Una apelación recurrente al hablar de Bariloche es señalarla como la ciudad de los contrastes.
Los barrios del Alto hundidos en la pobreza y la prosperidad del centro y las zonas acomodadas. El mundo del esquí que concentra el turismo de alta gama y la población sin recursos que nació y creció en la ciudad pero no conoce el cerro. Las bellezas naturales que atraen a visitantes de todo el mundo y la contaminación que vierten a diario las cloacas en el Nahuel Huapi. Los restaurantes lujosos y los comedores solidarios.
Podría decirse que asimetrías de la misma clase –aunque en otro registro– quedaron expuestas también en los dos procesos de extradición que, si no los únicos, fueron sin duda los más notables de la historia de Bariloche.
Ambos fueron tramitados por el juzgado federal local y terminaron igual, con fallos favorables y el traslado de los presos a los países requirentes: Italia y Chile. Pero aparecen separados también por significativas diferencias.
Facundo Jones Huala fue extraditado el pasado lunes 11 luego de un proceso que se extendió por algo más de 14 meses. Había sido detenido el 27 de junio de 2017 en el puesto Río Villegas de la Ruta 40, acusado de haber tenido participación de un ataque incendiario contra una vivienda habitada en un campo de Pisu Pisué (al sur de Chile) y de tenencia ilegal de arma de fuego,
Jones Huala reivindica la autonomía y los derechos territoriales del pueblo mapuche y forma parte de la Pu Lof en Resistencia de Cushamen. Ese grupo, que lo designó lonko, inició en 2015 una ocupación de tierras en el noroeste de Chubut, que afecta una estancia del grupo Benetton.
Sobre él pesaba un pedido de captura de Chile desde hacía al menos dos años y que no le impidió moverse con cierta libertad, hasta que la cuestión atrajo la atención del más alto nivel de gobierno. La detención de Jones Huala se produjo horas después de un encuentro entre los presidentes argentino Mauricio Macri y su par chilena Michelle Bachelet, en el que habrían acordado aplicar una mayor severidad con los grupos mapuches que apelan a la violencia.
Jones Huala estuvo preso en Esquel y fue trasladado a Bariloche para el juicio oral, que se realizó en febrero pasado. La defensa argumentó que el líder mapuche era víctima de una persecución política y que ya había sido juzgado por el mismo hecho. Pero el juez Gustavo Villanueva no le hizo lugar y concedió la extradición.
La abogada Sonia Ivanoff apeló ante la Corte Suprema, que en agosto pasado confirmó la extradición. Unos días antes Jones Huala había obtenido el beneficio de la prisión domiciliaria, que cumplió en casa de su abuela en Esquel. Pero con la decisión de la Corte debió volver a la cárcel, hasta que unas pocas semanas después fue trasladado a Chile.
Con una masacre a cuestas
Una acusación mucho más grave fue la que recayó 23 años antes sobre Erich Priebke, cuyo enjuiciamiento dejó rastros perdurables en la sociedad barilochense, que durante décadas lo había considerado un buen vecino, sin reparar en su siniestro pasado.
Priebke nació en 1913 en Alemania, donde se incorporó a las SS –la policía política de Hitler– y tuvo destino en Roma durante la Segunda Guerra Mundial. En 1948 se radicó en Bariloche, nunca se cambió el nombre (salvo para ingresar al país), fue un activo dirigente de la comunidad alemana y del colegio Primo Capraro, pero mantuvo un ominoso secreto que recién se hizo público en 1994, cuando ya era un anciano de 81 años.
El primer indicio fue aportado por el libro El Pintor de la Suiza Argentina, del escritor barilochense Esteban Büch, quien desenmascaró la responsabilidad del ex capitán Priebke en la matanza de las Fosas Ardeatinas, ocurrida en un suburbio romano el 24 de marzo de 1944, donde en una cruel represalia fueron fusilados 335 prisioneros, entre ellos 75 judíos.
Con ese dato en la mochila un reportero de la cadena estadounidense ABC llegó en 1994 a Bariloche para indagar sobre la presencia de excriminales nazis. Priebke fue abordado en plena calle por el equipo de la tevé extranjera y en la breve entrevista reconoció su participación en la masacre y dijo incluso que había matado a una de las víctimas con sus propias manos.
