La llegada del Año Nuevo se celebra de maneras muy distintas alrededor del planeta, pero hay un elemento que une a todas las culturas: la comida como símbolo de esperanza, abundancia y buenos augurios
Más allá del brindis, cada plato cuenta una historia y expresa deseos compartidos para el ciclo que comienza.
A lo largo de los siglos, distintas civilizaciones asociaron el inicio del año con rituales culinarios cargados de simbolismo. En muchos casos, se trata de preparaciones simples, económicas y pensadas para atraer prosperidad. Según explicó la especialista Amy Bentley, profesora de nutrición y estudios alimentarios de la Universidad de Nueva York, la sencillez de estos platos refleja el carácter universal de la celebración.
Esta mirada fue recogida en un repaso cultural difundido por Radio3, que exploró tradiciones menos conocidas de diferentes países.
Europa y el Caribe: protección, suerte y libertad
En los Países Bajos, el Año Nuevo llega acompañado de los clásicos oliebollen, buñuelos fritos aromatizados con frutas y especias. Una antigua leyenda sostiene que estas “bolas de aceite” protegían a las personas de espíritus malignos durante el invierno, por lo que quedaron asociadas a la buena fortuna.
En Haití, el 1 de enero tiene un significado especial: se sirve la tradicional sopa joumou, preparada con calabaza, carne y verduras. Este plato simboliza la independencia del país, lograda el 1 de enero de 1804, y representa un acto de unión y memoria colectiva.
Asia: unión familiar y buenos augurios
En Bulgaria, la mesa de Año Nuevo se completa con la banitsa, un pastel hojaldrado relleno de queso, yogur y huevos. En su versión festiva, suele esconder monedas o mensajes que anticipan la suerte de cada comensal.
Las celebraciones en Filipinas giran en torno a los kakanin, pasteles de arroz glutinoso como el puto, el bibingka o el biko. Estas preparaciones simbolizan la cohesión familiar y la prosperidad, además de reflejar la riqueza cultural del país.
En Japón, la tradición del osechi-ryōri reúne platos preparados especialmente para Año Nuevo. Entre ellos se destaca el kamaboko, un pastel de pescado rojo y blanco que representa el sol naciente y la buena fortuna.
América Latina y América del Norte: abundancia y rituales compartidos
En gran parte de América Latina, la carne de cerdo es protagonista en la noche de Año Nuevo, asociada al progreso y la abundancia. Esta costumbre convive con otra muy extendida: el consumo de lentejas y legumbres, cuyo parecido con monedas las convierte en símbolo de riqueza. En países como Brasil, Chile, Venezuela y Colombia, incluso se guardan lentejas o semillas de granada como amuleto.
En Canadá, especialmente en ámbitos militares, se popularizó la Moose Milk, una bebida cremosa a base de leche, helado, especias y alcohol que anima las celebraciones desde principios del siglo XX. Aunque los ingredientes cambien según la región, todas estas tradiciones comparten un mismo propósito: comenzar el año con esperanza. La comida se transforma así en un lenguaje universal que expresa deseos de bienestar, unión y prosperidad para el futuro.




