A pesar de que la ciencia-ficción se encargue de decirnos lo contrario, un meteorito que impacte la tierra no es, de momento, nuestro mayor problema.
La mayor catástrofe de nuestra era podría producirla algo que está debajo de nosotros: los supervolcanes. Eso es lo que la NASA está intentando advertirnos.
La caldera de Yellowstone, también conocida como supervolcán de Yellowstone, es una caldera volcánica ubicada en el Parque Nacional de Yellowstone en Estados Unidos. Pero parece que, además, es una de las peores potenciales amenazas para el futuro de la humanidad.
Esta caldera mide aproximadamente 55 por 72 km y se encuentra en la esquina noroeste de Wyoming, donde se sitúa la mayor parte del parque.
Se formó durante la última de las tres supererupciones que se produjeron a lo largo de los últimos 2,1 millones de años.
Según la NASA, Yellowstone, al igual que otros volcanes activos, es monitoreado por un grupo de científicos que buscan señales que preceden a las erupciones.
Utilizan instrumentos terrestres para monitorear los 1.000 a 3.000 terremotos anuales de Yellowstone y las observaciones terrestres y satelitales para detectar manchas o hundimientos en la superficie que indican magma o fluidos calientes que se mueven en el subsuelo excavando bajo el césped.
Su erupción sería devastadora para la vida en la Tierra. Se calcula que, de hacer erupción, toda la comida del planeta duraría solo 74 días.
La extinción humana sería inevitable.
La última gran erupción del supervolcán de Yellowstone, la erupción de Lava Creek que ocurrió hace unos 640.000 años, expulsó aproximadamente 1000 km3 de roca, polvo y ceniza volcánica. Desde 1923 los geólogos están vigilando de cerca el ascenso y la caída de la meseta de Yellowstone —en promedio 1,5 cm por año— como una indicación de los cambios en la presión de la cámara de magma.
De acuerdo a un estudio publicado en 2012 por National Geographic, la próxima gran erupción de Yellowstone probablemente estará centrada en una de las tres zonas de falla paralelas que corren hacia el norte-noroeste a través del parque.
La NASA, de momento, tiene un plan. Sin embargo, enfriar el volcán de arriba hacia abajo costaría 3.500 millones de dólares, por lo que habría que encontrar a alguien dispuesto a pagarlo.