Margaret Thatcher dijo en broma que el problema con el socialismo es que “eventualmente te quedás sin el dinero de otras personas”. Eso aún no le ha sucedido al moroso más notorio del mundo.
La semana pasada, la Argentina llegó a un acuerdo con Beijing para aprovechar casi 3000 millones en yuanes de una línea de intercambio de divisas que los dos países renovaron en junio. El anuncio, en el que China juega el papel de prestamista de última instancia para la Argentina, se produjo dos días después de que el Fondo Monetario Internacional llegara a un acuerdo preliminar con Buenos Aires para desbloquear el acceso a 7500 millones de dólares. El FMI dijo que el dinero está “destinado a respaldar los esfuerzos políticos de la Argentina y las necesidades de la balanza de pagos a corto plazo, incluidas las obligaciones con el Fondo”. En otras palabras, le está dando dinero a su “cliente” para que no entre en mora por su deuda de US$44.000 millones con el Fondo.
El acuerdo necesita la aprobación del directorio (board) del FMI, que puede llegar a finales de este mes. Mientras tanto, la Argentina ha utilizado el préstamo de China —y la ayuda de Qatar— para mantenerse al día con el FMI. (El pago en yuanes fue una mejora de la era de Obama).
Nada de esto resolverá los problemas fiscales y monetarios que aquejan al país. Con la inflación corriendo a una tasa anual del 115%, no hay un verdadero apetito por mantener los pesos. Las reservas internacionales netas se han desplomado y ahora son negativas.
El Banco Central de Argentina está imprimiendo más pesos de los que el mercado quiere mantener, porque el gobierno, que está en bancarrota, los necesita para pagar sus cuentas. Esto no es nuevo en la Argentina. Los sucesivos gobiernos han generado episodios repetidos de alta inflación durante décadas. En un artículo de agosto de 2019 en Forbes, el economista de Johns Hopkins, Steve Hanke, resumió la historia: “Para enumerar solo algunos de los principales colapsos del peso argentino: 1876, 1890, 1914, 1930, 1952, 1958, 1967, 1975, 1985, 1989, 2001 y 2018”.
Desde que la inflación argentina comenzó a despegar nuevamente en 2007, hasta fines de 2022, la oferta monetaria total creció en promedio al 30,7% anual, según el Ministerio de Economía. La inflación general creció a un promedio anual de 35,1% según Nicolás Cachanosky, director del Centro para la Libre Empresa de la Universidad de Texas, El Paso.
Los controles de capital exacerban la escasez de divisas. Los dólares que ingresan al país tienen que pasar por el Banco Central (BCRA), que los cambia por pesos. La compra de dólares para viajar al exterior o para pagar importaciones también se realiza a través del BCRA. Existen más de 10 tipos de cambio oficiales, de los cuales ninguno refleja el mercado. El tipo de cambio del Banco Central para el comercio [dólar oficial] es de alrededor de $290 por dólar, mientras que en el mercado negro [dólar blue] la tasa es de alrededor de $565 [hoy llegó a $596]
Deshacerse de pesos para acumular dólares es un pasatiempo nacional para los argentinos, que se encuentran entre los especuladores de divisas más sofisticados del mundo. Los inversionistas, sabiendo que no pueden invertir capital en el país a tasas de mercado o sacarlo cuando quieran, tienden a irse a otra parte. El estancamiento del crecimiento económico argentino no es un misterio.