En su última jornada de una visita de cinco días, el pontífice llegó a la caribeña ciudad de Cartagena, un destino turístico reconocido por sus murallas coloniales que esconden una profunda pobreza y desigualdad social en sus barrios.
«Pienso en el drama lacerante de la droga, con la que algunos lucran despreciando las leyes morales y civiles (…) Condeno con firmeza esta lacra que ha puesto fin a tantas vidas y que es mantenida y sostenida por hombres sin escrúpulos», dijo en su última homilía en Colombia ante más de 300.000 feligreses.
«No se puede jugar con la vida de nuestro hermano y manipular su dignidad, hago un llamado para que se busquen los modos para terminar con el narcotráfico, que lo único que hace es sembrar muerte por doquier truncando tantas esperanzas y destruyendo tantas familias», agregó el pontífice.
El llamado del máximo jerarca de la Iglesia Católica resuena especialmente en Colombia, uno de los mayores productores mundiales de cocaína y que enfrenta un aumento de la capacidad de producción de los cárteles.
En su visita a Colombia, el Papa argentino hizo énfasis en sus mensajes sobre la reconciliación y el perdón después del acuerdo de paz que firmó el Gobierno con la guerrilla de las FARC para acabar un conflicto interno de más de medio siglo que ha dejado 220.000 muertos y millones de desplazados.
La nación de 49 millones de habitantes está divida entre quienes apoyan la reincorporación a la sociedad de los más de 7.000 excombatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y quienes la rechazan y exigen que paguen cárcel por sus crímenes.
DESATAR LOS NUDOS DE LA VIOLENCIA
«Si Colombia quiere una paz estable y duradera, tiene que dar urgentemente un paso en esta dirección, que es aquella del bien común, de la equidad, de la justicia, del respeto de la naturaleza humana y de sus exigencias», dijo Francisco.
«Solo si ayudamos a desatar los nudos de la violencia, desenredaremos la compleja madeja de los desencuentros», afirmó el Papa quien recordó que para sanar las heridas de la guerra las víctimas deben conocer la verdad y los victimarios asumir el compromiso de reparar el daño causado.
Pero en Cartagena el Papa, quien fue ovacionado por miles de personas a su paso por las calles de la ciudad, también habló a los marginados, particularmente de los niños y niñas en riesgo de explotación sexual, a menudo estimulados por la demanda de turistas extranjeros.
«Pienso en la prostitución que cada día cosecha víctimas inocentes, sobre todo entre los más jóvenes, robándoles el futuro. Pienso en la abominable trata de seres humanos, en los delitos y abusos contra los menores», aseguró.
El Papa sufrió una leve herida en su ceja y pómulo izquierdo cuando el papamóvil frenó abruptamente en su recorrido por la ciudad, provocándole un sangrado que manchó su muceta blanca.
«Me di una puñada, estoy bien», dijo sonriente Francisco a un grupo de periodistas que lo esperaban a la salida de una humilde casa a la que entró a saludar a su dueña, quien da alimentos a personas pobres del barrio.
La ciudad amurallada, que en el siglo XVI solía ser atacada frecuentemente por piratas, es ahora sede de lujosos hoteles y el destino de turistas, donde los pobres venden cocos, frutas tropicales, gafas, gorras y otros accesorios de playa.
Francisco visitó el humilde barrio de San Francisco, donde bendijo un refugio para niñas afrocolombianas que enfrentan los riesgos de la prostitución infantil, las drogas y la violencia.
Después pronunció la oración del Ángelus en la iglesia San Pedro Claver, famoso en el siglo XVII por su trabajo ayudando a los esclavos que vinieron en barcos de África para ser vendidos en los mercados de Cartagena.
El líder de los 1.200 millones de católicos en el mundo oró en silencio y puso flores en las reliquias del santo conocido como el «esclavo de los esclavos».
CLAMOR POR CRISIS DE VENEZUELA
El Papa también se refirió a la situación de Venezuela y pidió rechazar la violencia política y encontrar una solución a la grave crisis que afecta a los más pobres y desfavorecidos de la nación petrolera.
Alrededor de Cartagena, una ciudad de un millón de habitantes, cientos de miles -muchos desplazados por el violento conflicto- viven en improvisadas casas de madera en barrios bajos con alcantarillas abiertas y sin agua potable.
«Todos pedimos que ore por la violencia, pero también es un tema fundamental la pobreza que estamos viviendo en Colombia, una cosa es lo que ven al momento de venir el Santo Padre acá y otra cosa es la realidad de la vida y entre sus oraciones pediría que incluya eso», dijo Ricardo Erazo, un administrador de empresas de 32 años que llegó desde la ciudad de Sincelejo.
Cartagena está plagada de escándalos de corrupción que exacerba la división entre ricos y pobres.
La caribeña ciudad ganó protagonismo en la prensa mundial en el 2012 durante una Cumbre de las Américas que reunió a presidentes del continente, cuando los agentes del servicio secreto que viajaron con el entonces mandatario Barack Obama se involucraron en un escándalo con prostitutas en un hotel.
El incidente puso de relieve la cruda realidad para las mujeres en Cartagena, que ante la falta de posibilidades, recurren al comercio sexual para sobrevivir.
El Papa fue despedido por el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y abordó un avión de regreso a Roma.
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