En los últimos 15 años, investigadores del Museo Egidio Feruglio descubrieron 20 especies; el Titanosaurio, el de mayor porte.
A casi 1500 kilómetros de Buenos Aires, esta ciudad patagónica de casi 100.000 habitantes va camino de convertirse en un centro internacional de primer orden en la actividad paleontológica. El visitante que hace un par de décadas la atravesaba sin detenerse rumbo a la pintoresca Gaiman, conocida por preservar tradiciones galesas, o a Puerto Madryn, desde donde parten las excursiones de avistaje de ballenas en la península Valdés, se encuentra aquí con uno de los nodos de investigación y exhibición más pujantes de América latina: el Museo Egidio Feruglio (MEF).
Creado en los 90 en una antigua mueblería de 700 m2, pero con sede propia desde comienzos de este siglo, reúne a un grupo de jóvenes investigadores que en los últimos 15 años descubrió 20 nuevas especies de vertebrados entre reptiles, mamíferos y dinosaurios. Uno de ellos se convirtió en la actual «estrella» del universo dino: el Titanosaurio, una mole de 40 metros de largo y 70 toneladas que vivió en la zona hace alrededor de 100 millones de años, durante el período Cretácico.
Hoy funciona en un moderno edificio de 4000 m2 concebido para la exhibición, la investigación y la custodia de los fósiles, pero se apresta crecer en tamaño en el próximo año, ya que agregarán 5500 m2 a la planta existente. Esto le permitirá cuadruplicar el espacio dedicado a las muestras (con una sala para contener al Titanosaurio) y concretar programas de cooperación con importantes universidades y museos del primer mundo.
Imán para grandes y chicos (este último fin de semana atrajo a más de 8000 personas en el tradicional «MEF invita»), para Rubén Cúneo, su fundador y actual director, parte importante del éxito está en el modelo de gestión público-privada que pusieron en marcha hace más de dos décadas. «De las 65 personas que trabajamos aquí, la mayoría de los 25 investigadores, técnicos y becarios pertenecen al Conicet -explica el paleontólogo nacido en esta ciudad, graduado en la UBA, formado en el Museo Bernardino Rivadavia y posdoctorado en la Universidad de Ohio-. Pero, por otro lado, tenemos la Fundación Egidio Feruglio, que reúne fondos, se ocupa del programa de voluntarios y una larga lista de actividades que nos permite seguir avanzando. Es una integración que funciona.»
Un personaje singular
Egidio Feruglio fue uno de los pioneros de la geología y de la paleontología en el país. Nacido en Italia, llegó al país en 1925, invitado por Enrique Mosconi, para hacerse cargo de la exploración del yacimiento de Comodoro Rivadavia. Pero su intensa dedicación al trabajo, que lo llevó a recorrer la Patagonia literalmente a pie durante varios años, le permitió reunir un gran caudal de conocimiento sobre la región.
«Su obra, llamada Descripción Geológica de la Patagonia, fue publicada por YPF en 1948, y es la base para todo geólogo y paleontólogo que trabaje en la zona -explica Cúneo-. En 1931, le ofrecen la cátedra de Geología Histórica en la Universidad de Turín, pero cuando va a hacerse cargo le exigen que se afilie al partido fascista, a lo que se niega. Entonces, regresa a la Argentina y desarrolla una prolífica carrera hasta 1949, cuando le vuelven a ofrecer su viejo cargo en la universidad. Es un personaje inspirador, por eso decidimos ponerle su nombre al museo.»
Otro aspecto que ayuda a explicar el acelerado crecimiento de esta institución es emplazamiento en el centro de un riquísimo yacimiento paleontológico. «En los últimos 10 o 15 años iniciamos un muy intenso programa de investigaciones de campo -destaca Cúneo-. Llega el mes de septiembre y empezamos a salir hasta abril. Tenemos una ventaja comparativa muy grande: nos encontramos en el medio de la acción. En dos horas estamos excavando dinosaurios.»
Ignacio Escapa, que estudia restos fósiles de plantas, agrega a esto la alta proporción de técnicos por investigador y una eficaz logística de campo: cinco vehículos para ocho o diez científicos.
¿Por qué se encuentran tantos dinosaurios gigantes en la Patagonia? Parte de la respuesta a esta pregunta está en que esta área tiene una historia geológica muy rica, pero también muy expuesta. «Es una zona compleja, con rocas de distintas edades y con poca vegetación -subraya Escapa-. Tal vez bajo el Amazonas haya dinosaurios enterrados, pero es difícil descubrirlos debajo de la selva.»
Sin embargo, esto no alcanza para resolver la incógnita. «Estamos viendo que en las mismas épocas en que acá encontramos dinosaurios de 70 toneladas, en Brasil se encuentran ejemplares de la misma familia, pero de la mitad del tamaño», apunta Diego Pol, investigador del museo y ganador del premio Houssay 2013 a la trayectoria. Y dice José Luis Carballido, protagonista del descubrimiento del Titanosaurio: «Nos preguntamos si hubo un solo evento de gigantismo o varios. Aparentemente se trata de uno solo, que se dio en un momento bastante definido, a mitad de camino del Cretácico. Y coincidió con un aumento de la temperatura y otras condiciones climáticas particulares. Eso habría hecho que se duplicara o triplicara el peso de los dinosaurios herbívoros.»
Por suerte, los paleontólogos tienen por delante tiempos interesantes. «Es excepcional el verano en el que uno dedica tiempo a explorar y no encuentra algo nuevo -afirma Pol-. Y seguiremos descubriendo, porque estamos en un período clave en que la cantidad de trabajo previo es suficiente para saber qué lugares tienen más potencial, pero la cantidad de años en que se viene trabajando no es tan grande como para haber agotado la zona.»
La Nación