Podemos estar en las puertas de un momento crítico que demandará liderazgos firmes y en donde prime un buen antídoto contra la soberbia. Oídos abiertos y trabajo en equipo. A nuestros políticos no podremos demandarles otra cosa si queremos pasar el vendaval.
Chubut cierra su semana más crítica desde el inicio de la pandemia. Un sorpresivo brote de coronavirus -con foco en Comodoro y Rawson- abrió el portal del futuro tan temido: ¿qué disparó la escalada de casos de COVID-19? ¿Hay responsables? ¿Estamos, finalmente, en las puertas del pico máximo del virus?.
Con el retroceso de las medidas de apertura que ya nos ilusionaban con una “nueva normalidad” tan normal como la anterior, Chubut y sus principales ciudades registraron altos índices de angustia, en medio de los deslices de la dirigencia jugando el su juego que mejor conocen.
No son tiempos para el fuego cruzado de las culpas ni para blindarse en opiniones endogámicas. A todos nos queda ese sabor de que en Chubut pasó algo que muy probablemente se podría haber evitado.
Salvando las distancias, Nueva Zelanda sumó dos casos esta semana después de tres semanas sin contagiados. Atrás salió la primera ministra, Jacinda Andern, firme y pagando las cuentas: “hubo un fallo inaceptable del sistema”.
Porque lo que falla es eso. El sistema. Dos neozelandesas viajaron desde el Reino Unido y a su llegada se encontraron con un centro de aislamiento controlado en Auckland. Se les permitió viajar a Wellington en un vehículo privado por “motivos de compasión”, explicaron autoridades sanitarias de ese país. Andern habrá saltado por los aires. El país ejemplo en el mundo revisó sus controles y asumió en cada estamento involucrado el costo político del fallo.
Una sucesión de desaciertos, como en Chubut. En el medio del fuego cruzado, el concejal de Comodoro Rivadavia, Omar Lattanzio, le puso color a la polémica con una opinión que instaló a la provincia otra vez en el escenario nacional: “hay que hacerle hisopados a las protitutas”, en referencia a algún supuesto recorrido de los marineros que desembarcaron contagiados de COVID-19 en Comodoro, antes de ir a reunirse con sus respectivas esposas e hijos.
Con evidente torpeza y desorden, hay que rescatarle al concejal que pone el foco en los procedimientos. ¿Qué pasó en el puerto? ¿Quién estuvo en el control, seguimiento y bajo qué protocolos?
LOS OÍDOS DE LA DIRIGENCIA
¿Soportará el sistema sanitario la escalada de casos? Podemos estar en las puertas de un momento crítico que demandará liderazgos firmes y en donde prime un buen antídoto contra la soberbia. Oídos abiertos y trabajo en equipo. A nuestros políticos no podremos demandarles otra cosa si queremos pasar el vendaval.
Nada como una crisis para enfrentarnos a prioridades equivocadas. La semana cierra con la mirada puesta en el puerto y qué pasó con los 8 marineros que desembarcaron el 4 de junio del buque Santorini. Será ahora el fiscal federal Norberto Bellver el que deberá investigar la cadena de responsabilidades en la expansión del virus y encontrar respuestas.
Los estrictos controles que se aplicaron en el aeropuerto con la llegada de cada uno de los vuelos, ¿se replicaron en el puerto de Comodoro? ¿Cuáles fueron los protocolos y dónde estuvo, si es que existió, la falla?
No es momento de chivos expiatorios sino de revisar los procesos. El caso de Comodoro obligó a cerrar los puertos de toda la provincia. El virus vino para quedarse y la sensación de algo no funcionó como debiera es una luz de alerta encendida para no repetir errores. Abrir los oídos, unificar criterios, pensar una estrategia común.
Lo que parece una tarea básica de dirigentes cuesta que se cumpla en la práctica. En la política hay preocupación. Lógico. Salir de esta crisis lo mejor posible será una carta de presentación para la continuidad en futuros cargos.
La crisis debería ayudar para reformular, reafirmar o ampliar el rango de prioridades. Como ocurre en los accidentes aéreos, no hay situaciones que respondan a una sola causa.
La crisis nunca es binaria. El coronavirus es la lupa que amplifica las tensiones y defectos latentes. Preguntémosle a un Trump o a un Bolsonaro, representantes mundiales de un autismo político que les devuelve una ola de muertes e incertidumbre.
Habrá que mirar a nuestros líderes y recuperar la responsabilidad propia. ¿Nos habremos relajado demasiado? Tres meses adentro. Y sí, dan ganas de salir. Pero como se repite hasta el cansancio, todavía falta. Obvio que no es el mundo en el que nos gustaría vivir. Pero es el inevitable.
La escalada de casos nos devolvió en la última semana al espejo de las restricciones, los DNI para circular, la prohibición de salidas al aire libre. A la vida en modo Zoom, como cientos de familias que festejarán así el Día del Padre.
Un buen momento para la reflexión, una mirada mas amplia y demandar a nuestros dirigentes aplomo, diálogo entre ellos y, sobre todo, consensuar cómo seguimos para evitar el colapso.