La historia de María es demoledora. Atravesó demasiado sufrimiento. Tiene 17 años, fue violada durante cuatro años por su padrastro y su madre sabía todo, incluso fue testigo de los abusos sexuales. A los 13 tuvo un hijo de su violador, fue golpeada y maltratada. Intentaron poseerla psíquicamente. Quisieron formatearle la cabeza para que no se crea capaz de romper el círculo de maldad y violencia. Pero pudo. Denunció y hoy su violador está en el Penal. Ahora espera una segunda oportunidad, esa oportunidad que la vida le negó en sus primeros años.
María no se quiebra mientras relata su historia. Ella quiso compartirla. Su mirada destila fortaleza. No se puede creer lo fuerte que es siendo una niña. Aún tiene manos de niña, con el esmalte a la mitad y pulseritas de plástico de colores.
La joven es de un departamento alejado. Tiene dos hermanas y un hermano fallecido. A los ocho años comenzaron los abusos. El padrastro se metía en su cama y la violaba. A los 13 años quedó embarazada. “Mi mamá me levantó la remera del uniforme de la escuela, me tocó la panza y me dijo: -Estás embarazada de tu padre. Me encerré a llorar”, contó.
Las violaciones
Durante el embarazo, el violador la golpeaba, también delante de su madre. “Ella siempre supo, me dicen que cuando era chica pasaba lo mismo pero yo no lo recuerdo”, relató. La primera vez que alguien la visitó porque sospechó de la situación fue una enfermera de la salita del departamento. Le preguntó a la madre quién era el padre, pero ella no respondió. Cuando nació el niño, una asistente social la fue a ver y María mintió.
El violador la amenazaba con matarla no sólo a ella sino también a todos sus hermanos. “Donde vayas te voy a encontrar”, era la tremenda frase que el padrastro usaba cada vez que la violaba. Y esas palabras retumbaron en su cabeza durante casi toda su adolescencia.
María siente que perdió su niñez y su adolescencia. No tuvo amigos, no salió ni a cumpleaños. El pederasta la acompañaba a la escuela, la vigilaba por las ventanas. Si reía mucho, le preguntaba a los compañeros de la hijastra qué la tenía tan feliz. Para el violador, María era su mujer.
El abusador también es ladrón. Tenía armas y sabía manejar cuchillos. Esto también lo usaba para amedrentar.
Años de maltrato terminaron con un arranque de valentía. Tras una serie de denuncias anónimas, María les contó a una asistente social y a una psicóloga lo que le pasó durante una visita a su hogar. Además de la denuncia anónima, ella cayó al hospital porque se intentó suicidar. El violador fue detenido inmediatamente, desde hace cuatro meses está en el Penal. “Desde que está preso, me siento más segura. No iba a empezar la escuela si no estaba detenido”, dijo.
Las cicatrices que tiene que sanar María son muy grandes. Siente repulsión por el género masculino, no se imagina de novia ni en pareja. “No he podido tener un novio, no creo que alguna vez lo tenga, tengo rechazo hacia los hombres, no los puedo saludar ni con dos besos como es normal”, reveló.
La otra gran lesión que tiene es haber convivido con la desprotección. Ella no contó con el apoyo de su madre, ni de ningún familiar. Era una realidad que todo el mundo sospechaba pero nadie se animó a denunciar. María dice que su madre tiene el nombre de madre sólo porque la parió.
La adolescente guarda otro tremendo dolor. María cree que su madre y su padrastro fueron culpables de la muerte de su hermanito de 11 años. Era discapacitado, lo hacían dormir en el piso, lo bañaban con agua helada y cuando lloraba lo sacaban a la calle. Falleció desnutrido. Para ella, fue asesinado.
¿Cómo es criar a un niño hijo de un violador? “Él no tiene la culpa, no tengo la ayuda de nadie pero salgo adelante por él”, contestó. El pequeño vive con ella, en la casa de una tía. María no juzga a quienes no pueden tomar igual la situación.
Sueños
María vive con su tía. No está cómoda. Se encuentra a su madre todo el tiempo. No quiere verla más. Tiene derecho.
Quier arrancar una nueva vida. Lejos de todo mal, lejos de la maldad, de la historia horrible que vivió.
Tiempo de San Juan