La repercusión mundial fue inmediata e Italia pidió la extradición. Priebke fue detenido por la Justicia Federal y comenzó el proceso que, apelaciones y recursos mediante, se extendió por casi 20 meses. El juez Leónidas Moldes otorgó en primera instancia la extradición, pero la Cámara de Apelaciones de Roca revocó ese fallo y rechazó el pedido italiano. Esa decisión generó un gran revuelo y preocupó al gobierno del presidente Carlos Menem, especialmente interesado en que la Argentina deje de ser considerada como un refugio de nazis.
Finalmente la Corte Suprema concedió la extradición en un fallo de seis votos contra tres. El fundamento principal del fallo la calificación del delito atribuido a Priebke como un crimen de lesa humanidad, y por lo tanto imprescriptible.
Las formas y el fondo
A pesar de que el tiempo transcurrido impuso cambios en las formas y prácticas judiciales y también en los protocolos que siguen las fuerzas de seguridad, basta con revisar ambas historias para encontrar notorias disparidades. Priebke, por su edad, gozó de la prisión domiciliaria desde el primer día. Un derecho que hoy no se concede con tanta facilidad a los exrepresores de la última dictadura autóctona.
El exSS vivió durante más de un año y medio en su departamento de la calle 24 de Septiembre frente a la plaza Belgrano, vigilado por custodios de Policía Federal y Prefectura, con los que llegó a entablar una clara familiaridad.
Jones Huala estuvo detenido en el penal federal de Esquel, su defensa solicitó varias veces la prisión domiciliaria y el juez Villanueva sólo se la concedió por unos pocos días, antes del fallo definitivo. Ambos dieron varias entrevistas bajo detención y Jones Huala llegó a realizar una huelga de hambre cuando se negaba el ingreso a la cárcel de varios miembros de su comunidad para celebrar el wiñoy xipantu (año nuevo mapuche).
Priebke fue llevado varias veces a declarar pero nunca estuvo esposado, al menos en público. El día de la extradición subió la escalerilla del avión con la actitud de un diplomático que parte de viaje después de saludar con afecto a sus custodios. Esa despedida generó un escándalo y varios policías fueron sumariados y pasados a disponibilidad por la demostración. “También somos personas”, dijo en su defensa uno de los federales al explicar por qué habían saludado con abrazos al exjerarca nazi.
En cambio Jones Huala, el día elegido para efectivizar la extradición, fue subido a un helicóptero con esposas, casco y chaleco antibalas, rodeado de policías que le dieron trato de reo y con los que, por obvias razones, nunca tuvo ninguna afinidad.
La extradición de Jones Huala no fue anticipada, se realizó sin presencia de la prensa, y las fotos y escasos detalles fueron difundidos después por el gobierno nacional.
El día y hora del vuelo de Priebke –quien fue acompañado por efectivos de Interpol Italia– se sabía de antes. De hecho varios familiares llegaron especialmente a la ciudad para despedirlo y el propio detenido dio una entrevista a este diario en el que se preocupó por mostrarse magnánimo. “Quiero saludar a todos los vecinos, incluso a aquellos que no me han querido”, dijo Priebke. También entregó un documento en el que volvió a argumentar que participó en la confección de la lista y los preparativos de la matanza de las Fosas Ardeatinas “en cumplimiento de órdenes” y que si no lo hacía él también hubiera sido asesinado.
En ambos casos los fallos de última instancia emitidos por el máximo tribunal fueron objeto de variadas especulaciones y estuvieron rodeados de fuerte presión política.
En la causa Priebke la Corte tenía nueve jueces y constituyeron mayoría a favor de la extradición los votos de Julio Nazareno, Eduardo Moliné, Carlos Fayt, Guillermo López, Gustavo Bossert y Antonio Boggiano. En contra se pronunciaron Ricardo Levenne, Augusto Belluscio y Enrique Petracci.
Más de dos décadas después la Corte ya había quedado reducida a cinco miembros y en la extradición de Jones Huala resolvió por unanimidad. Ricardo Lorenzetti, Elena Highton y Juan Carlos Maqueda rechazaron los planteos de la defensa en un voto compartido, mientras que Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti también avalaron la extradición, con argumentos propios.
Diario Río Negro