El día uno del Festival Internacional de Buenos Aires, el encuentro dedicado al teatro, la danza, las artes visuales y la música, tuvo su primera cita a las 20 en el Teatro San Martín. A diferencias de ediciones anteriores, esta vez el público luego de retirar su entrada no debía dirigirse a ninguna de las tres salas de teatro sino a la Leopoldo Lugones, la emblemática sala de cine del complejo. Allí el talentoso director teatral Mariano Pensotti y el Grupo Marea estrenaron El público que, en el juego de las categorizaciones, es una película (una película con sus complejidades, es cierto) . Un reconocido actor comentaba a la gente que lo rodeaba: «Me siento en la apertura del Bafici y no del FIBA. ¿O será que el próximo FIBA comenzará con una obra de teatro?». Nadie de los que lo rodeaban, por pudor o por las dudas, le contestaron.
Al Grupo Marea, como ironizan ellos mismos, le gusta transformar lo simple en entramados sumamente complejos desde el punto de vista de la producción. Hay que reconocer que ese «defecto» es una de las geniales marcas que los hacen casi únicos en estos territorios creativos.
El público no es la excepción. La cosa es así: la mitad de los espectadores ven las primeras 8 historias de este relato en la Lugones o en las dos salas de cine del Cultural San Martín. Cuando termina esa primera etapa, guiados por los músicos de Diego Vainer quien está a cargo de la banda sonora, ambos públicos de El púbicose encuentran en la esquina del San Martín y circulan por la avenida Corrientes, como si se tratara de una manifestación de espectadores, hasta el teatro Metropolitan Sura, que está a dos cuadras.
La platea de ese teatro es la primera imagen de la película en donde están sentados los actores del film que hacen de falsos espectadores. Miran una obra de teatro que el espectador de El público nunca verá. Ya en el teatro se proyectan las otras tres historias en donde, ahora, está sentado el público real entre los cuales se encuentran varios de los protagonistas de este magnífico relato que va desplegando sus formas en un trabajo cargado de capas, de referencias y citas teatrales.
En todos esos relatos, en todas esas historias extraordinarias lo metateatral como las referencias sociopolíticas van cobrando sentido en medio de un preciso juego de encastre a cargo de actores inmensos representativos de las distintas búsquedas de la escena alternativa (Diego Velázquez, Pilar Gamboa, Lorena Vega, Luis Ziembrowski, Susana Pampín y una numerosa banda de intérpretes exquisitos).
El público de teatro encontrará en El público infinidad de guiños. El que no lo es, se topará con una rara avis del cine indie cargada de ironías, de sentidos políticos que van acumulando nuevos sentidos. Y una yapa: el desplazamiento del público por esas cuadras en las que también circulan varios de los protagonistas de este entramado que tiene varios momentos espejados. Dato a tener en cuenta: El públicose estará ofreciendo hasta que termine el festival que organiza el gobierno porteño. O sea, hay tiempo hasta el sábado de la semana próxima.
Si las múltiples historias imaginadas por Pensotti transitan por Corrientes, el FIBA decidió que su fiesta de apertura para el público en general sea el casco histórico. Un lugar que, en verdad, ya no es eje de la actividad escénica de la ciudad, pero que posee un enorme valor patrimonial y arquitectónico. Allí, desde las 22 y en medio de una noche de un calor importante, instaló una verdadera disco con música de los ochenta más los boleros de siempre que forman parte del repertorio del grupo Los Amados.
La calle Adolfo Alsina, entre Defensa y Bolìvar, a la hora señalada tuvo mucho de boliche al aire libre matizado por algunas situaciones performáticas que tuvieron lugar en la fabulosa farmacia La Estrella, en la terraza del Museo de la Ciudad o en la misma calle. Entre un lugar y el otro, gente, más gente agolpada en esos 100 metros calurosos que, de haberse expandido territorialmente por el mismo barrio, podría haber logrado un efecto más expansivo (como fue lo logró el año pasado Maratón Abasto en el cual convivían varias propuestas de disciplinas diversas).
Pasada las doce de la noche, un reducido grupo -entre los que se encontraba este cronista- se dirigió al sótano de la Librería del Colegio. Afuera sonaba Madonna a todo volumen. Adentro, intimidad, clima de ceremonia. Miguel Ávila, el que rescató a la librería que dicen en el Viejo Mundo que es la más antigua del mundo mundial, contaba la historia de esta librería que nació cuando la Argentina todavía no existía. «Por esta librería pasaron todos los presidentes de cuando los presidentes eran grandes lectores», dice al pasar mientras dos compinches suyos leen textos de autores emblemáticos argentinos y una guitarra criolla acompaña ese modesto y mágico acto tan teatral como político.
Otra vez afuera, cercano a la una de la mañana, Alsina seguía en modo disco. Es la fiesta de un festival de teatro, danza, artes visuales y música que, desde el año pasado, se transformó en un festival de verano. La de un festival que, desde hoy y hasta el sábado próximo, copará salas de teatros como lugares no tradicionales (como el mismo sótano de la histórica librería), señaló La Nación.