La Comisión Ballenera Internacional (CBI) determinó el fin de la caza comercial de ballenas, a través de una moratoria internacional que se hizo efectiva en la temporada 1985-1986 pero lo permite para realizar estudios científicos y Japón la firmó.
Japón continuó la captura alegando fines científicos hasta que en 2014 la Corte Internacional de Justicia (CIJ) desmantelara el argumento y ordenara a las autoridades japonesas poner fin a la actividad.
La caza se detuvo pero se reinició al año siguiente bajo el amparo de un nuevo programa científico japonés.
Japón sostiene que el objetivo de la captura de estas ballenas es contribuir a la gestión de los recursos marítimos a partir del análisis del contenido de sus estómagos, cuyos resultados son transmitidos a la Comisión Ballenera Internacional (CBI).
Varias organizaciones de defensa de los cetáceos y varios países, consideran que Japón usa deshonestamente la excepción de la moratoria de 1986 para fines comerciales.
El consumo de ballenas tiene una larga historia en Japón, un país pesquero donde los cetáceos han sido cazados durante siglos. La industria ballenera creció después de la Segunda Guerra Mundial, trayendo proteínas animales a los habitantes del país.
Sin embargo, la demanda de carne de ballena por parte de los consumidores japoneses ha disminuido considerablemente en los últimos años, por lo que, a excepción de los profesionales del sector, se duda del sentido de las misiones científicas.
Aunque oficialmente las ballenas en Japón se capturan con fines científicos, su carne se sirve a menudo en tiendas y restaurantes.
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