La presión aumenta. Estados Unidos presentó hoy ante el Consejo de Seguridad de la ONU el arma con el que pretende frenar la carrera nuclear de Corea del Norte. Ante el nulo efecto de las sanciones adoptadas hasta la fecha, pidió al consejo estrechar el cerco y anunció que está dispuesto a castigar económicamente a todo país que haga negocios con Pyongyang. Un paso de enorme magnitud y difícil ejecución que elevaría la tensión con China, principal socio del régimen norcoreano. «No bajaremos la guardia. Corea del Norte está clamando por una guerra con su uso abusivo de los misiles», afirmó la embajadora estadounidense Nikki Haley. China, clave en la resolución del rompecabezas, condenó a Pyongyang, aunque junto a Rusia apostó por el diálogo.
Las espadas están en alto. Estados Unidos tiene todas las opciones sobre la mesa e incluso ha amenazado con una “respuesta militar masiva” si el peligro aumenta. La negativa del régimen norcoreano a rebajar la tensión, pero también el fracaso de la estrategia americana para contener al temerario Líder Supremo, Kim Jong-un, están cerrando las puertas a una resolución dialogada del conflicto. Pero reducidos los márgenes para negociación, el mero planteamiento de una confrontación bélica desata pesadillas a ambos lados del Pacífico.
Bajo este horizonte de terror nuclear, la posibilidad de que la presión diplomática y comercial sobre Corea del Norte sea capaz de cambiar el rumbo de colisión aún es vista con esperanza. Pese a los fracasos históricos con que se han saldado las negociaciones con Pyongyang y la vertiginosa aceleración de los ensayos balísticos y nucleares en el último año, Washington considera que queda camino por recorrer. Sanciones, embargos y presión multilateral. Esa es la fórmula. Para ello Estados Unidos cree prioritaria la intervención de China y Corea del Sur. Dos vecinos de Pyongyang, con intereses estratégicos distantes, pero a los que no interesa la desestabilización de la zona y a los que Donald Trump quiere dejar claro que, si no actúan con decisión, tendrán más que perder que ganar.
Con estas coordenadas, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas tenía como fin elevar al máximo la presión sobre Corea del Norte tras el desafío de su última prueba atómica, pero también exhibir unidad. Estados Unidos, Francia y el Reino Unido formaron un bloque sólido y acordaron presentar una nueva resolución con sanciones para someterla a votación en una semana. China y Rusia, aunque condenaron los ensayos, mostraron más distancia.
La embajadora de EE UU, la enérgica Nikki Haley, recordó que el régimen norcoreano lleva 24 años retando a la ONU y al Consejo de Seguridad e indicó que, pese a los esfuerzos de la comunidad internacional, su programa nuclear es ahora más “grande” y “peligroso” que nunca. “Basta ya. Tenemos que adoptar las medidas más duras posibles. No hay otro camino. No buscamos la confrontación militar pero nuestra paciencia no es ilimitada”, señaló.
Marcada su postura de partida, Haley anunció que castigará económicamente a cualquier país que haga negocios con Corea del Norte, por considerarlo como un apoyo directo a su programa nuclear. “Llegó el momento de agotar todas las vías diplomáticas y tomar nuevas medidas en este Consejo de Seguridad. Pero esta crisis va mucho más allá de la ONU. EE UU va a mirar a todo país que haga negocios con Corea del Norte como un país que da ayuda a sus temerarias y peligrosas intenciones nucleares”, afirmó, dejando el en aire una amenaza global que ay el día anterior había aireado en un tuit el presidente Trump.
Con más templanza, el embajador de Francia ante la ONU, Francois Delattre, ofreció una disección de la amenaza norcoreana y su transformación tras la prueba del domingo. “De ser regional ha pasado a ser global; de potencial a inmediata; de seria a existencial”, dijo. También defendió que la Unión Europea puede imponer sus propias sanciones económicas, que se sumarían a las pactadas en las Naciones Unidas. En el mismo sentido se expresó el británico Matthew Rycroft, quien consideró que la respuesta debe ser “firme, rápida y robusta” para lograr que el régimen norcoreano vuelva a la mesa de negociación.
Establecido este frente sancionador, estaba por ver la reacción de Pekín, que aporta el 90% del suministro de alimentos y energía a Corea del Norte. Hace un mes apoyó las sanciones y la prueba nuclear del domingo ha desairado a su diplomacia y al propio presidente. Pero esta vez evitó cualquier estridencia y mantuvo su línea clásica. Así, el embajador Liu Jieyi afirmó que su país “no va a permitir nunca que el caos y la guerra” se impongan en la península coreana. Como remedio a la crisis insistió en su propuesta de “suspensión por la suspensión”, por la que Corea del Norte cesaría las pruebas nucleares y balísticas mientras EE UU dejaría de llevar a cabo ejercicios militares conjuntos con Corea del Sur. Rusia apoyó esta doble vía para retomar el diálogo y rechazó sanciones por la vía unilateral.
La reunión, la segunda de emergencia en menos de una semana, fue convocada a petición de EE UU, Japón, Reino Unido, Francia y Corea del Sur tras la sexta prueba atómica de Corea del Norte, hasta la fecha la más poderosa. El Consejo de Seguridad empezó a imponer sanciones contra el régimen ya en 2006 y están diseñadas para cortar las vías de financiación de su programa nuclear. Se han adoptado hasta ahora ocho resoluciones con este propósito.