consecuencias. Formamos entre todos los centros existentes en el país, La Coordinadora Nacional de Exsoldados Combatientes en Malvinas, nuestro lema “Volveremos a Malvinas de mano de América Latina” nuestros objetivos que Malvinas no se olvide; reivindicar a los héroes muertos en Malvinas y lograr que nuestras necesidades sean atendidas. Otra batalla en una guerra interna comenzaba.
LA GUERRA Y SUS CONSECUENCIAS EN LOS ARGENTINOS QUE COMBATIERON EN MALVINAS
La Guerra duró 74 días de los cuales hubo 33 días de intensos combates, el conflicto costó la vida de 649 argentinos. 632 héroes muertos en Malvinas; 17 Muertos en el Continente (13 por accidente y 4 por enfermedad).
Los combates terrestres fueron sangrientos hasta terminar en lucha cuerpo a cuerpo con bayoneta calada.
La mayoría de las bajas Argentinas se produjeron por acción de la artillería británica y el cañoneo naval.
Las tropas argentinas han llegado recibir 1000 disparos por hora procedente de 54 bocas de fuego.
En Pradera del Ganso (Ganso Verde) la batalla dura más de 40 horas.
Monte Longdon cayó en manos británicas después de 10 horas de combate.
Según el Mayor José Yofre oficial del Ejército Argentino, en Puerto Argentino hubo 195 muertes: 1 Oficial cada 2 Suboficiales y cada 9 conscriptos. Falleció el 1,99% de los 9804 soldados asignados en Puerto Argentino.
La mayoría de las operaciones militares se llevaron a cabo entre Abril y Junio con fuertes vientos que promediaron los 26 Km/h con bajas temperaturas y una altísima humedad.
El 14% de las bajas se debieron al pie de trinchera, con un promedio de 65 días en condiciones adversas. Se presentaron casos de pie de trinchera que requirieron la amputación.
Tanto el Ejército como la Infantería de Marina tuvieron casos de malnutrición.
El 73% de los 361 pacientes asistidos en el Hospital Militar de Puerto Argentino presentaron lesiones por armas de fuego en sus miembros.
El 40 % de la cirugía realizada por los británicos fue efectuada en soldados argentinos.
Desde 1982 se han producido más de 500 suicidios de excombatientes argentinos después que termino la guerra, no hay estadísticas oficiales, pero la realidad es que han muerto muchos más y no fueron registrado como suicidios, sino como accidentes por qué no fueron acompañados por una nota de suicidio. Estudios han comprobado que cada suicidio afecta directamente a 10 persona e indirectamente a unas 50.
Un estudio realizado en 1995 reveló que el 58% de los excombatientes argentinos experimentaron episodios de depresión relacionados con el conflicto y 28% tuvieron ideas de suicidio.
A partir de la presidencia del Dr. Carlos Saúl Menem se produce un aumento de la cantidad de Ex Combatientes vinculado particularmente al cambio de denominación por Veterano de Guerra.
En el transcurso de los años se ha ido incrementando la cantidad de excombatientes, abalado con el cambio en la denominación. De 12.418 iniciales a 16.964 y luego a 22.200 aproximadamente. A estos datos hay que sumarle los 654 correspondientes a los caídos en combate y en declaraciones (Septiembre del 2005) el entonces ministro del Interior de la Nación Argentina Aníbal Fernández dijo: “la cantidad de Veteranos serían aproximadamente de 25.000 personas”.
Según la encuesta realizada por el Ministerio de Defensa en el año 1.999, entre Cuadros Militares y Civiles sumarían unos 10.661 personas contra unos 11.539 soldados conscriptos esto significa que por cada soldado conscripto que entró en combate existe un cuadro militar (oficial o suboficial) que estuvo a su lado, proporción falsa. El Mayor José Yofre oficial del Ejército Argentino aseguró que en Puerto Argentino hubo 1 Oficial cada 2 Suboficiales y cada 9 conscriptos y falleció el 1,99% de los «9.804 soldados asignados» en Puerto Argentino.
En el caso de la Fuerza Aérea existen dos categorías o formas de haber participado en la guerra una como “Ex Combatiente” según Decreto 1244/98 y otra como “Veterano de Guerra” según Resolución Nro. 231/00 del JEMGFAA.
Lo cierto es que según Decreto N º 1244/98 todo personal “Veterano de Guerra” que trabaje en dependencia del Estado Nacional percibe un plus adicional sobre el sueldo, como los Cuadros Militares trabajan para el Estado son ellos los principales beneficiarios de este decreto y con Resoluciones como la N º 231/00 de la Fuerza Aérea, se amplía la lista de Veteranos de Guerra o beneficiarios de este plus.
A 39 años de finalizada la Guerra de Malvinas vemos a muchos que reclaman ser reconocidos como Veteranos Continentales. Son quienes en 1982 NO cruzaron a Malvinas, entre ellos además de los exsoldados bien se pueden advertir una gran cantidad de cuadros de las tres fuerzas (Ejercito – Aeronáutica y Marina, aunque también hay miembros de la Prefectura Naval y de la Gendarmería Nacional), es decir Oficiales y Suboficiales que si bien es cierto estaban en las FF. AA. También hay que señalar que a diferencia de los soldados ellos eran profesionales.
Por último, hay que aclarar que durante la presidencia de Carlos Saul Menen a los Veteranos de la Guerra de Malvinas, así se los denomina no existiendo diferencia entre los que fuimos soldados y los que eran profesionales de las FF. AA. A 39 años los soldados seguimos siendo eso SOLO SOLDADOS.
Sobre esto último y para información de los ciudadanos es simple saber cuando se habla con un SOLDADO, pues el nunca olvidará su condición de tal y dirá orgullosamente que fue un soldado que combatió en la Guerra de Malvinas.
Quiero agradecer la invitación a escribir sobre la GUERRA DE MALVINAS y celebro la iniciativa de MILPATAGONIAS. Divulgar historias de la guerra y parte de sus alcances a través de los testimonios de algunos de sus protagonistas. Les pido entiendan a los exsoldados combatientes, cuesta mucho escribir y recordar. Todo lo volcados en este texto y otra información la pueden encontrar en la web del Centro de ExSoldados Combatientes en Malvinas de Corrientes, hay también otras páginas de Facebook en las que los exsoldados publicamos nuestra vivencias.