Una revisión científica encargada por la OMS no halla beneficios, salvo una ligera pérdida de peso
Los edulcorantes no azucarados no son mucho mejores que el azúcar o al menos no hay pruebas de ello. Es la principal conclusión de una revisión de lo que la ciencia sabe sobre estas sustancias. El informe, encargado por la Organización Mundial para la Salud (OMS) no ha encontrado evidencias significativas de que estos compuestos no calóricos (o bajos en calorías) tengan efectos beneficiosos en la salud más allá de una ligera pérdida de peso. Los autores del estudio y otros expertos recuerdan que las comidas no edulcoradas y el agua son los mejores sustitutos del azúcar.
La demonización del azúcar ha ido pareja a la divinización de los edulcorantes no azucarados. La sacarosa del primero ha sido relacionada con la obesidad, la caries dental, la diabetes tipo 2 y alteraciones del ritmo cardíaco, entre otras enfermedades. Por eso, las autoridades sanitarias recomiendan reducir su ingesta, en especial entre los más pequeños y grupos de riesgo específicos. La retirada del azúcar ha dejado paso a una decena larga de edulcorantes, entre artificiales y naturales, como la sacarina, que hace unas décadas era un medicamento para los diabéticos, el aspartamo, el acesulfamo K o la estevia (extraída de la planta Stevia rebaudiana). Todas estas sustancias son entre 100 veces (la planta Luo Han Guo) y 20.000 veces más dulces (el advantamo, un nuevo edulcorante de alta intensidad) que la sacarosa, según datos de la FDA de EE UU. La mayoría tiene cero o muy pocas calorías.
Estas dos realidades han hecho que, mientras se reduce el consumo de azúcar, el de los edulcorantes no azucarados se haya disparado. En EE UU, por ejemplo, el número de personas que se han pasado a estos últimos ha aumentado en un 54% desde inicios de siglo. En el caso de los niños, el porcentaje ha subido un 200%. Una cifra relacionada con los refrescos. Sin embargo, no hay consenso entre científicos y médicos sobre los efectos a largo plazo de estas alternativas para endulzar la vida.
La OMS está preparando una guía sobre los edulcorantes no azucarados y, como punto de partida, ha pedido a un grupo de científicos un estado de la cuestión. Los investigadores han rastreado las publicaciones y estudios científicos que hayan analizado los efectos sobre distintos aspectos de la salud de todos o alguno de estos edulcorantes, ya fuera comparándolos con el azúcar o con sustancias placebo. Entre los trabajos incluyeron los centrados en personas sanas, adultos y niños, y aquellos con población con sobrepeso. En total, encontraron 56 investigaciones y sus resultados y conclusiones las acaban de publicar en la revista British Medical Journal.
«No hay pruebas suficientes para evaluar de forma definitiva los beneficios y, en particular, los posibles efectos a largo plazo de los edulcorantes no azucarados», dice el investigador del Instituto para la Evidencia en Medicina de la Universidad de Friburgo (Alemania) y principal autor del estudio, Joerg J. Meerpohl. «Puede que haya un pequeño efecto sobre el peso a corto plazo, pero no tenemos datos de alta calidad que lo confirmen a largo plazo», añade. Eso sí, «tampoco tenemos pruebas consistentes de impactos negativos destacables para la salud», completa.
La revisión científica buscó impactos en el peso, el nivel de glucosa en sangre, salud dental, enfermedades cardiovasculares, hepáticas y hasta cáncer. También revisó estudios sobre los efectos en el estado de ánimo, la conducta o los hábitos alimenticios. Aunque no todos los estudios enfrentaban edulcorantes y azúcar, en términos generales los supuestos efectos beneficiosos de los edulcorantes son muy escasos. En los estudios con adultos centrados en el peso, por ejemplo, la media de pérdida entre los que tomaban edulcorantes no era mayor de 1,3 kilogramos. Quizá el efecto más contrastado es la reducción de la presión sanguínea en adultos con sobrepeso. Entre la decena de estudios con niños, dos de ellos incluso mostraron una ligera ganancia de índice de masa corporal entre los que tomaban dos edulcorantes artificiales, la sucralosa o acesulfamo K.
Meerpohl aclara que hacen falta más estudios antes de que la OMS publique sus recomendaciones sobre los edulcorantes, previstas para finales de año. En cuanto a si, a pesar de todo son mejores que el azúcar, reconoce que es una pregunta difícil de responder, cuya respuesta depende del resultado que estemos midiendo y de la cantidad de edulcorante. Y tampoco se sabe el efecto a largo plazo de las combinaciones de dos o más edulcorantes, algo habitual en los refrescos, por ejemplo, para conseguir o acercarse al característico dulzor del azúcar.
«Los resultados de este estudio no son sorprendentes y confirman la idea de que los edulcorantes artificiales no son la varita mágica con la que prevenir la obesidad», comenta en una nota el profesor de nutrición del King’s College de Londres, Tom Sanders. «Reemplazar las bebidas azucaradas con edulcorantes artificiales ayuda a evitar que los niños ganen peso, pero no supera a la alternativa ideal, el agua», añade.
La investigadora de la Universidad Purdue Susan Swithers lleva años estudiando la relación entre nutrición, metabolismo y cerebro. «Hasta ahora, la ciencia está mostrando que los sustitutos del azúcar realmente no ayudan mucho y que las personas que los consumen a largo plazo terminan con resultados menos saludables que las personas que no los usan. No sabemos exactamente por qué es eso, pero puede haber más de una razón por la que los edulcorantes no son necesariamente opciones saludables», explica.
Entre las posibles explicaciones podría estar la alteración del equilibrio de la microbiota intestinal, que han señalado algunos estudios. También podrían estar interfiriendo con las señales que vinculan los sabores dulces y la energía en el cerebro. O, simplemente, podrían estar haciendo que las personas tomen malas decisiones sobre cuánto comer.
«Los edulcorantes activan el cerebro de forma diferente de cómo lo hace el azúcar», recuerda Swithers, no relacionada con el actual estudio. «Los mecanismos específicos que producen estos cambios aún no se conocen bien, pero parece que nuestro cerebro tiene diferentes rutas para detectar si algo tiene sabor dulce o si aporta energía. Normalmente, estas rutas pueden activarse conjuntamente, pero los sustitutos del azúcar activan unas, pero no otras», añade.
La Asociación Internacional de los Edulcorantes, que reúne a buena parte de esta industria, ha reaccionado al estudio destacando la parte que confirma la conexión entre edulcorantes y pérdida de peso o higiene dental. También cuestiona que la revisión encargada por la OMS excluya algunos estudios sobre refrescos y jóvenes que señalarían una pérdida de peso, y su mantenimiento, a largo plazo entre los chavales que bebían refrescos sin azúcar frente a los que los bebieron con azúcar.