Con la mano derecha sobre la Carta Magna y poco después de llegar al lugar en una limusina de fabricación rusa, el líder que fue reelegido el 18 de marzo último con el 76,6% de los votos, juró asimismo «respetar y defender los derechos y las libertades de las personas y los ciudadanos; cumplir y defender la Constitución».
Más de 6.000 invitados, entre ellos ministros del Gobierno saliente, diputados y senadores, miembros del cuerpo diplomático, autoridades civiles, eclesiásticas, militares y otras personalidades, asistieron a la ceremonia que fue transmitida por televisión a todo el país, informó la agencia de noticias TASS.
«Considero mi deber y el sentido de mi vida hacer todo por Rusia, por su presente y futuro, de paz y progreso; por cuidar de nuestro gran pueblo y de su desarrollo, por el bienestar en cada familia rusa», dijo Putin en un breve discurso tras la ceremonia de toma de posesión.
El jefe del Kremlin agradeció a la ciudadanía rusa su unidad y confianza en que «mucho puede cambiarse para mejor».
«Y quiero otra vez decir gracias. Gracias por el nivel de apoyo sincero que ustedes, ciudadanos de Rusia, me brindaron en las elecciones presidenciales», añadió.
Durante su mandato anterior (2012-2018) se produjo la intervención militar de Rusia en Ucrania y la anexión de la península de Crimea, dos hechos que marcaron un línea divisoria en la evolución postsoviética rusa y en su rol y posición en el sistema de relaciones internacionales.
A partir de 2014, la tensión entre buena parte de las potencias occidentales y Rusia fue la marca distintiva de la geopolítica internacional, y se inauguró un período caracterizado por una escalada de sanciones y contrasanciones, además de la ruptura de varios lazos institucionales (las dos cumbres anuales entre la Unión Europea y Rusia, por ejemplo), la desconfianza mutua y el distanciamiento.
Putin busca que Rusia vuelva a ser protagonista de las grandes decisiones del mundo.
Tras ser expulsado del G-8, el jefe del Estado respondió afirmándose en otros espacios y con otros socios, como los países integrantes del Brics, China, en sus fronteras Orientales, y Turquía e Irán en el Sur, naciones con las que coordina su presencia en Siria.
Además de su intervención en Ucrania y la anexión de Crimea, el apoyo ruso al presidente sirio Bashar al Assad generó permanentes cortocircuitos con las potencias occidentales.
Sin embargo, el líder ruso no duda en la continuidad de las directrices globales de sus mandatos.
«Hemos aprendido a defender nuestros intereses, hemos recuperado el orgullo por la patria, por nuestros valores tradicionales», dijo y prometió garantizar «la seguridad y la capacidad defensiva del país».
«Estamos abiertos al diálogo. Nos pronunciamos por la cooperación igualitaria con todos los Estados, en aras de la paz y la estabilidad en todo el planeta», agregó