La identidad de Tony Janzen Valverde Victoriano, alias «Pequeño J», emergió abruptamente en la escena criminal argentina tras su presunta responsabilidad en el brutal triple crimen de Florencio Varela.
Este joven peruano de 20 años, hasta hace poco un completo desconocido para las fuerzas de seguridad, se convirtió en el blanco de una búsqueda internacional liderada por Interpol.
De Trujillo a Buenos Aires: el misterioso ingreso
«Nacido en Trujillo, Perú, «Pequeño J» creció en un barrio signado por la pobreza y la violencia. Según la investigación citada por el diario Clarín, habría ingresado a Argentina por pasos ilegales en el norte, aunque también existen registros oficiales que lo ubican viajando a Uruguay en Buquebús. Esta dualidad en sus movimientos genera confusión en una investigación que avanza con múltiples ramificaciones y allanamientos en villas porteñas y del conurbano.
El horror en vivo: transmisión por Instagram
El caso conmocionó no solo por la brutalidad de los crímenes, sino por la forma en que fueron exhibidos. La hipótesis judicial indica que el propio «J» habría transmitido en vivo, a través de Instagram, las torturas y asesinatos de Brenda del Castillo, Morena Verdi y Lara Gutiérrez. Frente a 45 miembros de su organización, repitió: «Esto es lo que pasa cuando alguien me roba». Esta transmisión se convirtió en prueba central de la causa.
La estructura de la banda y las capturas
Las detenciones realizadas permitieron reconstruir parte de la trama. Miguel Ángel Villanueva, capturado en la casa de Florencio Varela, admitió ser quien filmó la transmisión. Magalí Celeste González Guerrero y Lázaro Víctor Sotacuro (capturado en Bolivia) completan el cuadro de colaboradores. La banda mostraba una contradicción inquietante: improvisación para ocultarse, pero violencia extrema que recuerda a cárteles internacionales.
El perfil atípico de los narcos modernos
El entorno de los implicados sorprende por su aparente normalidad. Matías Agustín Ozorio, señalado como lugarteniente de «J», trabajaba como camarero en un hospital privado. Este perfil, alejado del estereotipo del narco, intriga a los investigadores que siguen el rastro de nuevas generaciones delictivas. La banda operaba con ventas móviles, diferenciándose de estructuras tradicionales.
La búsqueda internacional y la expansión
Tras los últimos allanamientos, las fuentes de la investigación confirmaron que «Pequeño J» buscaba fugarse del país, lo que motivó la difusión de su rostro y la alerta de Interpol. Su zona de influencia incluía barrios del sur y oeste del conurbano, con sedes en villas porteñas y casas alquiladas como puntos de acopio. La investigación busca determinar si actuaba autónomamente o respondía a un liderazgo superior.
La figura de «Pequeño J» representa el rostro de una nueva generación del narcotráfico: digital, brutal y efímera. De completo desconocido a prófugo internacional, su caso expone la evolución del crimen organizado en la región. Mientras las fuerzas de seguridad intensifican su búsqueda, los familiares de las víctimas esperan que la causa avance hacia la justicia que merecen. Información extraída del medio La17.